Las elecciones de este 20 de diciembre pasarán a la historia por ser las más abiertas e imprevisibles de la joven democracia española. Todos los que acudamos a las urnas lo haremos con la incertidumbre de que nuestro voto estará sometido en última instancia a los eventuales pactos poselectorales que sin duda marcarán la composición del nuevo Gobierno y la investidura del nuevo presidente.
Pero lo que los españoles no debemos olvidar a estas alturas de la película es que nuestro país necesita estabilidad , fiabilidad y confianza. Estamos superando no sin grandes dificultades la crisis más duradera del último siglo, tenemos el respaldo y el reconocimiento de la comunidad internacional por el esfuerzo que ha realizado nuestra nación y que ha permitido iniciar la senda de la recuperación con una clara mejoría de nuestras perspectivas de empleo y crecimiento. Asimismo se ha conseguido racionalizar y sanear el sistema bancario y, en general, se han obtenido avances en el estado del bienestar.
La cohesión social, la unidad incuestionable de nuestro país, la consolidación de un buen sistema sanitario y educativo son cuestiones todas ellas que requieren de un consenso mayoritario y es por ello que sería deseable que todos los partidos en liza que dirimen estas elecciones generales asuman responsablemente que una de sus principales obligaciones para con los ciudadanos es la de facilitar la gobernación de España. Cuanto antes, mejor.
Cierto es que los ciudadanos hemos llegado a este 20-D con una sobredosis de cansancio y decepción respecto de la clase política y en particular de determinados excesos. Pero no es menos cierto que en los últimos años España ha recuperado buena parte de su prestigio exterior y ello se debe básicamente al acierto en el diseño y la ejecución de la dura política de reformas y ajustes llevados a cabo en esta legislatura. Pienso sinceramente que sería positivo para nuestro país poder mantener y culminar esta línea de actuación.
Dicho lo anterior, no deja de ser especialmente atractivo para cualquier democracia que partidos de reciente creación estén tomando un alto protagonismo que conllevará con seguridad un amplio respaldo social que tendrá indudablemente su ratificación en las urnas. Veremos hasta dónde. Lo que sí podemos concluir es que el 2015 marcará el final de muchos años de bipartidismo. Confiamos en que los líderes del llamado discurso regeneraciónista estén a la altura de las circunstancias.