Instituciones Penitenciarias tiene a cerca de 180 presos sometidos a un plan específico de vigilancia por riesgo de radicalización yihadista, según datos de la Audiencia Nacional citados por la agencia Europa Press.
Se da la circunstancia de que esa cifra es superior al número de personas actualmente en prisión por haber cometido delitos relacionados con este tipo de terrorismo, en torno a 90.
En esa cifra total bajo vigilancia se incluyen personas que profesan la religión islámica o personas marginales y vulnerables susceptibles de ser captadas. Según los expertos, a la hora de hacer proselitismo en prisión, los radicales buscan principalmente presos que cumplan penas no superiores a los tres años y que puedan salir libres pronto con instrucciones de continuar sus actividades radicales en el exterior, sin descartar alguna acción terrorista.
El ‘Programa de Intervención con los Internos Islamistas en los Centros Penitenciarios’, creado en julio de 2014, es uno de los planes de Interior sobre los que pivota esta estrategia centrada en los presos que «responden a planteamientos organizados, extremistas y violentos o pretenden utilizar el medio penitenciario para reclutar adeptos a su ideología radical».
Se introducen medidas concretas de actuación como «examinar las eventuales relaciones de algunos de los terroristas ingresados en prisión con personas con detenciones anteriores, con independencia de que hayan sido condenadas por terrorismo o por otros delitos». «Por tanto, hay que observar las comunicaciones y visitas con estas personas, las relaciones establecidas entre ellos o con terceros y las relaciones con otras formas de delincuencia organizada o terrorista», precisa el plan al que tuvo acceso Europa Press.
INFORMES SEMANALES
El programa otorga a los subdirectores de Seguridad de cada cárcel la función de coordinar toda la información que se recibe sobre los presos afectados y elaborar un informe cada semana «con las propuestas que consideren relevantes».
Otro punto clave es el control de las comunicaciones de «cara a prevenir eventuales incidentes y constatar los indicios de radicalización» y se extrema «un especial cuidado en el control y evolución de los de los procedimientos de expulsión de los presos incluidos en el Programa, de forma que no se frustre su finalidad por decisiones de la Administración Penitenciaria».
Por otro lado, se hace hincapié en «el necesario conocimiento y reseña de textos, grabaciones u otros sistemas de almacenamiento de audio o video que pudieran contener reflexiones o discursos de autores radicales». «No se autorizará la tenencia de estos materiales por favorecer el reclutamiento o la radicalización, procediendo también a la intervención de los mismos cuando se detecten en los registros o cacheos», zanja.
FICHEROS FIES
El ‘Programa de Intervención con los Internos Islamistas en los Centros Penitenciarios’ se apoya inevitablemente en las medidas de seguridad que se aplican a los presos incluidos en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES) que cuenta con un apartado especial para presos islamistas. Se trata de una base de datos que fue creada por la necesidad de disponer de una amplia información sobre determinados grupos de internos de alta peligrosidad.
El FIES incluye varias categorías: los presos de control directo (especialmente conflictivos y que habitualmente alteran la convivencia), los presos de bandas de crimen organizado, los condenados por terrorismo, los presos que han sido miembros de las fuerzas de seguridad o funcionarios de prisiones y los presos de «características especiales». En este último apartado se incluye a «internos que sin estar condenados por terrorismo islamista, destaquen por su fanatismo radical, por su afinidad al ideario terrorista y por liderar o integrar grupos de presión o captación en el centro penitenciario».
En ese fichero se almacena información que va desde «fotografías», «comunicaciones con el exterior» o «datos procedentes de otras fuentes». Además, sobre los presos terroristas «deberá mantenerse una permanente observación y control» sobre sus «relaciones con los funcionarios y con otros internos», «rol desempeñado y capacidad de liderazgo en los grupos organizados o espontáneos que se crean en los centros», así como «relaciones y posible vinculación con otros grupos del Centro».
En cuanto al «control sobre el movimiento de sus cuentas de peculio», se pide indagar sobre «el origen de aportaciones cuando resulten llamativas, así como las extracciones para otros internos, ex internos o personas vinculadas con estos».
TRAS ‘CHARLIE HEBDO’
Asimismo, el pasado mes de febrero, cuando sólo habían pasado unas semanas del atentado contra Charlie Hebdo, Instituciones Penitenciarias aprobó una nueva Instrucción interna mediante la cual ordenaba ampliar la vigilancia de los presos islamistas aumentando el número de reclusos a los que se dará este tratamiento de presos FIES en el colectivo «características especiales».
Existen tres categorías para clasificar a los presos islamistas: A (altamente radicalizados), B (medianamente radicalizados) y C (suspectibles de radicalización). Los del A y B ya recibían el tratamiento de presos FIES, pero se excluía «de forma expresa» a los del grupo C.
La novedad tras Charlie Hebdo es que Prisiones decidió incluirles también a los del grupo C. «Convergen en la actualidad circunstancias para modificar la categorización del Grupo C», indicaba la instrucción en la que se hacía referencia al «Plan estratégico nacional de la lucha contra la radicalización violenta”.
PERFIL DEL PRESO YIHADISTA
En cuanto al perfil del preso yihadista, la mayoría de ellos son casados, con hijos, de poca formación académica. Argelia o Marruecos son los orígenes más repetidos. El 80 por ciento tienen edades comprendidas entre los 25 y los 35 años de edad, es decir, se trata de personas jóvenes que en muchos casos son la primera generación de inmigrantes que llegan a España, según los expertos. Tres de cada cuatro estaban en España en una situación regular, es decir, españoles, nacionalizados o con permiso de trabajo.
También en prisión visten ropas de acuerdo con sus creencias, lucen barba y suele llamar la atención de las autoridades el perfecto estado de las uñas de sus manos en las que hay callos, al igual que en la frente debido al rezo. Casi siempre portan un ‘tasbih’, un objeto parecido al rosario para dirigir sus oraciones. En sus celdas casi nunca falta un Corán y suelen estar decoradas con frases de ese libro sagrado para el Islam.
En torno a una veintena tienen una sentencia de condena firme mientras que el resto, la mayoría, está en situación de prisión preventiva, según los mismos datos. En cuanto al modo de estancia en prisión, hay una quincena en primer grado (aislamiento), tres en segundo grado (el régimen más común en las prisiones) y uno con régimen mixto al tener una condena firme y otra causa pendiente de juicio. Sólo están clasificados los internos ya condenados.