Los crímenes contra la Humanidad perpetrados el pasado 13 de noviembre en París por el grupo terrorista Daesh han vuelto a agitar, como suele ocurrir, los consabidos debates en los que se enfrentan seguridad y derechos humanos, como si ambos conceptos fueran el agua y el aceite. En este caso, los atentados han coincidido con el debate sobre la acogida a los refugiados sirios.
Para unos, la entrada de refugiados favorece a los terroristas del Daesh, que se aprovechan del “buenismo” occidental para infiltrarse en Europa. Para otros, los refugiados son, en su gran mayoría, personas que huyen precisamente de las mismas bestias que cometen en Siria (e Irak, por supuesto) las mismas barbaridades que acaban de perpetrar en París.
Los defensores del primer argumento necesitan de pocas pruebas para confirmar su discurso. De momento, la principal (y prácticamente única) prueba sobre los vínculos entre los autores de la matanza de París y la oleada de refugiados llegados a Europa en los últimos tiempos es un pasaporte localizado en las proximidades del Stade de France, el estadio de fútbol en el que se celebraba el partido entre Francia y Alemania en presencia del presidente François Hollande.
El pasaporte corresponde un individuo que había entrado en la isla griega de Lesbos el pasado 3 de octubre y había transitado por Grecia, Macedonia y Serbia (el 7 de octubre), antes de llegar a Francia, mezclado entre los refugiados. El joven presentó una demanda de asilo en Presevo, en el sur de Serbia, y el 9 de octubre ya se encontraba en Croacia, desde donde se desplazó a Austria como escala antes de llegar a Francia. El diario serbio Blic ha publicado su fotografía.
Su nombre es Ahmed al Mohamed, nacido el 10 de septiembre en Idlib (Siria) y presunto autor de la explosión en la puerta D del estadio. Según la fiscalía de París, el hombre pasó un control en Lesbos en el cual se le tomaron las huellas dactilares, que corresponden exactamente con las del kamikaze identificado en el estadio. No obstante, como reconocen las autoridades francesas, aún no se ha verificado la autenticidad del pasaporte.
«París lo cambia todo»
Estas informaciones han incrementado el temor por las infiltraciones del Daesh en Europa entre los numerosos refugiados huidos de Siria. En Francia, la líder ultraderechista del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, ha aprovechado para reclamar “la inmediata interrupción de toda acogida de migrantes” (nada que no hubiera pedido anteriormente, con atentados o sin ellos).
En Alemania, las formaciones aliadas de la canciller Angela Merkel han recurrido a la seguridad como argumento para poner fin a la política de puertas abiertas a los refugiados que había implantado el Gobierno, y el ministro de Finanzas, el bávaro Markus Söder, ha declarado a un diario alemán que “los días en que entraba la inmigración de forma incontrolada e ilegal no pueden continuar. París lo cambia todo”.
El nuevo Gobierno conservador de Polonia ha utilizado estas informaciones para echarse atrás en su acuerdo para aceptar a miles de sirios y el ministro de Exteriores de este país, Witold Waszczykowski, no ha esperado siquiera para asumir el cargo para declarar ayer domingo a la televisión estatal TVP que «con los cientos de miles de sirios que han llegado recientemente a Europa se podría crear un Ejército”.
Obviamente, tampoco ha podido faltar el primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien ha declarado que los atentados de París revelan que “los terroristas han explotado las emigraciones masivas para mezclarse entre la multitud de personas que abandonan sus hogares en búsqueda de una vida mejor”. A su juicio, “el derecho a la autodefensa” de Europa es “más fuerte que todos los demás derechos”.
Lesbos
Entretanto, miles de refugiados siguen llegando cada día a las islas griegas. Todos y cada uno deben pasar por un registro antes de entrar en la Grecia continental, un proceso que, en general, se ha convertido más en un breve trámite que en una investigación a fondo.
Los registros estudiados por el diario británico The Guardian el pasado verano revelan que los refugiados sólo deben demostrar su identidad ante las autoridades griegas antes de permitírseles seguir adelante, lo cual suele durar unos pocos minutos y no incluye ninguna pesquisa sobre los antecedentes. Esta celeridad en los trámites, que incluyen la toma de huellas dactilares, es el resultado de la falta de tiempo y recursos para comprobar los posibles vínculos con grupos armados de cada uno de los solicitantes. Por tanto, cualquier terrorista que aspire a entrar en Europa lo tiene relativamente fácil.
No obstante, tal como recuerdan los diversos medios, la aparición del citado pasaporte en París aconseja, cuanto menos, prudencia antes de sacar conclusiones generales sobre los refugiados procedentes de Siria.
Por una parte, como ya se dijo más arriba, los investigadores aún no han verificado la autenticidad del pasaporte, y ni siquiera hay confirmación absoluta de que no se trate de una persona inocente que se encontraba sencillamente en el mismo lugar. Por ejemplo, como recuerda The Guardian, también fue hallado en París un pasaporte egipcio que inicialmente fue atribuido a uno de los terroristas y que posteriormente se pudo determinar que pertenecía a una víctima herida en los atentados.
En todo caso, la clave es confirmar que el portador del pasaporte era exactamente el propietario legítimo de este documento, lo cual todavía no ha ocurrido. En este sentido, cabe la posibilidad de que se trate de un pasaporte robado. La posesión de un pasaporte sirio facilita la concesión del asilo en Europa, lo cual ha producido un mercado de documentos sirios robados. Varios sirios entrevistados en la frontera entre Grecia y Macedonia, citados por The Guardian, han aseguraron que habían sido atacados para robarles el pasaporte mientras recorrían los Balcanes.
Un pasaporte, según las mismas fuentes, puede venderse por varios miles de euros en un mercado que la propia agencia fronteriza europea ha calificado de “problema creciente”. También se han registrado numerosas falsificaciones, como ha comprobado un periodista holandés que recientemente se fabricó un documento a nombre del primer ministro de su país.
Para confirmar estas sospechas, la Policía serbia ha detenido a un migrante que poesía un pasaporte sirio emitido exactamente con el mismo nombre que figura en el documento localizado en el lugar de los atentados de París, según ha informado este lunes el diario Blic.
“El documento contenía el mismo nombre y los mismos datos, pero una fotografía diferente”, indica el diario, sin citar fuentes. “Fue encontrado el sábado en el centro de acogida de Presevo y la persona que lo portaba ha sido detenida para ser interrogada”, ha añadido. El Ministerio serbio del Interior no se ha pronunciado de momento.
El nombre de Al Mohamed es desconocido para los servicios antiterroristas franceses. Según Blic, “es muy probable que los dos hombres hubieran comprado por separado los pasaportes sirios falsos a un mismo falsificador en Turquía”.
Daesh contra los refugiados
Por otra parte, Daesh ha criticado hasta en una docena de veces la huida de refugiados a Europa, fundamentalmente porque “socava su pretensión de presentar al llamado Califato como un refugio” para los desplazados por la guerra civil siria, según ha declarado un especialista en yihadismo, Aaron Zelin.
Es bastante poco probable, por tanto, que las personas que huyen de Siria sientan algún tipo de simpatía por el Daesh, y, de hecho, muchas de ellas han huido a causa, precisamente, de las barbaridades cometidas por este grupo terrorista en su propia tierra.
Un alto porcentaje de niños
En todo caso, conviene recordar que, según ACNUR, alrededor del 43 por ciento de los 6,5 millones de refugiados internos en Siria son niños y que, según los datos de Unicef, más de la mitad de los ciudadanos sirios refugiados en el extranjero son menores de edad y alrededor de 110.000 niños han solicitado asilo en Europa en los primeros seis meses del año, con una media aproximada de 18.000 cada mes y un 80 por ciento más que en el mismo periodo en 2014.
El caso más conocido es el de Alyan Kurdi, el niño de tres años que falleció cuando huía de la ciudad kurda de Kobani, junto a su familia, precisamente de los crímenes del Daesh.