- El presidente del Gobierno en funciones sale fortalecido de su quinta noche electoral como cabeza de cartel, saca más de diez puntos al segundo y reivindica su derecho a la reelección, que sigue estando muy complicada. Gana en toda España salvo en Cataluña y País Vasco.
- Sánchez logra un resultado digno que le legitima en el siempre convulso PSOE, mejora sus números en Madrid y ve como Díaz pierde crédito al quedar por detrás del PP en Andalucía, el histórico feudo socialista.
- La coalición Iglesias-Garzón cosecha un fracaso sin paliativos que lleva a la izquierda a sumar cinco escaños menos que en diciembre y reporta al centro derecha seis más.
- Ciudadanos paga la falta de identificación y compromiso de su electorado, queda condenado en las provincias pequeñas y pierde una quinta parte de sus escaños.
Llegaron para cambiarlo todo, inaugurar un nuevo tiempo y acabar con lo peor de un sistema que daba síntomas de agotamiento pero no pudieron, o no supieron, contribuir a nada más que provocar un bloqueo institucional sin precedentes en España. Medio año después de irrumpir en el Congreso, Podemos y Ciudadanos sufrieron un importante retroceso en las urnas que refleja que un amplio sector del electorado está ya convencido de que, en política, el aumento de la oferta no mejora necesariamente la calidad del mercado.
PP y PSOE cuentan hoy con cinco puntos más de respaldo electoral, mientras los emergentes tienen cuatro menos. La subida de los tradicionales viene liderada por Mariano Rajoy -suma 600.000 papeletas adicionales pese a que el 26-J votaron 1’2 millones de españoles menos-, que ve legitimada su posición, hacia dentro y hacia fuera del partido. Ha sacado más de diez puntos y 52 escaños al segundo, superando un 33% de apoyo que en la Europa actual está al alcance de muy pocos partidos. Se impone en todas las autonomías salvo Cataluña y País Vasco y en 42 de las 52 circunscripciones. Sube 14 escaños y aumenta la mayoría absoluta del Senado. Ninguna encuesta previó tal crecida.
Con estos números, nadie en Génova pensará en cuestionar el liderazgo de un Rajoy que anoche fue jaleado por cientos de simpatizantes del PP. El debate sobre la sucesión, que en algún momento llegó a asomar los últimos meses, está enterrado salvo que el propio líder decida apartarse. Igualmente, el veto que le aplican los adversarios es hoy bastante menos defendible que ayer. Como diría Alfredo Pérez Rubalcaba, los españoles han indultado a Rajoy. Qué decir de Aznar y su discurso contrario a la estrategia del miedo, que no solo ha hecho repuntar al PP, sino que también ha contenido el avance de Iglesias. La coalición de izquierdas pierde 3’2 puntos (1’3 millones de votos) y mantiene los mismos escaños gracias a que esa alianza permite optimizar resultados.
Pero si tal naufragio de la entente Iglesias-Garzón se ha producido ha sido también gracias al aguante del PSOE. Lo dieron por muerto muchas veces, todos los sondeos apuntaban al desastre, y Ferraz seguía vendiendo que no habría sorpasso. Quizás en votos, pero nunca en escaños. Al final, ni lo uno ni lo otro. Pedro Sánchez sube siete décimas, cede cinco diputados por los efectos secundarios de la coalición, pero sobre todo obtiene una impagable victoria sobre las encuestas, los rivales internos y los agoreros. “Espero que el señor Iglesias reflexione”, aseveró anoche, saboreando un resultado que tiene la contrapartida de dejarle muy difícil la investidura que intentó en febrero-marzo.
Sánchez saborea el fracaso de Iglesias en su intento por sobrepasarle: «Espero que reflexione»
Los 85 escaños del PSOE (84 si descontamos el de Nueva Canarias), sumados a los 32 de Ciudadanos dan 117, veinte menos que los del PP. Sánchez no podrá reeditar su pacto con Rivera para volver a poner a Iglesias y Rajoy en la tesitura de dejar gobernar al primer proyecto del Congreso o abocar a nuevos comicios. Unidos Podemos le planteará un pacto de izquierdas que requeriría del apoyo de todos los nacionalistas e independentistas para salir adelante –cosa que Ferraz tiene vetada– o de la connivencia de Ciudadanos -que ya se ha dicho incompatible con Iglesias-.
El PSOE no tiene fácil la articulación de sus próximos movimientos, aunque a buen seguro intentará la vía de lo que denomina “las fuerzas del cambio”, una operación que pretende incluir en el mismo acuerdo a los partidos emergentes, que hoy por hoy figuran en las antípodas en política económica y territorial. El antagonismo de sus respectivos candidatos también ha ido in crescendo.
Andalucía, Madrid y Galicia
Una buena noticia para Sánchez en clave interna procede de Andalucía. Susana Díaz no puede ya percutir con su “yo sí sé ganarle las elecciones a la derecha” porque, en un escenario de generalizada recuperación de su partido, ella se ha visto superada por el PP. Y eso es algo que en Andalucía, histórico feudo socialista, solo había ocurrido una vez (en 2011). El PSOE-A pierde tres décimas y dos escaños y solo logra ser primera fuerza en Sevilla, Jaén y Huelva. Los populares, que ganan en las otras cuatro provincias andaluzas para superar al socialismo por tres diputados en total (23-20, seis meses después de perder 22-21), suman así una pieza muy simbólica a su botín. También vencen en Extremadura, dándole la vuelta a la situación del 20-D.
Los socialistas recuperan el segundo puesto en Galicia a pocos meses de las autonómicas y recuperan terreno en Madrid
Ferraz consigue, asimismo, mejorar en Madrid, la circunscripción por la que concurren los candidatos a La Moncloa. Tras subir casi dos puntos y un escaño -el de Eduardo Madina, que vuelve al Congreso-, superan a Ciudadanos y se quedan a apenas 55.000 votos de Unidos Podemos, que cosecha aquí un revés especialmente significativo. Los diez diputados que Iglesias y Garzón sumaron por separado en 2015 se quedan ahora en ocho y dejan fuera de las Cortes a Sol Sánchez, la número dos de la candidatura de IU-Unidad popular en diciembre, que figuraba en el noveno puesto de la lista pactada por la coalición. También son dolorosos para Podemos resultados como los de Guadalajara o Salamanca, donde se quedan a cero pese a presentar como candidatos a dirigentes del partido morado -Ariel Jerez y Jorge Lago-.
Sánchez se ha enfrentado estas semanas a “dificultades extraordinarias”, tal y como él mismo verbalizó. Ha superado tensiones internas, malas nuevas diarias de la demoscopia y el acoso por tierra, mar y aire de la campaña polarizadora que PP y Unidos Podemos fueron tejiendo. El PSOE ha demostrado que un partido con 137 años de historia, que ha gobernado todas las regiones y los principales ayuntamientos de España -además de La Moncloa durante 20 de los últimos 34 años- no se tumba fácilmente. No es el PASOK. Y todavía puede llevarse alegrías como la de Galicia, donde remontó para quedar por encima de En Marea, a escasos meses de unas autonómicas en las que iba a hacer campaña desde el tercer escalón.
También ha taponado por completo la frontera con Ciudadanos. Su pacto con Rivera hizo pensar en una posible pérdida de votos en esa dirección, pero se ha demostrado que el partido naranja no está en condiciones de menoscabar el electorado tradicional de nadie. Su objetivo debe ser primero consolidar una base hoy muy inestable, formada por votantes poco comprometidos y volátiles, mayormente desideologizados, lejanos por completo de la fidelización que presentan los de sus rivales. C’s pierde una quinta parte de sus escaños pese a hacer una buena campaña tras trabajarse en la XI Legislatura un papel protagonista que no se correspondía con su modesto resultado.
Rivera realizó un gran papel en el debate, ha sabido repartir críticas a dos bandas y defender con criterio pero sin concesiones a Sánchez su pacto con el PSOE. Y, pese a todo, pierde unas décimas cruciales de respaldo electoral. La coalición Podemos-IU y el estirón del PP le condenan en las provincias medianas y pequeñas, esas donde comenzó a asomar en diciembre. A Rivera le costará mucho, pero mucho, consolidar ese espacio de centro que en España siempre ha estado maldito. Más le vale que no haya terceras elecciones.