¿Incorrección por las formas o el tono de sus protagonistas? No. Salvo algún pequeño reproche o chanza inofensiva, en el debate organizado por el diario El País, trending topic nacional e internacional, todo se condujo por la senda de la normalidad. Incorrección por el hecho mismo de que se celebrase. Es lícito argumentar que la sociedad exige un debate entre los líderes que protagonizan las encuestas, y del que Rajoy se borró, pero es igual de lícito admitir que, guste o no, UPYD e Izquierda Unida tenian motivos para estar ahí, y para estar enfadados.
Es obvio que Internet y las redes sociales se pasaron la noche debatiendo sobre quién fue el ganador del debate. Pablo Iglesias lo fue para los lectores de El País y lo cierto es que, si consideramos el debate como un deporte, con independencia de las ideas que en él se vuelquen, el líder de Podemos es un consumado jugador que estuvo ágil y a la altura de las circunstancias. Hasta un buen fan del Real Madrid está obligado a reconocer la belleza de un gol de Messi.
También es cierto que la escenografía diseñada por El País, con un lúgubre atril vacío, permitió que los tres participantes y los espectadores tuvieran presente una ausencia, la de Rajoy, casi hecha carne.
Pero el vacío causado por el Presidente del Gobierno no era el único en un debate diseñado por las circunstancias, no por las normas. UPYD e Izquierda Unida han sido ninguneados, como ellos mismos denuncian, y curiosamente son pocas las voces que lo critican, empeñados como estamos todos en creer en la regeneración, la nueva política y un tiempo nuevo para nuestro Congreso de los Diputados.
¿Es lícita esta falta de sensibilidad ante partidos con representación parlamentaria frente a nuevos partidos que no la tienen? El problema es que con los debates electorales en España todo vale porque, admitámoslo, somos poco dados a esta sanísima práctica, de la que los estadounidenses son muy adeptos. Aunque los universitarios españoles están ofreciendo esperanzadoras señales de cambio, no podemos decir que en las elecciones españolas haya tradición de debatir. Desde el campo de Rajoy se ha afirmado que ningún candidato español se ha expuesto jamás a un debate ante más de una fuerza política y tienen razón. También es cierto que en once elecciones generales, sólo en tres se han celebrado debates con la participación del Presidente del Gobierno. Rajoy ha participado en tres de los cinco grandes debates electorales celebrados en casi cuatro décadas de democracia.
Dicho todo lo cual, una pincelada de cada candidato: Pedro Sánchez supo estar a la altura de Rivera y Pablo Iglesias, pese a que en muchas ocasiones se convirtió en su objetivo directo, en el equivalente del viejo dicho infantil que comienza con «dos contra uno…» No pudo evitar devolver ataques, en algún caso con razón, como en el del concejal de Podemos en Jaén, Andrés Bódalo, condenado por agresiones a un socialista. También utilizó a menudo el recurso de caracterizar a Rivera como un político de derechas, lo que le puede venir bien para ganarle en las elecciones pero mal a la hora de cerrar después un pacto.
Rivera pudo haber estado mejor, pero hubo determinados temas, como el de la Educación, donde su apuesta por los grandes pactos de estado y la percepción de que utilizaba el debate para aglutinar voluntades jugó a su favor. Iglesias, como hemos comentado, supo llevar la conversación a su terreno, y tuvo una frase muy brillante que no tardó en viralizar: «Rivera no es de derechas, es de lo que haga falta».
Y aunque es una frase que en el calor del momento pareció negativa, encierra un pragmatismo que el propio Rivera debería convertir en lema. Si sus asesores están espabilados, podrían haber encontrado un lema de campaña. Imagínenlo en su boca: «Yo no soy de derechas ni de izquierda, soy de lo que haga falta para sacar a este país de la crisis». ¿Funciona o no?