Los operadores habían dejado claro en numerosas ocasiones que el proceso de consolidación del mercado español iba a suponer una reducción de la competencia y, por tanto, una congelación en las dinámicas competitivas. En cristiano, que nos podíamos olvidar de más bajadas en la factura después de años en caída libre. Sin embargo, las inversiones en redes y, últimamente, los disparatados precios que se han pagado por el fútbol van a llevar a que todos los clientes de las operadores, incluso quienes detestan el balompié, paguen la fiesta.
Durante la cena mantenida ayer con el consejero delegado de Vodafone, Antonio Coimbra, con medios españoles en el marco del Mobile World Congress (MWC) celebrado en Barcelona, el directivo recibió una pregunta clara por parte de Ramón Muñoz, periodista de El País. «Movistar y Orange han subido dos veces los precios reciéntemente, y vosotros sólo una. ¿Vuestras tarifas volverán a aumentar?»
Muñoz se refería a las subidas realizadas el año pasado por los tres operadores, que utiilzaban la fórmula de elevar precios y mejorar también las prestaciones, y a la que experimentaron a principios de año los azules y los naranjas, que Vodafone aún no ha replicado. Coimbra se mostró diplomático y habló de la necesidad de «ajustar» la oferta debido a los inversiones y a los costes.
Lo que Coimbra había dejado claro previamente es que el mayor y más imprevisto de esos costes es el fútbol. El último palo, los 2.400 millones de euros que pagarán los tres grandes operadores y Telecable a Mediapro por el canal BeIN Liga durante las próximas tres temporadas. Pero a eso hay que sumar los 750 millones de euros en tres años del Partidazo, a pagar también entre los cuatro. Y la Champions y el resto de competiciones europeas… Un dineral, en suma.
Coimbra admitió con elegancia lo que sus rivales también admiten: es imposible rentabilizar el fútbol. «Tendría que cobrarlo a 50 euros. El precio lo fijaremos no en función del coste, sino de la dinámica competitiva», señaló el directivo.
En el mercado nadie cree que vayan a repetirse los precios promocionales del último año, con paquetes de todo incluido por 6 euros. Sin embargo, el incentivo sigue ahí: teniendo en cuenta los mínimos garantizados a los que todos los operadores están comprometidos con Mediapro, sale a cuenta poner precios más baratos antes no utilizar la inversión ya efectuada para ganar nuevos abonados.
En todo caso, lo que se ha demostrado en el último año, tal y como reconoció el directivo portugués, es que la demanda del fútbol no es muy elástica. Con unos precios drásticamente más bajos que otros años, apenas se ha crecido en número de clientes. En España hay cerca de dos millones de hogares dispuestos a contratar el fútbol casi a cualquier precio, y otros doce millones que no pagan ni a precio de derribo.
Así, el coste del fútbol aparece en las cuentas de los operadores como un extra a justificar pero sin posibilidad de obtener retorno. Como una gran campaña de publicidad, si queremos verlo así.
¿Y quién paga esas campañas? El resto de abonados, que verán su factura subir para que los futboleros puedan disfrutar de su opio particular. Pero que nadie se sorprenda de que unos clientes fuercen los precios del resto al alza. En la época en la que los más listos se cambiaban de móvil cada año sin coste y pedían dispositivos de alta gama como si no hubiera mañana cada doce o 18 meses, eran los abonados que no cambiaban nunca de teléfono ni amenazaban con hacer la portabilidad los que le pagaban la fiesta al resto.
Sigue siendo un mercado injusto, sólo ha cambiado el tipo de injusticia.
llega la nueva regulación
Vodafone confirmó también que de aquí a una semana la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC) aprobará la propuesta sobre regulación de las redes fijas a las que Bruselas ha dado ya luz verde. Esto significará que unas decenas de municipios no tendrán regulación alguna y que en el resto Movistar estará obligada a dar una oferta mayorista a sus competidores. El próximo mes de junio se actualizarán los datos y se fijará el nuevo definitivo de poblaciones no sometidas a regulación que en opinión de los británicos alcanzará «60 o 70 municipios».