Por: Alberto A. Pérez Mesa (@kibA_OP)
A partir de los años ochenta las economías occidentales pusieron en práctica los mecanismos necesarios para reducir las tasas de inflación y estabilizar los precios. Desde la creación de la Unión Europea y la Comunidad Económica Europea el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido un especial temor a la inflación y sus consecuencias económicas para los países miembros.
La deflación nunca ha supuesto un grave problema para la UE ni para el BCE debido a las expectativas sobre las tasas de inflación a largo plazo, pero los cálculos económicos han sido erróneos y las expectativas no se han cumplido. Por tanto, podemos decir que hoy en día Europa se encuentra ante un nuevo problema: la deflación (disminución generalizada de los precios).
¿Por qué la deflación supone un problema para la economía? Porque cuando bajan los precios, las empresas ven reducidos también sus márgenes, lo que implica que a medio plazo pueden presentar problemas en sus cuentas. Además, hace que tengan problemas para devolver las deudas, y como los costes laborales se mantienen estables, puede implicar reestructuraciones y reducciones de plantilla. Esto conlleva un incremento de la tasa de paro, más retracción del consumo y, por tanto, nuevas reducciones de precios. Además, la demanda se contrae debido a que los consumidores perciben que los precios están disminuyendo y que podrían seguir haciéndolo, y por consiguiente, retrasan sus decisiones de compra haciendo que haya un exceso de oferta provocando una reducción de precios.
Recientemente el Presidente el BCE, Mario Draghi, comunicó que se llevarán a cabo una serie de políticas económicas para aumentar la inflación hasta un límite deseado del 2%. Una de las últimas soluciones propuestas por el BCE es subir el SMI (Salario Mínimo Interprofesional), ya que según Draghi, los salarios están creciendo por debajo de la productividad, y es necesario que aumenten para que la inflación repunte.
Un aumento del SMI podría ser una posible solución al problema de la deflación, ya que un aumento de los costes laborales se traduce en un aumento generalizado de los precios de los productos y servicios que comercializan las empresas. Pero, ¿pueden las pymes soportar un aumento del SMI? El aumento del salario conllevaría el aumento del paro a -2,0 -1,0 0,0 1,0 2,0 3,0 4,0 5,0 6,0 medio plazo debido al despido de trabajadores, ya que las empresas tendrían que pagar un precio mínimo por trabajador cuya productividad marginal no se corresponde con su salario y además, desincentivaría la contratación de muchas empresas.
Lo interesante de esta medida es analizar si a largo plazo el mercado laboral podría lograr alcanzar un punto de equilibrio con mayor tasa de empleados con salarios mayores. En todo caso, el aumento del SMI no puede ser la principal medida para el problema de la deflación. Por ejemplo, Luxemburgo es el país europeo con el SMI más alto de la eurozona (1.923€), pero pese a serlo presenta un IPC (2016) que ronda el 0% con un acumulado desde enero de un -0.4%. Por tanto, podemos deducir que el aumento del SMI, por si solo, no es una medida factible para aumentar la inflación de forma sostenible y debe complementarse con otras medidas como puedan ser la reducción de la presión fiscal de las empresas para contrarrestar el daño que pueda hacer al mercado laboral un aumento del SMI.
Otra de las posibles soluciones pasa por la práctica de una política monetaria expansiva mediante la concesión a los bancos de créditos a un tipo de interés del 0% con la condición de prestarlos a consumidores y empresas con la intención de aumentar el dinero en circulación. Esto provocaría el efecto “helicopter money” (Milton Friedman, 1969), término con el que explica que al aumentar el dinero en circulación, aumenta el gasto total e impulsa la economía y la tasa de inflación hasta que alcance el objetivo de tipo de interés deseado.
Por otro lado, el economista Piero Sraffa, defendiendo las teorías keynesianas, explica que una reducción del tipo de interés para aumentar la producción, a la larga, tendía a reducir los precios. Esta tesis se está evidenciando en la actualidad, ya que el BCE ha realizado varias reducciones de los tipos de interés sin conseguir aumentar los precios. La monetización de la deuda (proceso de compra de deuda de los estados por el BCE) puede ser otra vía para solucionar el problema, ya que permitiría aumentar el gasto público de los países provocando un aumento de la demanda agregada aumentando con ella los precios. Aunque como explica F. Hayek: “Hacer frente a los síntomas de una economía deprimida invirtiendo con dinero prestado no servía para nada más que empeorar las cosas”. En este sentido podríamos decir que un aumento del gasto público para conseguir solucionar el problema de la deflación puede hacer que se agrave otro problema: el déficit público, ya que las economías occidentales se caracterizan por ser economías con elevadas cuantías de deuda pública. En estas prácticas económicas también hay que tener en cuenta dos factores importantes: el valor de la moneda y la credibilidad del banco central.
Como diría Lenin: “No hay una forma más sutil y más segura de acabar con la sociedad que corrompiendo la moneda”. Por tanto, es imprescindible contar con la actuación sensata y prudente de los bancos para tener el control de la política monetaria. Y además, todos los países miembros deben seguir una misma línea de acción en cuanto a las políticas fiscales (ya que el BCE no puede controlar la política fiscal), porque la acción de un único país estará condenada al desastre.
A todo este mecanismo intervencionista por parte del BCE se opondrán los neoliberales defendiendo el laissez-faire y explicando que hay que olvidarse de las soluciones rápidas y que sólo el tiempo curará una economía desequilibrada. Es decir, que la intervención económica con la intención de solventar un problema puede llevar a agravar otros problemas o que surjan otros. Además, este intervencionismo puede provocar la financiación o rescate de empresas ineficientes (“empresas zombi”) que impidan la aparición de nuevas empresas competidoras en el mercado. Como explica F. Hayek: “Todo intento de aumentar la inversión por encima del ahorro neto provoca: ahorro forzoso, mala gestión de la producción, y finalmente, crisis”.
Es importante saber dónde, cómo y cuándo se utiliza el dinero para no experimentar un crecimiento económico artificial (burbuja) y cometer errores del pasado. Es decir, los países deben ser eficaces y eficientes en el uso del dinero para que el remedio no sea peor que la enfermedad. Existen diferentes caminos para solventar el problema de la deflación. Si se opta por el camino intervencionista a través de la política monetaria del BCE, como es el caso, habrá que aplicar dichas políticas con prudencia y sensatez, ya que nos encontramos en un territorio nunca explorado por Europa. Lo que hay que tener claro es que no existe una solución mágica para los problemas económicos y que cada situación requiere de unas determinadas decisiones. Menos fé y más objetividad; menos ideología y más eficacia.