El secretario general del partido morado ha pasado de ser la figura política mejor valorada a la segunda con peor nota. La formación reconoce ya que no está «en condiciones» de ganar las generales, doce meses después de fijarse el objetivo de «asaltar el cielo». Iglesias asumió el protagonismo de la campaña catalana que hundió a su candidatura y comienza a ser superado por Rivera a nivel nacional.
“¡No nos conformamos con haber llegado hasta aquí, con quedar segundos en las elecciones generales; hemos salido a ganar y de eso tienen miedo!”. Pablo Iglesias pronunció uno de los discursos más importantes de su aún corta carrera política hace justo un año, en la asamblea que Podemos celebró en Vistalegre para constituirse como partido político. Fue entonces, 18 de octubre de 2014, cuando acuñó la célebre frase “el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto” y avisó de que su objetivo era llegar a La Moncloa.
Siete mil personas le aclamaron en el otrora lugar fetiche del socialismo; más de 112.000 votaron en el proceso abierto para elegir el modelo organizativo. La progresión del proyecto ideado apenas un año antes por un grupo de profesores universitarios, que había irrumpido en las europeas con cinco escaños, parecía imparable. El azote cariñoso en el trasero que una espontánea dio a su líder se convirtió en símbolo del momentum esplendoroso que vivía Iglesias.
Pero doce meses en la España contemporánea es un mundo. La situación sociopolítica ha dado un nuevo bandazo y ha dejado a Podemos temblando, hasta el punto de que su dirección reconoce que hoy por hoy no está “en condiciones de ganar” las elecciones generales. En este año, el secretario general del partido ha pasado de ser el líder mejor valorado del país a ser el segundo con peor nota. Su formación ha perdido la mitad de potenciales apoyos, ha cosechado un resultado muy pobre en Cataluña -segunda región española más poblada- y comienza a ser superado por el otro partido emergente, Ciudadanos. Además, las tensiones internas van a más en diferentes territorios, Iglesias ha deslizado en más de una ocasión que podría retirarse si en diciembre no obtiene un buen resultado y Juan Carlos Monedero, uno de los ideólogos de Podemos, ha hablado de la necesidad de una refundación tras las generales.
Precisamente Monedero dejó la dirección poco antes de las autonómicas de mayo -en las que el partido se quedó muy lejos de superar al PSOE, objetivo marcado en la campaña- afeando la pérdida de contacto con la calle que detectaba en Podemos. Una de las pocas alegrías ha llegado con la conquista de las llamadas “alcaldías del cambio” de la mano de plataformas en las que la formación morada cedió protagonismo en favor de un liderazgo coral y municipalista.
Deterioro de la marca Podemos
¿Qué ha pasado? ¿Se ha debilitado el liderazgo de Pablo Iglesias? “Basta con mirar las encuestas. Su pérdida de popularidad es evidente y ha pasado de disparar las audiencias en cada programa al que acudía a perder visibilidad de forma sustancial”, opina el politólogo Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III. El asesor del PSOE Antonio Asencio cifró el viernes en un millón la subida de espectadores que experimentaban determinados programas cuando Iglesias estaba en su plató. “Es un fenómeno que estudié y al que dediqué tiempo, hubo una moda que disparaba de tres a cuatro millones la audiencia de algún espacio, una cosa brutal de la que se benefició Podemos”, explicó Asencio en un acto organizado por la Asociación de Comunicación Política. Dicho fenómeno comenzó a menguar “hace unos meses”, en paralelo a la caída en las encuestas.
«Su pérdida de popularidad es evidente; ha pasado de disparar las audiencias a perder visibilidad», opina Pablo Simón
Es algo natural que los liderazgos se quemen con el tiempo, máxime en esta era de frenetismo donde pocas cosas son socialmente duraderas. Pero un año -o año y medio si se cuenta desde las elecciones europeas- es demasiado poco. Un desgaste exprés que Simón explica en base a dos razones: “por un lado está el deterioro de la marca Podemos, por múltiples razones, que ocasiona un efecto arrastre en su líder; y por otro errores de este, derivados quizá de la sobreexposición, del mal encaje que tuvieron ciertos tics coloquiales o entendidos como arrogantes, pero carecemos de indicadores claros sobre ello”.
El primero de los motivos es frecuente en política. Cuando un partido acusa deterioro, por una mala gestión, por una sucesión de errores, por un escándalo o por lo que sea, “da igual el líder que esté al frente, lo arrastra en la caída”. El editor de Politikon cita un ejemplo reciente para ilustrarlo: “Se vio con Rubalcaba; era el ministro mejor valorado pero en cuanto se le eligió candidato del PSOE su figura comenzó a derrumbarse, a sufrir el castigo que la sociedad aplicaba al partido por su gestión de la crisis, es inevitable”.
“Su liderazgo da muestras de debilidad, más por el proyecto en sí mismo que por él”, argumenta el experto en marca personal Pablo Adán. Autor de numerosos libros sobre liderazgo, Adán cree que Podemos aún puede remontar de aquí al 20-D, “siempre que el PSOE no se ponga por delante del PP” y pondera “la coherencia, el mensaje claro, la capacidad de conexión emocional y lo compacto del equipo que tiene detrás” como atributos de Iglesias. En el debe, detecta “falta de transparencia en procesos internos” y un lastre en “su pasado”, que le dificulta conquistar al electorado de centro que no compra el discurso “los de arriba contra los de abajo”.
El intento de triunfar en ese espacio provocó un giro al centro en el partido, otra de las características de estos primeros meses de vida. Podemos ha experimentado una evolución en su discurso que le ha llevado a abrazar posiciones socialdemócratas y a aparcar sus propuestas más radicales para conquistar lo que su dirección denomina “la centralidad del tablero”. Iglesias lo explicaba así esta misma semana en Antena 3: “Hemos crecido muy rápido, no es lo mismo presentarse a unas elecciones europeas para ver qué pasa que de repente poder ganar y formar Gobierno”. Se han hecho “mayores” y eso ha traído consigo posturas más “pragmáticas”. La propia asamblea de Vistalegre acordó la hoja de ruta para las generales que convirtió al partido en lo que Íñigo Errejón llama “maquinaria de guerra electoral”, circunstancia que obliga a que todos los movimientos se hagan pensando en la cita de diciembre.
¿Iglesias ya no suma?
Allí estará de nuevo como cabeza de cartel Iglesias, quien ya asumió en la campaña catalana un gran protagonismo, con escaso éxito para la candidatura que apoyó. Gemma Ubasart, dimitida líder de Podemos en la región, imputó directamente a esa estrategia personalista parte de la culpa del batacazo. ¿Ha podido llegarse a un punto en que la figura del todavía eurodiputado reste más que sume? “No lo sé… Lo evidente es que no hay alternativa”, responde Simón.
Manuel de la Fuente, consultor de Asuntos Públicos en KREAB, apunta una dificultad añadida con la que se encuentra el politólogo de la Universidad Complutense: “El liderazgo de Podemos es vertical, como lo es el de Ciudadanos, pero, a diferencia de estos, Iglesias tiene que imponer su liderazgo en una estructura de naturaleza variada, con un componente asambleario importante, en la que hay que justificar la coherencia democrática de cada decisión, con una base muy nutrida y bastante acostumbrada a disentir”.
El partido ha girado al centro y las bases cada vez participan menos en las consultas internas
Esas bases han venido participando cada vez menos en los procesos internos de Podemos. Desde que hace un año el 54,4% de los registrados en la web del partido votara los estatutos, el interés por las consultas ha caído en picado. Menos del 43% se manifestó en noviembre sobre cuál debía ser la dirección, cifra que bajó ocho puntos un mes después, cuando se preguntó por los dirigentes locales. En abril de este año, apenas el 20,1% participó en el proceso que designó a los candidatos a las autonómicas. Y en julio se tocó fondo cuando llegó la hora de elegir cabeza de cartel para las generales y listas al Congreso y al Senado: solo votaron 59.724 personas, el 15,8% del censo.
Sea por la pérdida de tirón de Iglesias, por el derrumbe de la marca o por un cúmulo de condicionantes exógenos, lo cierto es que Podemos encara la recta final de las generales con casi todo en contra. Ni siquiera las alianzas electorales con otros actores como Compromís, Més o las mareas acaban de cerrarse, cuando quedan tres semanas para presentar las listas definitivas. El programa electoral, en cuya elaboración el partido ha tratado de implicar a sus bases, será una de las últimas bazas por jugar.
¿Y después qué? Si Pablo Iglesias -que ayer cumplió 37 años- se diera por amortizado tras el 20-D, ¿habría vida para Podemos? El propio partido se ha planteado ya esta cuestión, en la escuela de verano que celebró en julio, como publicó VozPópuli:“¿Qué pasa con los liderazgos a partir de ahora? Hasta ahora el líder ha ejercido como guía hacia un lugar, pero luego habrá una situación de elecciones y una resolución, que puede tener distintos escenarios. ¿Qué ocurre con el líder entonces? ¿Qué va a pasar con el líder en ese momento en que el marco cambie?”. Las respuestas, en unos meses.