Frenazo en China: ¿Se ha gripado el motor económico asiático?

Imagen aérea de Shanghai, capital económica de China.

Mientras la atención mediática se centra en Grecia, la segunda economía mundial se enfrenta a un periodo de cada vez menor crecimiento económico. Los analistas temen consencuencias globales en mercados como las materias primas o incluso los productos de lujo.

Son estas semanas en las que la negociación sobre la extensión del programa de ayuda a Grecia (o su hipotética salida del euro) copan la atención mediática. La posible ruptura de la unión monetaria tal cual la conocemos preocupa a los mercados y a la opinión pública. Sin embargo, los problemas que actualmente atraviesa otro país parecen estar recibiendo una mucho menor atención, a pesar de que el alcance de sus desafíos es global.

China, la segunda economía mundial (solo por detrás de EEUU) no está atravesando precisamente un buen momento. En los últimos trimestres el crecimiento del PIB ha experimentado un notable frenazo (aunque las previsiones de los analistas aún estiman un incremento de entre el 6,7% y el 7,2% para este año) respecto a los años en los que el Producto Interior Bruto de los chinos crecía a dos dígitos. Por si fuera poco, los analistas hablan del estallido de una posible burbuja financiera; en concreto, desde Bankinter hablan de una triple burbuja: inmobiliaria, de crédito y en Bolsa.

Ante la evidencia de problemas, la política llevada a cabo por las autoridades chinas ha sido de una fuerte bajada de tipos de interés y de rebaja de las exigencias de solvencia de los bancos, con la intención de facilitar lo más posible el flujo del crédito. Sin éxito. Este crédito barato empujó las bolsas de Shanghai a máximos; sin embargo, al sobreprecio de las bolsas «alcanzado en base a un monetarismo extremo» le ha seguido una brusca caída de las mismas. Los analistas de Bankinter, en un reciente informe, sostienen que lo que subyace detrás de esta inestabilidad bursátil es una incapacidad de China de solucionar «unilateralmente el agotamiento del modelo de crecimiento».

Desequilibrios estructurales

Lo cierto es que pese a que en el peor de los casos el crecimiento de China se espera que supere el 6% (dos puntos porcentuales por encima de España y muy por encima de la zona euro), hay indicadores que ratifican las sospechas de aquellos inversores que hablan de burbujas reventadas en el gigante asiático. Uno de ellos es la deuda: «Desde 2007, China ha incrementado su deuda total en 20,8 billones de dólares, lo que la ha situado en el 282% del PIB (…) ante estos números no sorprende que las dudas sobre la estabilidad financiera de China crezcan de forma recurrente», explican desde el departamento de estudios de La Caixa.

La deuda pública (un 55% del PIB) en concreto, es una de las principales fuentes de incertidumbre para los inversores internacionales. Y es que más de la mitad del endeudamiento público está suscrito por los gobiernos locales; se da la circunstancia que éstos se financian principalmente con la venta de suelo, pero como el precio del ladrillo se está desplomando hay serias dudas sobre la capacidad de estas corporaciones locales de atender a sus pagos. Por si fuera poco, parte de este endeudamiento se ha situado fuera de los balances por medio de vehículos financieros complejos, lo que dificulta su contabilización. «Asimismo, buena parte de estos vehículos se han financiado recurriendo al shadow banking, que ha tendido a invertir en proyectos más arriesgados que el promedio del sector bancario», explican desde La Caixa Research.

Junto con el creciente problema de la deuda pública, está el del mercado inmobiliario, que tras registrar crecimientos muy por encima del PIB, lleva meses en una fase de caída. Solo en abril el precio medio de la vivienda registró una caída del -6,1% en abril. «Las medidas de estímulo han detenido la hemorragia, pero han tenido un efecto pequeño para impulsar el crecimiento, por lo que serán necesarios más», anticipaban desde el think tank IHS. Y los estímulos irán para largo.

Reformas para crecer

El Gobierno chino presentó recientemente un programa de reformas (Made in China 2025) con el objetivo de reforzar y reactualizar en los próximos diez años la industria del gigante asiático: un sector manufacturero centrado en la innovación, una industria más eficiente y enfocada en sectores como las nuevas tecnologías avanzadas de la información, la robótica, los equipamientos aerospaciales, la alta teconología náutica, el equipamiento ferroviario y de vehículos propulsados por nuevas energías, entre otras opciones.

Pese a las reformas prometidas el presente de la economía china no es tan positivo como esperan las autoridades. Tal como señalan los analistas de Banca March en el informe mensual de estrategia, la confianza empresarial en China «continúa en niveles que anticipan crecimiento algo menor que el nivel de 7% al que aspiran las autoridades».

Si China tose, el mundo enferma

La importancia y el peso específico de China es tan grande que la salud de su economía determina el crecimiento global. Actualmente es la segunda economía (por tamaño) mundial, solo por detrás de Estados Unidos. Pero los distintos cálculos de expertos y bancos de inversión anticipan para pasado mañana el sorpasso chino a los estadounidenses. Tal como refleja el libro del economista Luis Torras (El despertar de China), los más optimistas prevén para 2018 el año en el que China pasará a ser la primera economía mundial; otros, lo retrasan a 2020. Pero todos lo dan como un hecho inminente.

El tamaño y la contribución de China al crecimiento mundial es tan decisivo que si el motor económico asiático se gripa, la economía global se detiene. Tal como explican desde la agencia Bloomberg, «los mercados emergentes y los proveedores de materias primas se han quedado enganchados por una demanda a la baja desde China». Son países como Estados Unidos, Japón y Alemania, que proporcionaron bienes de capital y maquinaria a una China que todavía los demandaba. «Pero esto podría cambiar pronto», explican desde Bloomberg citando un estudio del banco suizo UBS.

El crecimiento sin precedentes de China durante las últimas dos décadas ha engrosado las cuentas de aquellos países de los que los chinos han sido los principales clientes. Países exportadores de materias primas como Sudáfrica, Australia, Indonesia y Brasil podrían ver decrecer sus perspectivas en el caso de que la segunda economía mundial sufra un frenazo en su PIB. Lo próximos meses serán decisivos para confirmar si esta evolución es negativa o si el gigante asiático vuelve a rondar el 10%.

FOTO: THOMAS DEPENBUSCH en FLICKR

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