Paco Porras es ahora tele-predicador en el canal Vive Mágico. Y es un hallazgo que estimula las neuronas a los consumidores de la tele de madrugada, entre poligoneras que juegan a la ruleta y la repetición machacona de series.
Paco pone la creatividad al servicios de las mancias. Lo de menos es la predicción. Entronca el discurso político con la denuncia social, hace valoraciones sobre ética, arte, medicina… Vamos, lo que viene a ser un hombre renacentista.
Para aquellos que no lo vivieron o no lo recuerdan (esto segundo resulta difícil), Porras es un producto televisivo propio de un cambio de siglo. No se trata de uno de los mejores personajes que ha generado horas de televisión, sino uno de los mejores guionistas.
Fue el creador de la pandilla basura. Un grupo compuesto por personajes surrealistas. Tanto que merecerían una serie. Y por supuesto, un spin-off cada uno.
- Tamara, la cantante (ahora Ámbar-Yurena): Una chica recién llegada a la capital con ansias de triunfar y una gran inocencia pese a su estética neo punky-trash.
- Tony Genil: Figura folklórica en horas bajas, con conocimiento de la noche y del quien es quien.
- Leonardo Dantés: Compositor de canciones simplonas, provocadoras por su oportunismo.
Una suma de talentos que competían con la recién nacida popularidad de los «grandeshermanos» primigenios. Porque la Pandilla Basura apareció cuando Tele 5 empezó a generar sus propios famosos mediante los concursos. Un mecanismo que sigue en nuestros días vigente.
El programa «Mamma mia» de Telemadrid tuvo que dar réplica a aquella nueva hornada de personajes que salían de la calle y tenía Tele 5 en exclusiva. El canal autonómico empezó a ser testigo de todas aquellas correrías que tenían detrás a un importante productor de cine que ponía siempre una cámara de guardia para ellos. Y de ahí… saltaron al estrellato nacional. Si los protagonistas eran buenos… los secundarios eran inmejorables. La madre de la artista, Margarita Seisdedos, que golpeaba con un ladrillo en el bolso a los paparazzi, el misterioso Arlequín que jamás abrió la boca y al que nunca vimo su cara real (puede ser el cajero de su banco) o Loli (la joven que se operaba de estética compulsivamente).
Era un guión perfecto, a caballo entre Berlanga y Fellini, puesto al servicio de los programas de crónica rosa de sobremesa que entonces triunfaban
A este reparto, se unió una trama perfectamente orquestada. Daban sorpresas como empotrar un coche contra la Cibeles, inauguraban fruterías y tenían romances, embarazos fantasma, se amaban y luego se enemistaban. Era un guión perfecto, a caballo entre Berlanga y Fellini, puesto al servicio de los programas de crónica rosa de sobremesa que entonces triunfaban.
Paco Porras sobrevive y al hablar, recuerda a Ozores en ciertos momentos. Tiene más razón de la que parece pero el funambulismo de su credibilidad hace que le escuchemos con prejuicios. Demuestra que puede dar espectáculos en solitario, a cámara fija, mal iluminado y peor arreglado. Auténtica tele-verité. La televisión sin sus trampas acostumbradas. Un teatro que demuestra que ha sido uno de los mejores guionistas de la tele de cambio de siglo. Reconoció la tendencia: Los telespectadores queremos consumir historias, no importa si son verdad… o no. Lo admiro aunque nos tratara de engañar. En público reñía con Toni Genil y por la noche, se reunían en un céntrica cafetería de Madrid para planificar el viaje que tenían pendiente para inaugurar cualquier discoteca costera. Así cada fin de semana. Un genio.