Visto desde fuera, el Premio Nobel de Literatura parece un galardón muy importante que siempre se llevan desconocidos. Sin embargo, echarle un vistazo más cercano permite apreciar algunas pautas y motivaciones e, incluso, deternerse en reflexiones.
Cada año, el segundo jueves de octubre se entrega el Premio Nobel de Literatura. Cada año, se convierte en todo un espectáculo por considerarse el premio literario más importante del mundo. Por dotación económica, por reconocer toda una carrera y no solo un libro, por publicidad… Y, sin embargo, rara vez los comentarios son favorables. Por supuesto, son todo parabienes sobre el ganador, faltaría más, pero no pasa lo mismo con el premio y quienes lo otorgan. Los ganadores pesan pero más que ellos pesan los errores al darlo y, peor aún, al no darlo. De ahí que, aunque solo haya uno por año, siempre parezca que no ha tocado a quien debería.
Quizá, para entender mejor este premio lo que hace falta es resumir sus problemas en diez puntos:
01) El Nobel de Literatura es como Eurovisión.
El mérito del ganador nunca falta, pero son más importantes los politiqueos y turnos que la calidad de la obra. Por eso, por ejemplo, se han ido repartiendo los premios por nacionalidades de modo que los estadounidenses -con diez ganadores, la nacionalidad con más premiados, sólo por debajo de los quince franceses y empatados con los británicos- ganaron el primero en 1930 y el último en 1993, pero resulta que tres fueron concedidos en los años treinta (1930, 1936 y 1938) y a partir de ahí, aproximadamente, uno por década, hasta que en 1993 decidieron de manera discreta dejar de dárselos. Han pasado 22 años y no parece que la cosa vaya a cambiar. Probablemente para dentro de otros ocho años tendrán que acabar dándoselo a alguno. Si es que no se les ha ocurrido alguna forma de evitarlo, porque hay otra parte importante en esto.
Franceses, estadounidenses y británicos han ganado 35 veces un premio que se reparte por nacionalidades
02) Los mapas geopolíticos de la Academia Sueca son un cachondeo.
Como se premia por zonas y por idiomas, muchas veces no está claro qué es lo que premian. Pero digamos que separan el mundo en unas pocas partes. La principal es Europa Occidental. Como decía antes, los franceses son los que tienen más ganadores, quince de los 112. Pero detrás están los británicos con diez, alemanes y suecos con ocho, españoles e italianos con seis… en total, 53 de los 112, cerca de la mitad. Algo que se nota también en los idiomas ganadores, de los que ya hablaremos.
Pero no es solo la importancia de Europa. Es que el Norte de América es básicamente USA y ahora Canadá -el truco que usaron en 2013 para darle el premio a un americano del norte fue buscarse a una escritora canadiense-, mientras que el resto del continente es una forma informe de idioma hispano, teóricamente Brasil incluido. Y España, nosotros, entramos en las cuentas tanto cuando toca europeo como cuando toca ganador hispano. Tenemos mucha suerte. Hay zonas en las que directamente no toca, como Oceanía, que solo ha tenido un ganador -australiano, claro-, o la zona que podríamos llamar del Asia meridional o Indonesia, que tiene de nuevo un único ganador -de India, en este caso-. Otras son tan grandes que es a la vez hilarante y vergonzoso. Cuando toca ‘Africa’ significa que puede ser de cualquier parte del continente y, además, de los países orientales dentro del Asia occidental.
Asia oriental y Europa oriental tienen más suerte. A los primeros les toca una vez por década y a los segundos cuando ha habido un ganador de Europa occidental hace poco. Además, con sus divertidas formas de entender las fronteras, este territorio comienza en la línea imaginaria de las fronteras de Alemania, Austria e Italia. Algo que explica que Noruega tenga tres ganadores y Suecia ocho, pero Finlandia solo uno. De todas formas, igual que hay una cierta sensación de plazos y de que toca a asiáticos (orientales) o a hispanohablantes lo más fácil es que:
03) En caso de duda se lo lleva un europeo.
Son los únicos que aparecen para romper los plazos y turnos. Cuando no parece haber un ganador claro o no están muy por la labor aparece un europeo. Más aún, es la única región que han tenido de manera regular ganador dos años seguidos. Aunque eso puede estar influido también por el idioma.
30 de los 112 ganadores escribían en inglés como idioma original
04) Si quieres ganarlo más te vale tener obra en inglés (pero no ser USA)
De los 112 ganadores, 30 -que se dice rápido- escribían en idioma original inglés. 16 en francés, 11 en alemán, 11 en español, siete en sueco, seis en italiano… seis idiomas y 81 ganadores. Una superioridad tan ridícula que haría pensar que no hay muchas más opciones en el mundo si no fuera obvio que es un caso de ombliguismo. Y, sin embargo, tiene esa leyenda encima de premiar siempre a autores desconocidos. Lo que demuestra una cosa sobre todas las demás:
05) La Academia hace auténticos encajes de bolillos para parecer variada sin serlo realmente.
Este mismo año ha tocado ganadora y así han sacado a pasear las estadísticas que pueden darnos una idea de que hay una cierta igualdad. Al menos hasta que te dicen que llevan 14 mujeres de 112 ganadores. Aún no se ha dado la ocasión de que ganen dos mujeres seguidas. Sí ha pasado que transcurrieran 17 años entre 1909 y 1926, 21 años entre 1945 y 1966 ¡y hasta 25 entre 1966 y 1991! La última vez que les tocó premiar a un norteamericano se decidieron por una mujer de color. Parecía que quisieran tachar varias casillas a la vez. Ese premio llegó tras galardonar a otros escritores igualmente de color el año anterior, en 1992 y antes de eso en 1986. El ganador de 2001 puede parecer de la zona indonesia pero en realidad es británico. Y cuando han tenido que votar a un africano las últimas veces se las han ingeniado para premiar a un mauritano y a un sudafricano ¡que fueran blancos!
Nunca han ganado dos mujeres seguidas, mientras que ha habido intervalos de hasta 25 años sin una ganadora
06) Es un premio colonialista en el que si te descuidas te quita la cartera un europeo blanco.
Por si no quedaba claro con esto, los dos ganadores sudamericanos eran blancos. Desde 1993 no ha habido un ganador de color negro. De hecho, los dos sudafricanos que lo han ganado han sido blancos. Y es que parece que incluso cuando toca el turno son capaces de encontrar una forma de premiar a uno de los suyos.
07) Más te vale no estar en una bronca propia o de tu país.
Una de las excusas habituales son los conflictos de la zona. De hecho, eso mismo es utilizado para justificar que candidatos de Oriente y África no son ‘adecuados’. No digamos ya si muestran unas ideas demasiados claras. Ese fue en tiempos el motivo de que se descalificara a algunos importantes escritores y una regla durante la mayor parte del tiempo en la Academia. Porque, como no podía ser de otra manera:
08) Hay escritores enormes no premiados, pero tranquilos que ya lo compensarán dándoselo a desconocidos que puedan reclamar algo como suyo.
Influencias y parecidos son siempre muy de agradecer cuando se está presentando a un escritor al gran público. Más aún si son de esos que, por los motivos que sean, se quedaron sin su galardón.
09) ‘Desconocido’ para el Nobel no es ‘Desconocido’ para la Crítica de Suplemento Literario.
Es uno de los mitos más extendidos. Eso de que se lo dan a gente desconocida es poco cierto. La cantera de los Nobel es bastante estable. Hay apuestas anuales en Ladbrokes, PaddyPower o NicerOdds. Apuestas que tienden a diferir poco entre ellas porque los primeros números suelen estar bastante igualados y, habitualmente, el que sale un año estaba el anterior entre los diez primeros. No solo eso, con las políticas de bloques por décadas y el coladero europeo alguno se puede pasar años ahí. Hay un autor surcoreano de poesía que es ya casi un amigo más, los siempre útiles europeos orientales, el eterno perdedor keniata. Pero en contra de lo que dicen las estadísticas, siempre hay autores estadounidenses de éxito cultural. ¿El motivo? Que no dejan de ser páginas de apuestas y muchas veces eso significa no solo los que están metidos en estas diversiones, también los que votan lo que conocen. Con eso y con todo, hay tres círculos de conocimiento. Y a ello debemos esa queja habitual de ‘ha ganado un desconocido’.
Cuando leáis ‘desconocido’, suele significar ‘alguien a quien YO no conozco’
Es curioso cómo funciona la literatura. Como es algo que se ve tan accesible y cercano, rara vez oímos del resto de premios que sean desconocidos. Pero todo el mundo conoce escritores, aunque sea de manera lateral. Más aún, según su conocimiento estarán en uno u otro de los círculos. El público general tiene una pequeña cantidad de escritores, habitualmente los best-sellers y algún intelectual de cabecera. El lector dedicado, que se suele informar por suplementos culturales, revistas bicolores y alguna cosa en internet, conocerá unos pocos nombres más. Generalmente dentro de esas esferas anglosajonas que es difícil que toquen, como hemos visto. Luego ya queda un pequeño grupo de los lectores, libreros, editores… los inquietos, que lo mismo tenemos un club para seguir el Nobel que vigilamos subidas y bajadas en las listas. Y con eso y con todo conocemos solo unos cuantos nombres más.
Porque, y esto es importante, cuando leáis ‘un desconocido’ pensad que lo que suele significar es ‘alguien a quien YO no conozco’, que aunque no parezca verdad, hay MUCHA gente escribiendo en TODO el mundo. Millones de autores en multitud de lenguas por todos los países. Una producción inabarcable que debería sernos presentada por los especialistas culturales pero que parece dejada al azar mientras estos se limitan a sancionar o enfrentarse a lo que va apareciendo, dando de lado la labor prescriptora y aventurera que se espera de periodistas y libreros. De modo que cuando la falta de conocimiento se hace patente, bien porque el autor no le suena, bien porque mira y casi no tiene obra publicada -a veces, peor aún, incluso aunque la tenga desde hace años, como sucedió con el último premiado asiático-, aunque entre el público general no debería ser un problema desconocer al ganador, hay lectores que lo llevan fatal. Que lo toman como afrenta por no conocerlo. Un movimiento extraño de una organización que ha osado buscar fuera del limitado círculo de conocimiento. En vez de alegrarse por ver algo nuevo o tomárselo como recordatorio de que hay MUCHA literatura allí fuera y gran parte de ella es desconocida para nosotros. Algo especialmente grave cuando están por medio los periodistas que se dedican a la cosa. Que han tenido tiempo de echarle un ojo cuando, como este año, la ganadora llevaba un mes arriba de todo en las apuestas y los cuatro siguientes son nombres que han aparecido antes y regresarán el año próximo, con lo que hay tiempo de sobra para conocer algo de su obra. Lo mismo que hacen los editores.
Algunos lectores ven como una «afrenta» que se conceda el Nobel a alguien que no conocen, en lugar de entenderlo como un recordatorio de que hay MUCHA literatura fuera por conocer
Porque un Premio Nobel significa que son los que, si hay suerte y toca, significará ventas para las librerías. Que al final es lo que se puede ganar con esto, el empujón para el autor, el editor, el librero. Y aunque un poeta no venderá tanto como un novelista, sobre todo si tiene un poco de nombre por ser del país europeo adecuado, las editoriales se preparan. Esta misma semana se han publicado obras de cuatro de los tradicionales candidatos. La semana pasada ya hubo algún lanzamiento de este tipo y varias editoriales guardan para publicar el año que viene sabiendo que si se lo llevan pueden adelantar su publicación. Eso mismo ha sucedido este año con Debate, del grupo Penguin Random House, que se ha encontrado con varias obras contratadas que tratarán de sacar cuanto antes para aprovechar el tirón.
Así que ya veis lo desconocida que era. Pero es un mito tan extendido, y se fija tan poco el quejica que no cae en la enorme cantidad de ganadores potenciales que hay por todo el mundo y la variedad de idiomas, nacionalidades, variedades raciales, sexuales o ideológicas que nos estamos perdiendo. De modo que cuando se dice esto de los ganadores del Nobel, que es un galardón dado por unos señores que ya hemos visto que son unos europeazos ombliguistas y con candidatos recurrentes, imaginad si además estuvieran haciéndolo bien.
Así que, al menos, queda la posibilidad de que al no conocerlo te pares a pensar en los libros que has leído durante el último año. Que analices su procedencia en lo geográfico y en las caraceterísticas predominantes de sus autores. Y te preguntes si realmente los ganadores son desconocidos o para conocerlos tendrían que llevárselos los de ciertas zonas de interés concreto y especial.
Si aún así no estás convencido o nadie parece tener muy claro de dónde sale -algo que ocurre una vez cada veinte años y que suele deberse más a un intento de disimular esta previsible rutina tras un par de años como este, en el que los ganadores de las apuestas poco se han llevado-, siempre podemos echar mano de una excusa:
10) La Teoría del Catering
Según la cual posiblemente se lo hayan dado al repartidor de la comida de ese día. No hay más que ver lo que han pedido para hacerse a la idea de a quién le va a tocar.
Una de las dos opciones podría ser la buena.
Lo más importante de estos diez puntos es lo que nos haga reflexionar sobre nuestro consumo cultural, sobre el estado de la industria y los medios de comunicación, sobre todo lo que no tiene que ver con la calidad objetiva del ganador. Eso da igual, es solo la excusa para mantenernos entrentenidos y poner en marcha la trama. Así que no dramaticemos, ese escritor de origen asiático tendrá su oportunidad el año que viene. Como todos los demás candidatos que logren llevar vivos al próximo octubre.
Así que todos tranquilos, que el Premio Nobel de Literatura -como acabamos de ver- solo es un juego. Y ya podemos empezar a preparar la partida para el próximo año.