Capitales Culturales Europeas, ¿para qué sirven?

San Sebastián reinará en 2016

Todos hemos oído hablar de la Capital Europea de la Cultura, sin embargo sigue siendo un misterio para qué sirve este título otorgado anualmente por la Comisión Europea a una o dos ciudades situadas en nuestro anciano continente.

Cada 1 de enero desde hace 30 años, podemos escuchar en los informativos las afortunadas ciudades que ostentarán dicha capitalidad cultural, si bien dicho anuncio es innecesario ya que pueden consultarse las ciudades seleccionadas hasta 2019 en la página web de la Comisión Europea, así como los países que podrán presumir de una capital cultural entre los años 2020 y 2022. Durante este año 2015 y hasta el próximo 31 de diciembre, el honor ha recaído en Mons, situada en Bélgica; y en la ciudad checa de Pilsen.

Para empezar, no es necesario ser la capital del país para poder ser nombrada Capital Europea de la Cultura, aunque en muchos casos así sea. Por otra parte, el principal objetivo de este nombramiento es, principalmente, el de situar a la ciudad en cuestión en el mapa, si bien en numerosos casos se ha utilizado como una oportunidad perfecta para realizar un auténtico lavado de imagen de la ciudad y de su marca, reposicionándola como destino ideal para un turismo de índole cultural, al que tan aficionados somos los europeos en general y los alemanes en particular (uno de los mercados europeos más importantes en cuestión de número de viajeros… Sea cual sea el destino).

Y parece que funciona la estrategia, ya que es rara la región que no sabe aprovechar al máximo la oportunidad de promoción que les brinda este título honorífico anual. Podríamos nombrar algunos ejemplos, como Tallinn, capital de Estonia, la cual fue descubierta por los españoles cuando la gran Rosa de España participó en el Festival de Eurovisión que tuvo lugar en esta diminuta y medieval ciudad situada en el Báltico, y a la cual acudimos en masa cuando fue nombrada Capital Europea de la Cultura en 2011. Si analizamos las cifras, observamos que en 2010, 18.860 visitantes españoles seleccionaron Tallin como destino de sus viajes; en 2011, nos plantamos en unos impresionantes 27.106. Un incremento de más de 10.000 viajeros españoles en un año, solo por ese simbólico nombramiento. Si hablamos de turistas internacionales en general, las cifras durante el año de reinado de Tallinn, se incrementaron en un 15,6% comparadas con las del año anterior y han mantenido un crecimiento sostenido desde entonces.

Lo mismo puede decirse de Estambul, en Turquía, cuya titularidad como Ciudad Europea de la Cultura en 2010, ayudó a que el país recibiera un millón más de visitantes que durante el 2009 y del mismo modo que en el caso de la ciudad estonia, estas cifras no han hecho más que crecer en años posteriores.

Si seleccionamos un ejemplo más cercano en el tiempo, Riga, en Letonia, Capital Europea de la Cultura en 2014, vio sus cifras de turistas internacionales incrementadas de los 971.303 de 2013 a los 1.122.926 turistas de 2014.

Podríamos seguir analizando ejemplos y en todos los casos observaríamos crecimientos importantes durante el año con la titularidad como Capital Europea de la Cultura y crecimientos en los años posteriores, los cuales pueden ir aumentando todavía más si la ciudad sabe gestionar sus actividades de marketing y comunicación en mercados extranjeros, a la vez que va ampliando los mercados en los que se realizan estas acciones. Es por ello (y por las ayudas económicas que reciben los agraciados) que este evento se convirtió en una batalla encarnizada entre ciudades por recibir la capitalidad cultural allá por el 2007 y por lo que la Comisión Europea decidió ese mismo año otorgarla de manera rotatoria, de modo que todos los países miembros podrán promocionar el lugar de su elección bajo el título de Capital Europea de la Cultura por lo menos una vez en su historia.

En España hemos tenido varias capitales culturales a lo largo de los años. Éstas han sido Madrid (1992), Santiago de Compostela (2000) y Salamanca (2002), todas ellas ciudades que cuentan con recursos culturales de incalculable e indudable valor y donde, sobre todo en el caso de Madrid, se pueden disfrutar numerosos eventos culturales a lo largo del año, ya sea en forma de conciertos, exposiciones, representaciones teatrales o musicales, charlas, etc.

Y aquí no se acaba la relación de nuestro país con este evento, ya que durante 2016 la ciudad guipuzcoana de San Sebastián será Capital Europea de la Cultura, honor que compartirá con Breslavia en Polonia y que ayudará a que muchas más personas conozcan su belleza arquitectónica, su deliciosa gastronomía, sus impresionantes playas y su rica escena cultural… Además de proporcionar a sus habitantes habituales un sinfín de interesantes actividades que llenarán el año desde enero a diciembre.

Ser Capital Cultural Europea no es tan solo un título honorífico que ostentan las ciudades durante doce meses, es una auténtica oportunidad de promoción de cara al exterior, sí, pero también a nivel nacional; una oportunidad para comenzar a construir una marca turística o relanzar la existente; una oportunidad para nacer o crecer como destino, una oportunidad para mejorar la economía de la región, para crear empleo en el sector… Por todas estas razones, es una enorme responsabilidad presentarse como candidata, sin embargo, no dudo que San Sebastián será un ejemplo a seguir en años venideros. Solo me queda desearle el mayor de los éxitos durante su año como Capital Europea de la Cultura.

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