El partido morado aparece fragmentado entre los partidarios de volver a la línea combativa de sus inicios o profundizar en una moderación que no espante a la mayoría de ciudadanos. Los expertos ven de fondo una encarnizada lucha por el poder orgánico que puede pasarles factura el 25-S y en unas hipotéticas terceras generales. «Las diferencias se seguirán expresando», advierte Montero, brazo derecho del secretario general. En Marea lamenta que la disputa de Podemos marque el final de la campaña gallega.
Podemos está dividido. Camino de cumplir su tercer año de vida y tras haberse expandido por toda España en tiempo récord, afronta el debate de qué camino tomar a partir de ahora. Su corta historia está plagada de rectificaciones, renuncias programáticas y bandazos dirigidos a perseguir el pragmático objetivo de obtener el mayor nivel de apoyo en el menor tiempo posible. Y todas las apuestas le salieron bien… Hasta junio. Las generales del 26-J supusieron un frenazo en su progresión y el primer gran fracaso de una decisión estratégica importante. La alianza con Izquierda Unida no dio el rédito esperado, la ‘campaña de las sonrisas’ no evitó una fuga de un millón de votos y la oportunidad de superar al PSOE se esfumó. Desde entonces, el partido aparece atrapado en el debate sobre qué falló y ha perdido mucho protagonismo en la vida pública.
¿Fue ese retroceso consecuencia de que la sociedad percibió como un peligroso escoramiento el pacto con IU? ¿Lo provocó, en cambio, la mutación discursiva y táctica con que se pretendió limar las aristas de un partido nacido de la protesta? ¿Conviene ahora volver a las esencias disruptivas para desmarcarse de los demás o perseverar en el intento de formar un proyecto amable y de tono contenido que pueda seducir a la mayoría? Pablo Iglesias cree en la primera hipótesis; Íñigo Errejón, en la segunda.
Podemos lleva meses enfrascado en un debate que habrá de abordarse definitivamente en la próxima asamblea estatal, prevista para febrero, y que ya tiene su reflejo en otros niveles orgánicos. El principal, la batalla por el poder de la federación madrileña, donde se enfrentan candidaturas de las tres familias del partido –pablistas, errejonistas y anticapitalistas-. Sus líderes no ocultan ya la divergencia, el resto de referentes toma posición y las tensiones amenazan con lastrar el funcionamiento del tercer proyecto político más importante de España. Todo ello a un mes de que venza el plazo para que las Cortes elijan presidente del Gobierno, so pena de disolverse y convocar nuevas elecciones.
«Si pretenden ser un partido de gobierno, deben abandonar los radicalismos verbales», opina el estratega César Calderón
“La pregunta que debe hacerse Podemos es la que se hacen todos los adolescentes cuando eligen la carrera que quieren estudiar: ¿Qué quiero ser de mayor?”, explica el consultor y estratega político César Calderón. A su juicio, si lo que pretenden es “ser un partido de gobierno, que ponga en marcha su programa y transforme la realidad española de acuerdo con su particular visión de la misma, tienen que convertirse en un proyecto de mayorías, susceptible de ser votado por todo el centro izquierda”. Y esa meta pasa “por abandonar radicalismos verbales y construir una plataforma política transversal, serena e inclusiva” porque “no basta con atraer a los outsiders y antisistemas varios cabreados”. Es decir, deberían seguir la línea defendida por el secretario político.
No hacerlo, según Calderón, significaría encaminarse a “ocupar un espacio testimonial, representando el cada vez más menguante voto del cabreo” y “reduciendo su presencia parlamentaria elección tras elección hasta volver al lugar tradicional de Izquierda Unida”.
Paralizados por el fiasco del 26-J
El politólogo Ignacio Martín Granados cree que la formación morada “no ha sabido qué hacer con el resultado del 26-J”: “Creyeron que podrían relevar al PSOE como referente del centro-izquierda y hacer frente al PP en un mano a mano electoral de forma más fácil y rápida, por lo que ahora sufren la decepción de no haber alcanzado esas expectativas”. Una frustración que puede conducir a la melancolía de ensimismarse sobre cómo se les escapó lo que creían en su mano, descuidando lo demás.
Para Martín Granados, el debate interno en realidad “ni es debate ni es interno”, puesto que Iglesias tiene “la hegemonía y el control del partido” y los reproches se hacen ya públicamente, incluidos todos los movimientos de la batalla en Podemos Madrid. Los dos caminos estratégicos que se le abren a la formación “siempre han conformado la duda trascendental del ser político de Podemos: la postura moderada/transversal pero ambiciosa de Errejón” frente a la “más pura y frentista de Iglesias”. “Hasta que pudieron jugaron a la ambigüedad, pero una vez desvelada su naturaleza tras la alianza con IU, deben decantarse por una opción”.
En efecto, las discrepancias estratégicas han sido una constante en Podemos. Nunca afloraron como ahora, ni fueron tan intensas, pero siempre ha habido disparidad de pareceres sobre el rumbo que debía seguir lo que nació como un partido movimiento al albur de la desafección ciudadana con la clase política, puesta de manifiesto principalmente con las protestas del 15-M. El pragmatismo se impuso tras la asamblea fundacional, en el otoño de 2014, y también se priorizó en todas las campañas electorales, dirigidas por Errejón. Las reivindicaciones más radicales -renta universal, auditoría de la deuda, salida del euro, eliminación de las ETT’s, jubilación a los 60 años, nacionalización de empresas estratégicas, prohibición de la tauromaquia, impulso de un proceso constituyente…- se fueron quedando por el camino o rebajándose ostensiblemente.
Juan Carlos Monedero, cofundador del partido, abandonó la dirección en 2015 entre críticas a esa senda, discurso en el que se ha mantenido desde entonces con su característico estilo mordaz y directo. Iglesias y su círculo de fieles –Irene Montero, Rafael Mayoral, Ramón Espinar– también están ya nítidamente en esa postura que reniega de las tesis errejonistas y pide una vuelta a las esencias. El choque más grave entre unos y otros se produjo con la destitución del secretario de Organización, Sergio Pascual, el pasado marzo. Iglesias fulminó al brazo derecho de Errejón por su pérdida de confianza en él, arguyendo la incipiente crisis en Podemos Madrid como causa.
Pablo Simón: «En el fondo lo que tenemos es una lucha descarnada por los puestos orgánicos de poder»
Esas escaramuzas orgánicas son para el politólogo Pablo Simón la clave de todo. “Tengo la impresión de que se está enmarcando el debate como si fuera una disputa en torno a grandes líneas estratégicas y en el fondo lo que tenemos es una lucha descarnada por los puestos orgánicos de poder en el partido”, indica al respecto. Considera que Podemos tiene abiertas “dos grandes brechas de conflicto” que explican la olla a presión en que se ha convertido: por un lado, la gestión de las alianzas periféricas “con organizaciones preexistentes, que disponen de sus propias estructuras, tienen mucho tirón por sí solas y exigen autonomía”; por otro, “la disputa dentro del sistema orgánico, que ejemplifica la fractura de la federación de Madrid”.
Las relaciones con Compromís, Barcelona en Comú, las mareas, MÉS o las distintas marcas de IU son complejas de sobrellevar porque cada uno de estos sujetos está formado a su vez por distintas sensibilidades, tiene sus propios intereses y quiere operar sin tutelas. Así se producen episodios como el paso de los diputados de Compromís al Grupo Mixto, las tensiones en Catalunya Sí Que Es Pot -cuyo grupo parlamentario está al borde de la fractura total- o las dificultades que se encontraron para conformar la confluencia En Marea ante las elecciones gallegas de este domingo.
¿Influirá en Galicia y País Vasco?
Simón cree que esta última cuestión, solventada tras la intervención expresa de Iglesias, evidenció los problemas de tejer alianzas tan heterogéneas. “El éxito de una coalición depende de que las distintas partes queden satisfechas y en este caso vimos cómo al menos sectores importantes de Podemos Galicia se dijeron claramente descontentos, lo impugnaron”, explica. Y es que una parte muy importante del partido rechazaba diluirse en la plataforma instrumental, quería concurrir en coalición y finalmente tuvo que ceder. Unas tensiones que “marcan mucho más la diferencia”, electoralmente hablando, que las disputas entre líderes nacionales, porque “al final la contienda del domingo es regional” y se mueve en esas dinámicas. El enfrentamiento Iglesias-Errejón, zanja el profesor de la Universidad Carlos III, “creo que los electores ya lo tenían descontado, no debería ser decisivo”.
Martín Granados, por su parte, sí entiende que la disputa puede condicionar el 25-S en el sentido de que contribuye a consolidar el marco ‘certidumbre versus caos’ que explota Feijóo en Galicia. “Da la razón a quienes plantean las elecciones en esos términos de estabilidad de lo conocido frente a la incertidumbre de lo nuevo”, razona: “El bochornoso intercambio de pareceres a través de Twitter refleja muy bien el río revuelto que es ahora Podemos”. César Calderón le avala: “Consciente o inconscientemente, Iglesias ha desenfocado la campaña de sus socios gallegos, incluyendo en ella el frame del enfrentamiento por el poder en Podemos; si yo estuviera asesorando a En Marea, estaría tremendamente cabreado, su única intervención en campaña hasta ahora ha sido para abroncar a un periodista y llevarle la contraria a Errejón”.
Este consultor también cree que detrás de lo que se vende como batalla de estrategias hay mera lucha por la hegemonía interna. “Es ingenuo pensar que existe un debate de ideas y otro orgánico, el debate en una organización política siempre es el mismo: el poder. Los otros, son meramente instrumentales”.
«Podemos tiene que elegir entre ser un partido transversal menos ideologizado o la nueva IU», Ignacio Martín Granados
Sea como tapadera o como fondo de todo, lo cierto es que el tira y afloja por la línea a seguir marcará los próximos meses en Podemos. La dirigente Irene Montero lo dejó claro este miércoles al afirmar que unos nuevos comicios en diciembre no soterrarían las divergencias –“a unas elecciones no necesariamente se va con todas las diferencias políticas resueltas”- y que los choques así son sanos: “Estas diferencias se seguirán expresando. (…) Somos seres humanos, no robots”. Desde En Marea, en cambio, lamentaron que los rifirrafes de Iglesias y Errejón hayan copado el final de una campaña que debería concluir en sorpasso al PSdeG. Esos debates deberían “quedarse en Podemos”, dijo la diputada nacional Alexandra Fernández, por “legítimo” que le parezca que se aborden.
“¿Qué estrategia adoptar?”, se pregunta a modo de conclusión Martín Granados. “Esa es la gran pregunta porque si se ‘edulcoran’ se convertirán en una versión dura del PSOE y las copias no suelen funcionar; y si escogen la opción más frentista se arriesgan a perder apoyos. Deben elegir: ser un partido transversal menos ideologizado (clásico cleveage izquierda-derecha) o la nueva IU, con más votos y diputados, pero a la sombra del PSOE” . En eso están. Y estarán.