Diez lecciones que deja el CIS ante las generales del 20-D

El estudio del CIS ofrece datos mucho más relevantes que la estimación de voto a partidos.

El PSOE es el partido que menos rechazo genera, la televisión es mucho más determinante que Internet y los tristes no ganan elecciones. Estas son las enseñanzas que nos deja el barómetro sociológico de octubre, hecho público ayer.

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó ayer la que por muchas razones podría ser guía de campaña de los partidos ante las próximas elecciones generales. Su barómetro de octubre, realizado tras encuestar a 2.493 personas de 48 provincias durante 12 días, ofrece una valiosa radiografía del electorado español a dos meses de los comicios más abiertos desde la Transición. Los candidatos tienen desde hoy una potente herramienta que puede ser crucial si se sabe aprovechar, más allá de enfangarse en artificiales debates sobre la estimación de voto, que ni mucho menos es la principal conclusión que cabe sacarse del trabajo del CIS. Estas diez son algunas de las claves que aporta:

1. Una sociedad politizada, ma non troppo. Que la crisis ha politizado la sociedad es una percepción extendida y en buena medida fundamentada. Para el 35,9% es hoy bastante o muy importante la política, y así se explica el éxito de las tertulias televisivas, el creciente interés por los análisis politológicos de prestigio o la proliferación de movimientos sociopolíticos. Antes de que estallaran los problemas económicos, en febrero de 2007, apenas el 15% de los españoles se consideraba mejor informado de política que de otros temas. Sin embargo, hay un sector importante que sigue mostrando un gran desinterés por la cosa pública. El 22,7% de los encuestados afirma que la política para él es “nada importante” y más del 20% asegura que jamás habla de eso con familiares y amigos. Otro 43,6% se muestra de acuerdo con la máxima de que “es mejor no meterse en política”. Los partidos tienen todo un desafío ante este nicho, al que deben llegar usando vías y estrategias poco convencionales, porque luego gran parte de esa gente sí ejerce su derecho al voto.

2. El prestigio social de acudir a las urnas. Y es que votar está bien considerado, pese a la nimia relevancia que al fin y a la postre tiene un voto entre 25 o 26 millones. Por eso siempre son más los que aseguran que fueron a votar en las últimas elecciones que los que realmente lo hicieron (78,7% frente a 71,7% en el estudio de ayer) y por eso la inmensísima mayoría se dice dispuesta a ir a la urnas en la próxima cita (90,3%). Además, un 61% está convencido de que el sufragio “es la única forma” que tiene de incidir en la acción de Gobierno y un 77,5% considera que “la política tiene una gran influencia en la vida” de cualquiera. Aunque a muchos no les interese, a casi todos les parece que la política es vital.

3. Internet, un papel secundario. La revolución tecnológica ha cambiado muchos usos y costumbres pero el de consumir información política por medios tradicionales no ha sido uno de ellos. El 64,4% de los españoles escucha o ve las noticias a diario por la radio o la televisión, frente al 19,2% que se informa por el periódico y el exiguo 15,8% que “usa internet para obtener información acerca de la política o la sociedad”. La red se presenta como el medio menos eficaz para llevar la actualidad al ciudadano medio, pues el 56,1% asegura que “nunca” se informa de política por ahí. La televisión sigue sin rival en este sentido, como saben los partidos emergentes que deben parte de su éxito a los platós y como demuestran las audiencias que se disparan cuando los políticos acuden a espacios de entretenimiento o confrontan cara a cara ante las cámaras. Cincuenta años después del debate Kennedy-Nixon, gran parte de la disputa electoral se sigue dirimiendo en la pequeña pantalla.

4. Economía/empleo, el issue decisivo. Por mucho que Cataluña cope los discursos políticos y la agenda mediática, el bolsillo volverá a ser el factor determinante a la hora de decidir el voto. El paro, la corrupción y los problemas económicos son el pódium inamovible de turbaciones del electorado, con un hueco reseñable para la sanidad y a la educación. Sí, sigue siendo la economía, aunque siempre haya fórmulas para hacer que otras lógicas tengan su importancia.

5. Los tristes no ganan elecciones. “Nadie permanece enfadado tanto tiempo”, tiene escrito el consultor político Luis Marañón sobre el retroceso que vive Podemos en los últimos meses. Ciertamente, Pablo Iglesias se benefició del estado de cabreo de muchos desfavorecidos por la crisis, estado que con el paso del tiempo va atenuándose. Por eso Podemos cambió el ceño fruncido por la sonrisa hace unos meses, por eso tuvo buena acogida el baile de Iceta en medio de la solemnidad del debate catalán y por eso el PP acompañaba sus discursos catastrofistas de 2011 de llamamientos a la esperanza. La gente se declara feliz en un 86,5% de los casos y es más fácil que empaticen con el optimismo que con el pesimismo.

6. El peso de la religión. Una de las conclusiones del imprescindible Aragón es nuestro Ohio es que, en contra de lo que podría pensarse, la religión sigue siendo un condicionante importante del voto. El 71,8% de los encuestados por el CIS se declara católico y el 15,7% asegura ir a misa casi todos los domingos y festivos, si no varias veces a la semana. Son 7,3 millones de españoles, más que todos los que en 2011 acudieron a las urnas para depositar la papeleta del PSOE, por ejemplo. Un target que los partidos que pretendan ser de mayorías no pueden descuidar.

7. Malos tiempos para los líderes. Todos los dirigentes políticos y ministros por los que pregunta el CIS suspenden, como también se desaprueba la actuación del Gobierno y de la oposición. Esto probablemente no quiera decir mucho en un tiempo de enorme descrédito de la política y de las instituciones, donde los mandatarios de los partidos tradicionales -por los emergentes no se cuestiona al no tener aún representación parlamentaria- no aprobarían ni aunque fueran Churchill o Roosevelt. Otro dato relevante es la ‘amnesia’ que sufre un cuarto de los que votaron al PP en 2011: solo el 32,6% asegura haber apoyado entonces a Rajoy, cuando en realidad lo hizo el 44%. Muy indicativo.

8. El PSOE, el que menos rechazo genera. El 36,1% asegura que “nunca” votaría al partido de Pedro Sánchez, porcentaje que sube al 40,2% en el caso de Ciudadanos y al 52,1% en el de Podemos y PP. A priori esto puede leerse como una oportunidad de crecimiento para los socialistas, aunque quizá esos índices respondan a pérdida de perfil competitivo por parte de un Sánchez que no despierta animadversiones porque tampoco levanta pasiones. La formación de Mariano Rajoy polariza al electorado, pues también es la que más adhesiones inquebrantables cosecha (7,1%), con permiso de ERC (7,9%). Además, sigue creciendo el porcentaje de españoles que ubica a C’s en la derecha (49,3%, por el 46% de julio y el 18,6% de enero), mientras los socialistas se hacen fuertes en el centro sociológico -ahí lo ubica el 21,1%-, que es donde más electores se sitúan (22,3%). El PP es colocado muy a la derecha -en la escala donde 1 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha obtiene de media un 8,21-, mientras Podemos sigue sin poder salir de la extrema izquierda (2,25, por el 2,57 que se lleva IU).

9. Sin sorpasso en Cataluña… De momento. CDC y ERC concurrirán por separado a las generales, lo que hacía pensar en un sorpasso de los republicanos, ante el declive que desde hace años muestra el partido de Artur Mas. Sin embargo, el CIS sigue estimando más voto para el nacionalismo conservador (2,9%) que para los de Oriol Junqueras (2,2%). ERC sí está ya por delante en intención de voto directa (1,9% frente a 1,2%), mientras ambos parecen acusar las consecuencias del voto dual catalán, que en generales prefiere abrazar partidos de ámbito nacional. Es a lo que se aferra Podemos para sacar un buen resultado que haga olvidar el desastre del 27-S, convencido como está de que puede pescar en los electorados de CUP, Junts pel Sí, PSC y Ciudadanos.

10. Estimar escaños, una pérdida de tiempo. El CIS no entra en cálculos sobre los diputados que podrían corresponder a cada partido, según la estimación de voto que sí asigna en su célebre cocina. Y hace bien porque las generales son en realidad la suma de 52 elecciones y un cálculo fiable en cada una de ellas requeriría un despliegue mucho mayor del realizado para este estudio, que ni siquiera preguntó a nadie de cuatro circunscripciones. Una aventurada aproximación llevaría a otorgar 125-135 escaños a PP, 95-105 a PSOE, 50-55 a C’s y 20-25 a Podemos, pero no deja de ser una frivolidad/pasatiempo poco productiva, al contrario que pararse a analizar las tripas del barómetro, que dan mucho de sí.

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