El ocaso de los discursos en papel: La política española abraza el ‘teleprompter’

Felipe VI es uno de los abonados al 'prompter'.

La herramienta que permite declamar mirando de frente hace fortuna en España años después de que se estandarizara en Estados Unidos. El Rey, Cifuentes, Urkullu o Sánchez ya se han abonado a esta práctica, que se expande gracias a un manejable modelo portátil patentado por la empresa Asesores de Comunicación Pública.

Viernes, 25 de octubre de 2013. Felipe de Borbón preside la tradicional y solemne entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Durante su discurso, al glosar la figura del golfista José María Olazábal, algo falla. El entonces Príncipe remarca que los triunfos de Olazábal -galardonado ese año en la categoría de Deportes- son producto “de muchos esfuerzos, de muchas ilusiones” y luego se hace el silencio durante 25 eternos segundos. Al cabo de ese tiempo, un asistente sale en auxilio del Príncipe y le acerca la intervención escrita para que continúe con su declamación. El teleprompter, del que el actual Monarca hacía uso por segunda vez, se había caído en el evento más especial del año para él.

Esa gala era la ocasión que Felipe de Borbón aprovechaba para introducir sus reflexiones más personales, abandonando ligeramente el encorsetamiento de otras citas. Y en 2013 lo hizo tirando de la herramienta que ya había probado con éxito en la defensa de la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos y que permite leer el discurso sin que se haga evidente. El orador lo pronuncia mirando de frente, a espejos invisibles para el auditorio -colocados uno a la izquierda y otro a la derecha- por donde va apareciendo el texto.

Arroyo lanzó su invento después de que el ‘prompter’ tradicional le fallara a Felipe VI en los Premios Príncipe de Asturias 2013

Es un mecanismo habitual en el periodismo televisivo y presente en la política norteamericana desde hace medio siglo. La imagen que se transmite es infinitamente mejor a la de la mirada baja hacia el atril, tan común en parlamentos españoles. Para cambiar definitivamente la segunda por la primera, la solución mágica es el teleprompter, cuyo hándicap principal era hasta hace dos años la incomodidad que comportaba alquilarlo, transportarlo y montarlo. Pero todo cambió tras la narrada vicisitud de Felipe VI.

Entre las bambalinas de aquella puesta en escena estaba el consultor Luis Arroyo, que recuerda la secuencia perfectamente. “Se nos fue la señal en mitad del acto, fue un desastre de tal dimensión… Aún hoy puede verse en el vídeo de la Fundación”, rememora en conversación con SABEMOS. Ese imprevisto le llevó a pensar en una solución para que el teleprompter pudiera utilizarse sin riesgos técnicos ni generando trabajos innecesarios. “Salí tan cabreado que dije ‘se acabó. Vamos a diseñar, a patentar y a comercializar un prompter portátil, que no nos obligue a andar con estos líos de luz y sonido cada vez que se usa, de alquileres, de contratar ayudantes…’ y así lo hemos hecho”, explica.

Arroyo, junto al ‘Prompter in a box’ en su despacho de Madrid

El presidente de Asesores de Comunicación Pública ideó junto a su equipo Prompter-in-a-box. Se trata de una herramienta ligera, manejable, similar a una maleta en apariencia, peso y funcionalidad. El invento se ha difundido con enorme éxito y ha hecho que los políticos españoles se hayan abierto sin miramientos a su uso. “Podemos decir que se ha democratizado, si se quiere, que antes era algo elitista y ahora está al alcance de cualquiera”, cuenta el propietario de los derechos sobre el aparato. Así, apunta que algo que antes podía costar hasta 12.000 euros ahora está disponible por menos de 6.000 y sin necesidad de ayudantes ni enchufes, pues “se monta en cinco minutos” y tiene batería autónoma de cuatro horas.

“Es una patente española, nuestra, recién concedida, y lo estamos comercializando. Con ayuda externa, por supuesto, con ingenieros que han hecho su trabajo, con unos fabricantes que lo producen, pero es nuestra creación”, continúa Arroyo.

Una gran aceptación

Este consultor recuerda los tiempos en que “viajábamos con el teleprompter por América Latina, hace cuatro o cinco años y era muy complicado; tuvimos trabajos en Washington, Nueva York, Buenos Aires, Bogotá, República Domicana… Y se hacía difícil trabajar, es que el prompter tradicional es una mole que pesa 60 kilos”. La innovación, que se complementa con la aplicación Prompter-in-an-app para poder manejarla desde cualquier dispositivo, ha supuesto una mejora tremenda para políticos españoles. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; el lehendakari, Íñigo Urkullu; la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre; o el líder del PSOE, Pedro Sánchez, son algunos de los que han seguido el camino del Rey en sus puestas en escena.

«Todo el que lo prueba se engancha, diría que tiene incluso un punto adictivo», asevera el consultor Óscar Santamaría

“El grado de aceptación es muy alto porque todo el que lo prueba se engancha”, cuenta Óscar Santamaría, socio de Arroyo en Asesores de Comunicación Pública. Santamaría habla incluso del “punto adictivo” que tiene el prompter, “porque es muy sencillo de manejar y muy agradecido… La primera sensación que tiene un orador cuando lo usa es que resulta muy fácil leer mirando de frente, sin bajar la mirada y olvidándose del papel. Se sienten muy cómodos y les parece una maravilla”.

Lo cierto es que lo ha utilizado gente muy dispar, no solo de la política. “Lo emplea gente del mundo de la empresa, de colegios profesionales, en asambleas de socios, conferencias ante auditorios grandes… También gente del mundo del espectáculo en alguna ocasión, para algún pregón o discurso solemne”, explica Santamaría, que lo recomienda a “todo aquel que tenga que hablar en público ante audiencias medianas o grandes”, de 200 personas para arriba.

No faltará quien piense que leer los discursos es una práctica de la vieja política, que resta naturalidad a la intervención. “Que lo vean como quieran, pero es que no hay más remedio”, les contesta Luis Arroyo. Y es que, “cuando llegas a la política, hay discursos que tienes que leer y punto, no hay nadie que no lo haga”. Se refiere el consultor a “intervenciones importantes, no a mítines donde repites siempre lo mismo y te lo sabes de memoria”. “Un discurso sobre sanidad, sobre tu visión del país, un discurso de investidura… Lo tienes que leer. ¿Cómo no va a leer el presidente del Gobierno el discurso del debate sobre el estado de la Nación?”

De modo que si a algún purista le da por renegar de esta práctica será solo porque no tiene un papel institucional protagonista. “Cuando hay que preparar discursos importantes, es la herramienta mágica. Para que el orador se sienta relajado, para que todo salga mucho mejor, es un invento extraordinario”, argumenta Arroyo, que si algún lamento tiene es el de no haber pensado antes en lanzar Prompter-in-a-box: “Es que la herramienta en realidad es de lo más sencilla”.

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