Los candidatos de Rivera en Madrid inician la campaña electoral con una cena multitudinaria junto a 450 afiliados. La euforia por el meteórico ascenso del partido, confirmado por el CIS, marca un evento que estuvo apadrinado por el europarlamentario Javier Nart y contó con la presencia del mediático exportavoz de los controladores aéreos, César Cabo.
La política es un estado de ánimo. Y nadie ahora mismo supera el de Ciudadanos. Para escenificarlo, el partido reunió anoche en Madrid a 450 de sus hinchas –llamarlos simpatizantes o afiliados sería degradarlos– en un céntrico hotel donde la liaron ‘parda’, que diríamos si adoptamos el lenguaje coloquial con el que se explaya su candidata a la alcaldía de la capital.
Solo Begoña Villacís puede hablar en el inicio de campaña de las ‘pizzadas’ que hace con los jóvenes de su formación, de cómo trabajan “en plan cutre” en la minúscula sede que les sirve de estación base o de que su proyecto “se vende solo”, sin que tengan que recurrir a un lenguaje excesivo.
Tanto ella como el cabeza de lista regional, Ignacio Aguado, están ante el reto de demostrar que hay vida más allá de Albert Rivera, a la sazón gran ausente de la noche. Como entre sus atributos todavía no está el de la bilocación y había optado por abrir la campaña en Barcelona, el partido trató de llenar el vacío situando un enorme cartel del líder en el fondo del escenario y proyectando un vídeo locutado por él entre las intervenciones de Villacís y Aguado.
“Cómo hablar después de ver este vídeo, si se ponen los pelos de punta”, confesó el aspirante a la presidencia de la Comunidad. Antes de eso, candidatos y militantes se habían hermanado en un fiestón al que solo le faltó celebrarse en El Escorial. Un cóctel de bienvenida en los jardines del hotel, fotos de familia de los candidatos con sus equipos, entrada triunfal de los mismos entre aplausos en el restaurante… No faltó ni el padrino, que fue Javier Nart.
El eurodiputado escoltó a la pareja de aspirantes e inició el turno de intervenciones cuando concluyó la cena. Con voz quebrada sabiniana, producto de un constipado inoportuno, Nart tomó la palabra en el momento en que se esperaba la entrada de la tuna o que el cuñado de turno se arrancara por soleares. En lugar de eso, el abogado levantó al público con su comparación entre este año y el de 1975: “Me habéis rejuvenecido”.
Solomillo y Rioja en el menú
Los asistentes atendían a las alocuciones ultimando los últimos restos del menú -30 euros por barba- que fue preparado para celebrar su subidón, confirmado por el CIS apenas unas horas antes. Tres platos -escalivada, solomillo y helado de mandarina, que por algo este es el partido naranja– regados con buenas dosis de Rioja crianza precedieron a la copa de cava con la que se puso el broche.
César Cabo, el mediático exportavoz de los controladores aéreos, llegó tarde al banquete y solo pudo escuchar el speech de Aguado. “Es emocionante ver a tanta gente tan comprometida con una causa así, y son gente preparada, profesionales que de verdad quieren cambiar las cosas, protagonizar una segunda Transición”, declaró a este cronista. Cabo lleva desde el principio en Movimiento Ciudadano, lo ha visto crecer y se maravilla: “Esto hace dos años era impensable, y todo es producto de la coyuntura política, del momento extraordinario que estamos viviendo”. ¿Se cree las encuestas? “No puedo creérmelas, que vayamos a sacar 23 o 24 diputados en Madrid, ojalá sea así o más pero una cosa es lo que dicen que van a votar y luego lo que hacen a la hora de la verdad”.
Lo que Cabo reflejaba no era otra cosa que el miedo al postureo. Ser de Ciudadanos está de moda, es el nuevo hacerse un selfie, y falta materializar eso en las urnas. Pero de momento nadie les quita “la ilusión”. Es el mantra que repiten como Podemos el de “la gente”. Precisamente los de Iglesias fueron los grandes olvidados de la noche. La ‘marea naranja’ ya solo piensa a lo grande. “Es nuestro tiempo; vamos a ganar las elecciones”, proclamó Aguado al final de su intervención.
Después vino la pegada de carteles, que en la nueva política ya no es lo que era. Un muro de pega, de cartón piedra, fue colocado en el escenario para que los candidatos agarraran el espray y se pusieran simbólicamente manos a la obra.
Cumplido el trámite ante los fotógrafos, todos se fueron al photocall del jardín a inmortalizar el momento y a seguir con la celebración. Había comenzado la luna de miel.