Esta semana ha regresado a escena la Champions League, el torneo cuyo sistema cambió hace más de dos décadas el reparto de poderes en el balompié europeo. El libro Noches europeas recoge esta evolución.
Miguel Lourenço Pereira posee una amplia colección de libros de fútbol, pero le faltaba uno. Una tarde, charlando con João Nuno Coelho, cayeron en la cuenta de que no existía y lo mejor era escribirlo. Periodista e historiador portugués residente en Madrid, se propuso contar la historia de las competiciones europeas más allá de resultados y estrellas del balón: alumbrar un texto que permitiera entender Europa, a los europeos y la evolución social del continente en los últimos 115 años de la mano del fútbol. El resultado se titula Noches europeas y llegó a las librerías hace ya algunos meses.
“No creo que se pueda hablar de las noches europeas sin hablar de Europa, de lo que fuimos y somos, de cómo todo cambió y de cómo esos cambios han resultado en lo que tenemos hoy”, cuenta Pereira, que al hablar de su trabajo y el de Coelho transmite la ilusión de quien escribe por vocación y no por encargo. “El fútbol es el fiel reflejo de nuestra historia moderna. Los historiadores siempre han tenido reservas para hablar del rol de la cultura popular. Pasa con el cine y la música, pero creo que no hay nada como el fútbol para entender los cambios y las singularidades dentro de un mundo global”. El libro sigue esa línea y tan visible como los numerosos errores en la traducción es el trabajo que hay detrás.
Noches europeas divide la historia del fútbol europeo en seis grandes bloques separados por momentos clave, grandes puntos de cambio en distintos órdenes: histórico, social, politico y tecnológico. Comienza con lo que Pereira denomina sin ironías “el fascinante mundo pre-UEFA”, las bases -casi siempre olvidadas- del fútbol actual. Esa Prehistoria acaba en 1955 con la creación de la Copa de Europa y las primeras competiciones de la UEFA, etapa experimental dominada por los clubes del sur de Europa, “mejor preparados a todos los niveles para ese tipo de competiciones” y que coparon los once primeros títulos: Real Madrid (de 1955 a 1960 y 1966), Benfica (1961 y 1962), Milan (1963) e Inter (1964 y 1965).
Los años setenta también trajeron la revolución también al fútbol, por la transferencia de poder del sur a las nuevas potencias futbolísticas del norte. Es la tercera fase, en la que los títulos se reparten entre Países Bajos (cuatro seguidos entre 1970 y 1973, uno del Feyenoord y tres del Ajax), Alemania (tres seguidos del Bayern del 74 al 76 y Hamburgo en 1983) y Gran Bretaña (cuatro del Liverpool, dos del Nottingham Forest y uno del Aston Villa 1976 a 1984). A partir de ahí se produce, según Pereira, un “paréntesis histórico”, una breve transición que comienza en la tragedia de Heysel (1985) y acaba con la creación de la Champions League en 1992: “El hooliganismo, el inicio de la comercialización del deporte y los cambios politicos a escala global generaron un periodo de vacío de poder”, explica.
La ‘era Champions’
La quinta etapa viene marcada por “la afirmación del modelo comercial de la Champions”, que sacude el panorama y provoca cambios profundos, no sólo en la economía de los clubes y de la propia UEFA, sino en las mismas gradas de los estadios: “Basta mirar cintas de partidos antiguos y ver qué tipo de aficionados había y cómo era el ambiente”, cuenta el autor; “luego pones hoy la tele y el deporte es el mismo pero los cambios son radicales. Es como ver esos teatros shakesperianos y cervantinos, en las calles embarradas de Londres y Madrid, cerrar los ojos y volver a abrirlos con una opera de Mozart en Viena, un siglo y medio después”.
Como Lee Price, el periodista que juró odio eterno al fútbol moderno, Pereira cree que el aficionado ahora es, ante todo un cliente. Y además considera que la culpa es suya: “A principios de los noventa, los aficionados abrazaron el cambio de forma voluntaria. Querían sentirse seguros -mucha gente sufrió el hooliganismo en sus carnes- y querían, sobre todo, espectáculo”. Ir al fútbol dejó de ser algo tribal para convertirse en un espectáculo más exclusivo: “Cuando te presentas en una noche europea de maxima tension, sientes que falta algo cuando a tu alrededor hay más gente interesada en hacerse fotos que en dejarse llevar por la emoción”.
¿Hacia la Superliga Europea?
Pero habíamos dicho que había una sexta etapa, la actual, en la que el modelo de la Champions ha derivado en la reducción a “una élite continental indiscutible”, una “pequeña familia real” de aspirantes al título. Siempre hubo equipos dominantes, como vimos antes, pero detrás de su supremacía siempre había algo más que el dinero. “Ahora no”, sostiene Pereira, que pronostica larga vida al modelo: “Soy un romántico del fútbol, un nostálgico por naturaleza, pero tengo conciencia de que nada volverá a ser como antes”, lamenta. “Es inviable que un equipo como el Porto pueda ganar la Champions, como pasó en 2004, y si la ganaran un Atlético o un Dortmund, segundas lineas en ligas de primer nivel, no sería un ataque al sistema vigente. Además, el reparto financiero está estructurado de tal modo que los grandes equipos europeos saben que, aun perdiendo el titulo, nunca pierden en términos económicos y eso es la mejor baza que tiene la Champions para sobrevivir”.
Se lleva años, casi décadas, especulando con una nueva superliga europea. “Si se crea, los equipos no abandonarán sus torneos nacionales”, vaticina Miguel Pereira. “Seria en el fondo un torneo cerrado pero muy similar al actual. Al público le apasionan las eliminatorias. Necesita la tensión que sólo esos partidos pueden dar. Además, los clubes no pueden permitirse perder su base local. Al aficionado de Barça, Real Madrid o Atletico le puede entusiasmar un partido contra Manchester United, Bayern o Juventus, pero se necesitan mutuamente. Necesitan la picaresca de la Liga, los partidos de menor tensión competitiva contra rivales más débiles para sentirse fuertes, calentando motores para los duelos directos. El componente local, regional y nacional jamás dejó de ser relevante en el fútbol moderno y en España, Italia o Inglaterra los aficionados jamás perdonarían que sus equipos abandonasen por completo sus rivalidades locales. Lo que va a pasar es que los equipos grandes se van a sentir lo suficientemente seguros con el diferencial de presupuesto que existe para mirar a las ligas locales como algo secundario. Ya está pasando”.