David Letterman cerró el pasado miércoles 20 su programa, The Late Show, tras 22 años en antena. Con su desaparición se cierra también una época en esos programas nocturnos, los lates, que han amenizado las noches de la televisión americana desde su popularización. Porque Letterman no era solo un personaje habitual y consistente en la televisión americana desde los años setenta, también era el último heredero de un estilo.
Los lates son versiones nocturas de los magazines matinales centrados en un presentador y un trío de requisitos, actuaciones cómicas -comenzando por un monólogo de apertura del propio presentador-, actuaciones musicales y entrevistas. Ese era el estilo que se utilizaba desde que apareció como versión de los programas de variedades y fue perfeccionado por mitos televisivos que lo comenzaron como Ed Sullivan o Steve Allen y los que lo perfeccionaron como Jack Paar o, sobre todo, Johnny Carson. Fue precisamente Carson, que presentó el Tonight Show desde 1962 hata 1992, el que perfeccionó el tono y acogió como protegido a Letterman.
Humorista con un amplio sentido de la ironía y el ridículo, maestro del deadpan, esa técnica cómica de decir las mayores burradas sin mover una ceja, y practicante del stand-up de riesgo, desde los 70 tras una experiencia en la radio universitaria que acabaría con su despido por irrevente, Letterman recorrió los clubs haciendo sus monólogos, a la vez absurdos y salvajes, siendo pronto llevado a la televisión. Para finales de los setenta era una cara tan conocida que le ofrecieron la posibilidad de presentar un piloto para su propio programa, Leave it to Dave, que no fue cogido. Pero gracias al apoyo de Carson puso en marcha un programa en horario de tarde, The David Letterman Show, un éxito de la crítica y un fracaso con un público que no esperaba en horario diurno las locuras de Letterman. Por suerte se le dio una última oportunidad poniéndole al frente de Late Night, el programa que seguía al de Carson. Ahí, acompañado por la brillante Merrill Markoe, supo poner en marcha un programa que lograba ser respetuoso con la tradición pero, a la vez, profundamente rupturista.
A lo largo de los años que siguieron el equipo de la NBC que formaban Carson y Letterman logró propulsar la imagen de la cadena, una idea de inteligencia y modernidad que servía tanto para pasar a formar parte del imaginario pop que aparecía en los cómics –especialmente notable su aparición en el célebre The Dark Knight Returns de Frank Miller– y era seguido por todos los que querían estar al día, logrando reinar sin problemas en esa franja.
Las guerras de los Lates, siempre estuvieron y existieron
Lamentablemente el cambio de directivos de la cadena a principios de los 90 supuso la decisión de jubilar a Carson y sustituirle no por Letterman sino por otro cómico joven, Jay Leno, lo que daría lugar a las primera guerra de los Lates, en 1992 (la segunda, que enfrentó a Leno y a Conan O’Brien, tuvo lugar en 2010). Esto le llevó a la CBS, en donde se estableció desde 1993 en su Late Show, el programa que cerraría el pasado miércoles.
Letterman siempre fue partidario de exponerse con cierta claridad, incluso en los momentos más críticos. Tanto daba que fuera al salirse de madre una entrevista con Madonna que logró convertirse en la más censurada de la televisión generalista americana como llevaba con mano izquierda extrañas entrevistas con Crispin Clover o un Joaquin Phoenix en plena performance. Cuando intentaron chantajearle por una aventura ilícita que mantenía con un miembro de su personal salió a contarlo, aunque eso supusiera un daño a su reputación y casi un golpe directo a su salud -por no mencionar dar ideas a los guionistas de Castle-. Sería este golpe y las repercusiones de la segunda guerra, más el auge de jóvenes cómicos dispuestos a cambiar el aspecto de los Lates, lo que acabaría por forzar su retiro.
Primero fue Jimmy Kimmel, un rendido admirador de Dave hasta el punto de no emitir un programa el día de su despedida y dedicarle palabras tan cálidas que llegaron a las lágrimas, a quien la ABC puso a competir con los reyes de la NBC y la CBS y puso de manifiesto la brecha generacional. Esta se ensancharía con el cambio de Leno por Jimmy Fallon, un intento de recuperar al público más joven con un presentador menos cínico y más dado a cantar y lanzar vídeos virales con famosos antes que hacerles el centro de sus críticas. Por supuesto también Fallon, siempre tan amable con todo el mundo, ha tenido buenas palabras hacia Letterman. Igual que Conan O’Brien, que le agradeció el apoyo prestado en los peores momentos, demostrando el enorme cariño que existe por él entre los humoristas y presentadores. Incluso aunque esta competencia y la decisión de la CBS de ir preparando la salida nos haya dado los últimos años una cara más oscura y gruñona, fuera de lugar pero sabiéndolo, logrando que su victoria final sobre Leno acabara resultando pírrica.
Atrás quedarían las magníficas apariciones que hacía regularmente Bill Murray en el programa, también las de Howard Stern y muchos más invitados y músicos que pasaron por el programa. También es el final de secciones que miraban a las Noticias de pueblos pequeños o, sobre todo, sus famosísimos Top 10.
La CBS había decidido que quería renovarse. Anunció primero la marcha de Letterman y luego la de Craig Ferguson, magnífico presentador del programa que iba a continuación, aunque la cadena honraría el acuerdo que había establecido cuando fichó a Letterman en los noventa, otra muestra de ética, en la que decía que si el presentador del programa que iba detrás no era elegido para sustituirle recibiría una sustanciosa indemnización. La salida del genial Ferguson provocaría unas palabras por parte de Letterman lamentando su marcha. A la inteligencia que destilaban ambos en entrevistas y humor les sucedería un nuevo estilo de hacer programas. En lugar de Ferguson pondrían al muy talentoso pero completamente ansioso por el éxito viral James Corden. En el lugar de Letterman llega otra leyenda, Stephen Colbert, otro cómico que ha demostrado inteligencia suficiente pero que tiene una imagen más moderna. Que es al fin y al cabo lo que la cadena quería. No tanto como para darle uno de los dos programas a alguien diferente de un hombre blanco con una pila de años (al fin y al cabo es la CBS), pero sí para intentar darle una sacudida.
Lástima que eso haya hecho caer a Letterman del árbol. Pero lo importante ahora es no olvidarle, ni a él ni a su estilo. Al fin y al cabo es el último de una raza.