- El líder de Ciudadanos veta al candidato del PP, le acusa de cobrar dinero negro y vaticina que el «populismo» llegará al poder si no se retira.
- El presidente del Gobierno en funciones acusa a Rivera de tener «mentalidad inquisitorial», le pide ser «un poco más modesto» y le recuerda que en un programa de televisión reconoció haber manejado dinero negro: «Aclárelo».
- Iglesias elige un tono contenido, elude el cuerpo a cuerpo con Sánchez y confirma que reclamará La Moncloa si saca un solo voto más que los socialistas.
- Sánchez, eclipsado por los emergentes, no logra presentar al PSOE como la alternativa natural al Gobierno de Rajoy. Asegura que el referéndum impidió su entendimiento con Iglesias y le acusa de «soberbia» e «intransigencia».
Una hora de guante blanco, media de tensos combates a cuenta de la corrupción y un somnoliento epílogo de otros treinta minutos. Los durísimos ataques del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, al candidato del PP y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, a cuenta de la corrupción marcaron el primer y único debate electoral de la campaña del 26-J. Después de lo escuchado en el plató de la Academia de la Televisión, Rivera no podrá apoyar jamás un Ejecutivo de Rajoy sin dejarse por el camino gran parte de su crédito personal. Como ya hiciera en diciembre ante Soraya Sáenz de Santamaría -representante del PP en aquel debate de Atresmedia-, el presidente naranja blandió portadas de periódicos con los papeles de Bárcenas para concluir que el actual líder popular está inhabilitado y en modo alguno puede ser reelegido: carece de «autoridad moral».
El argumento fue varias veces repetido por un Rivera que le reconoció a Rajoy «cosas buenas» para acabar pidiéndole «una reflexión»: su retirada puede facilitar el acuerdo entre las fuerzas constitucionalistas y frenar «al populismo». Si ese paso atrás no se produce, vino a decir, Ciudadanos nunca podrá entenderse con el PP y la única alternativa posible es un pacto de izquierdas presumiblemente liderado por Pablo Iglesias, que según todas las encuestas obtendrá más votos que Pedro Sánchez.
Rivera blande los ‘papeles de Bárcenas’ y espeta a Rajoy: «Usted miente y cobra sobres»
«Usted aparece en estos papeles», aseveró Rivera señalando la información publicada por el diario El Mundo hace unos años. Incluso cifró en «343.000 euros» la cantidad presuntamente adquirida por Rajoy de manos de Bárcenas, que a su vez la habría obtenido del cobro de comisiones ilegales y donaciones no declaradas. «Podrían proceder de un delito», insistió antes de recordar los mensajes que el presidente del Gobierno envió al extesorero de su partido tras descubrirse la fortuna que guardaba en Suiza.
Rajoy, visiblemente molesto, le acusó de tener una «mentalidad inquisitorial», recordó que «ningún juez» le ha hecho requerimiento personal alguno y pidió «un poco de modestia y de humildad» a su interlocutor, que por otra parte sí admitió «cobrar dinero negro» en el programa Salvados. «¿No dice que es liberal?», le espetó, pues «en 1812 la Constitución de Cádiz abolió la Inquisición». Acto seguido, el candidato popular jugó la baza que llevaba preparada por si ese escenario se daba y citó las palabras de Rivera en La Sexta para emplazarle a «aclarar» ese episodio. El líder de Ciudadanos se revolvió, explicó que aquella frase hacía referencia a una época juvenil en que, «como todos», tuvo que pagar cosas en negro. «Usted ya sé que miente y cobra sobres», abundó antes de pedirle que «haga algo por España» y renuncie a la reelección.
La tensión, la dureza de los reproches y hasta los gestos de uno y otro evidenciaron una distancia que va más allá del electoralismo propio de una campaña. Ese choque eclipsó casi por completo el resto del debate, que se prolongó por espacio de dos horas y media y en sus dos primeros bloques -economía y empleo y políticas sociales- careció de toda chispa.
El perfil bajo de Iglesias
El guante blanco que buscaba Iglesias -cómodo en la segunda plaza de los sondeos y con su electorado masivamente movilizado- se impuso en ese lapso de intercambio de cifras y lucha por vender el relato de la recuperación (Rajoy), el de la necesidad de virar el rumbo (Sánchez y Rivera) y el de articular una alternativa a todo lo que ha supuesto la legislatura del PP (Iglesias). El de Podemos, con un solvente tono profesoral y preparadísimos argumentos cargados de datos, hizo caso omiso de los ataques de Rivera -le acusó de apoyar el modelo Tsipras y de querer «machacar a impuestos» a la clase media- y también obvió a Sánchez, a quien solo se dirigió para indicarle que «el adversario es Rajoy».
El líder de Podemos rechaza las críticas de Sánchez con condescendencia: «El adversario es Rajoy»
El candidato socialista criticó en numerosas ocasiones que Iglesias se hubiera alineado con el PP en el Congreso para vetar su investidura, enumerando la cantidad de reformas que se podrían haber puesto ya en marcha. Trató de confrontar sus propuestas con la gestión de Rajoy, pero el mayor grado de concreción del líder morado y el hecho de que el presidente repartiera sus respuestas a partes iguales entre los tres diluyó el protagonismo de un Sánchez que dedicó el minuto final a implorar a su electorado, que aparece apático ante el 26-J en alto porcentaje. El lúgubre tono sonaba a resignación y casi a despedida.
Iglesias, que criticó al líder del PP en cada bloque pero siempre midiendo las palabras y huyendo de cualquier gesto que le pudiera asociar a la etiqueta de «intransigente» que el PSOE le coloca a diario, se sintió cómodo en todo momento y solo pareció indignarse cuando Rivera le acusó de financiar a Podemos con dinero del régimen venezolano. En el bloque de los futuros pactos, confirmó que reclamará la presidencia del Gobierno si obtiene más votos que Sánchez -lo considera de «sensatez»- y exigió al líder socialista que aclare «de una vez» por qué opción optará: gobernar con él o permitir que lo siga haciendo el PP.
El debate adelanta una reedición del bloqueo institucional que surgió del 20-D, por el veto de Rivera a Rajoy -respaldado por Sánchez- y también por la escasa sintonía mostrada entre PSOE y Podemos. El líder socialista en ningún momento se comprometió a buscar la alianza de izquierdas que exige Iglesias y se limitó a asegurar que mantendrá «la misma» actitud que tuvo de enero a abril: defender políticas económicas, sociales y de regeneración que enmienden la plana a la gestión de Rajoy. Además, recordó en varias ocasiones el «no» de Podemos a su investidura, culpó al partido morado de la reedición de los comicios y tachó a su líder de intransigente hasta en su intervención final. Un clima que no hace pensar precisamente en un acuerdo de Gobierno rápido después de que los españoles vuelvan a votar dentro de doce días.