Mientras en Europa nos metemos en discusiones bizantinas, y decidimos que nuestros agricultores no pueden cultivar transgénicos, pero los importamos alegremente, estos cultivos van haciendo su camino.
El pasado lunes 26 de septiembre se celebró en Madrid un acto para conmemorar el XX aniversario del inicio de los cultivos transgénicos en España en el que nos reunimos gente de la academia, representantes de los agricultores, de la industria alimentaria y de las empresas de biotecnología. Curiosamente, el ambiente que se respiraba era de optimismo. A pesar de que solo se puede sembrar un cultivo OGM, este ha funcionado muy bien y 20 años después sigue haciéndolo y sus números mejoran año tras año.
Quizás el mayor pesimismo se notaba entre los miembros de los agricultores, que ven como la política europea les está privando de herramientas y de la posibilidad de competir con otros países.
¿Se pueden poner números a este éxito? ¿Hay alguna forma de cuantificarlo? Pues sí, hay una cifra: 193 millones de euros. Eso es lo que se ha ahorrado España en importaciones de maíz desde 1998. Esa cifra se desprende de los datos del informe que en fechas recientes ha publicado Francisco Areal, profesor de economía agraria de la Universidad de Reading, en Gran Bretaña. España es un país tradicionalmente importador de maíz, y el aumento de producción ha permitido ahorrar esta cifra. Recordemos que el maíz Bt en principio no supone ninguna mejora sobre la producción, pero al ser resistente a insectos, en año de plagas la producción aumenta, y los costes de producción disminuyen por el ahorro en insecticidas.
En la nota de prensa del estudio se puede leer que: “El cultivo de maíz Bt ha permitido en los últimos 18 años una producción extra de un total de 1.093.868 toneladas. Para conseguir esta producción a través de cultivos convencionales habría sido necesario incrementar la superficie de cultivo en 106.775 hectáreas. Esto habría tenido un gasto de agua agregado de 615.778 miles de m3. Esta cantidad de agua equivale a abastecer durante un año a 746.000 habitantes, el equivalente a las ciudades de Lérida, Tarragona y Badajoz.” No hace falta decir nada más.
¿Y a nivel mundial? ¿Los efectos han sido parecidos? En el 2014 Wilhelm, Klümper y Matin Qaim del departamento de economía agrícola y desarrollo rural de la Universidad de Gottingen (Alemania), un país poco sospechoso de simpatías hacía los OGM, publicaron una meta análisis en el que revisaban todo lo que se había publicado sobre el tema en los últimos años, analizando más de 147 estudios.
Los datos indicaron que: de media el uso de cultivos OGM ha reducido el uso de pesticidas en un 37%, incrementado la productividad agrícola en un 20% y aumentado el beneficio del agricultor en un 68%. Los incrementos de producción y reducción en pesticidas son mayores para cultivos resistentes a insectos que para cultivos tolerantes a herbicidas.
Y un detalle importante: los mayores incrementos en rendimiento y reducción en pesticidas se han producido en países en desarrollo, donde los pequeños y medianos propietarios han sido los que más han optado por estas tecnologías. Que tomen nota nuestros políticos. O sea que mientras aquí declaramos ciudades libres de OGM, la tecnología sigue su curso… y ya lo estamos pagando.