Constatación científica o divertimento intelectual, una serie de estudios genéticos ha llegado a la conclusión de que el poderoso conquistador mongol Gengis Kan es el antepasado común de 16 millones de varones actuales (y, previsiblemente, de más de 30 millones de personas, si incluimos a las mujeres), el 0,5 por ciento de la población masculina mundial.
Estas son las conclusiones de un estudio elaborado por una veintena de genetistas internacionales que, bajo la dirección de Chris Tyler-Smith, genetista evolutivo del Instituto Wellcome Trust Sanger en Hinxton (Reino Unido), extrajo muestras de cromosoma Y (de ahí que la investigación se centre en la población masculina) durante un periodo de diez años entre más de 40 poblaciones asentadas tanto dentro como en los alrededores del antiguo Imperio Mongol.
Con estas muestras, el equipo (cuyas conclusiones fueron publicadas en 2003 en la revista American Journal of Human Genetics) determinó que 16 millones de personas, el ocho por ciento de la población masculina total de las tierras que pertenecían al antiguo imperio, compartían idénticas secuencias del cromosoma Y.
El estudio destaca también que todos los casos en que se habían localizado estas secuencias correspondían a pueblos residentes dentro de lo que fuera el antiguo Imperio Mongol, con una excepción, por lo demás significativa: el pueblo de los Hazaras, en Pakistán. “Los Hazaras nos aportaron una primera pista sobre la conexión con Gengis Kan”, declaró uno de los autores, Spencer Wells, a la revista National Geographic. “Ellos cuentan con una antigua tradición oral que los presenta como sus descendientes directos”, aseguró.
John Wayne, un claro prototipo de par cromosómico XY interpretando a su posible antepasado
El cromosoma Y se transmite a través del ADN de padre a hijo y por lo general sin alteraciones a través de varias generaciones, excepto en el caso de que se produzcan mutaciones al azar. Estas mutaciones, que se producen de forma natural y suelen pasar desapercibidas, son conocidas con el nombre de “marcadores”, ya que, una vez identificados, permiten a los genetistas ir hacia atrás en el tiempo y trazar el punto en el que se produjeron por primera vez, ayudando con ello a establecer un linaje común.
Pues bien, a partir de estas mutaciones detectadas en el ADN, el equipo determinó que las personas analizadas podrían pertenecer todas ellas a un linaje con alrededor de mil años de antigüedad. Gengis Kan nació en 1162, por lo que, de ser él el antepasado común, la mutación pudo producirse en su bisabuelo.
Hasta la fecha, la extensión del cromosoma Y se había relacionado con el proceso de selección natural, por el cual los individuos especialmente dotados son capaces de transmitir sus ventajas genéticas a sus descendientes. No obstante, los autores del informe creen que éste no es el caso y que la verdadera razón de la expansión de esta secuencia se debe buscar en la propia historia.
“Éste es un claro ejemplo de que la cultura juega un papel muy importante en las pautas de la variación genética y en la diversidad de las poblaciones humanas”, explicó Spencer Wells. “Es el primer caso documentado en el que una sola línea genética causada por una cultura humana se incrementa hasta alcanzar una extensión enorme en unos pocos cientos de años”, añadió.
El Imperio de Gengis Kan a la muerte del emperador
Al respecto, los genetistas recuerdan que Gengis Kan se hizo con la fuerza de las armas con numerosos territorios. Una buena parte de los hombres vencidos en cada territorio morían en combate o eran asesinados por los vencedores. Las mujeres quedaban solas, sin hombres, y los conquistadores se las repartían como botín de guerra. Las más atractivas se convertían, por este procedimiento, en las esclavas sexuales del gran hombre, que podía esparcir sus genes, a través de ellas, por todo su imperio. De hecho, varios documentos escritos durante o poco después del reinado de Gengis Kan revelan que, al término de unas campañas militares plagadas de saqueos y violaciones, el “gran hombre” tenía prioridad a la hora de elegir a las mujeres más bellas de los territorios caídos.
Además de las innumerables concubinas, Gengis Kan poseía “en propiedad” 36 esposas. No se sabe cuántos hijos pudo tener con cada una de ellas, pero sí que con su esposa favorita, Bronte, engendró a cuatro varones y cinco mujeres. Con estos datos, suponer que nuestro protagonista tuvo cien hijos es quedarse, probablemente, muy corto, pero, con todo, esa mínima cantidad ya atribuiría a un solo hombre tantos hijos como los que hubieran correspondido a cinco o seis generaciones de “hombres normales”.
Aparte, Gengis Kan, fue lo suficientemente poderoso como para colocar a sus hijos al frente de un vasto imperio que aún habría de durar varios siglos, todos ellos en condiciones de hacerse con sus propios harenes de esposas y concubinas. De entrada, se sabe que el primogénito de Gengis Kan, Tushi, tuvo por lo menos 40 hijos repartidos por el imperio. Uno de los nietos del conquistador, el célebre Kublai Kan, fundador de la Dinastía Yuan en China, tenía 22 hijos legítimos, así como la costumbre de incorporar a 30 nuevas mujeres vírgenes a su harén cada año.
Gengis Kan, padre del mayor imperio compacto de la historia (dos veces superior al del Alejandro Magno y cuatro veces más grande que el romano), está considerado el hombre más famoso e influyente del segundo Milenio, ya que no sólo introdujo el lenguaje escrito en su pueblo e intentó crear una moneda nacional, sino que permitió desarrollar las relaciones comerciales y culturales con Europa hasta niveles desconocidos hasta entonces.
Nacido a mediados del siglo XII en una aldea de la colina sagrada de Burjan Jaldun, en la Mongolia Central, el aristócrata mongol Temujin (que tal era su verdadero nombre) consiguió unificar a todas las tribus nómadas mongoles y, a partir de ello, construir, literalmente a caballo, un vasto imperio que abarcaba desde Europa Oriental hasta el océano Pacífico y desde Siberia hasta Mesopotamia, India e Indochina. En 1206, el Consejo de los Nobles Mongoles lo honró con el título de Gengis Kan (“el mejor acero”), con el que se le habría de conocer para siempre.
Giocangga y otros nueve Adanes asiáticos
Pues bien. Con técnicas similares, a Gengis Kan le han salido recientemente varios competidores. El más notorio de todos es el aristócrata chino Giocangga, abuelo del emperador Nurhaci (el fundador de la dinastía Qing) y fallecido en 1582.
Giocangga, el «padre común» de 1,5 millones de personas
Los genetistas Mark Jobling, de la Universidad británica de Leicester, y Patricia Balaresque, de la Universidad francesa Paul Sabatier de Toulouse, han rastreado las pistas de los fundadores genéticos de varios linajes a través de los cromosomas Y de más de 5.000 hombres de 127 poblaciones en Asia. Tal como informó el equipo de Jobling al European Journal of Human Genetics, aparte de linaje de Gengis Kan, que se confirma como el más prolífico, se han podido localizar otros diez linajes, el de Giocangga y otros nueve de cuyo fundador se desconoce el nombre.
Los otros nueve proceden de Asia, desde Oriente Próximo hasta el sureste asiático, y datan entre el año 2100 antes de Cristo y el 700 después de Cristo. Aunque las fechas de estos nueve linajes presentan grandes márgenes de error, las fechas estimadas para los de Gengis Kan y Giocangga se acercan mucho a las determinadas por estudios anteriores.
En todo caso, en lo que también coinciden los estudios de 2003 y 2015 es en la interpretación histórica y social de la evolución genética. “Muchos hombres tienen muchos hijos, por pura casualidad”, explicó Jobling el pasado mes de enero a la revista Nature. “Pero lo que ya no es tan normal es que sus hijos tengan también, a su vez, una alta probabilidad de tener muchos hijos. Para ello debe haber algún tipo de refuerzo”, relacionado, obviamente, con un sistema social que ayuda a los más poderosos a engendrar muchos hijos con muchas mujeres.
En el caso de Giocangga, un estudio del ya citado genetista Chris Tyler-Smith reveló en 2005 que alrededor de un millón y medio de habitantes del noreste de China y de Mongolia compartían el “apellido genético” de este aristócrata, quien también “poseía” muchas mujeres y concubinas y había sembrado este mundo con una amplísima descendencia.
Chris Tyler-Smith
El estudio de Tyler-Smith se había centrado en un millar de hombres que compartían dos tipos de cromosomas Y, tras lo cual se pudo determinar que los orígenes de estos genes se situaban en el noreste de China y se remontaban a alrededor de 500 años.
La dinastía Qing surgió con fuerza en 1616 y en 1644 ya se había hecho con el control de China, justo en la época en que habría aparecido por primera vez este código genético detectado por los genetistas. Los Qing estaban formados por una extensísima y privilegiadísima nobleza imperial, especialmente prolífica y con muy altas probabilidades de sobrevivir, sobre todo si se compara con la del resto de la población.
China contaba por entonces con cien millones de habitantes y los expertos estiman que a cada chino de la época le podrían corresponder veinte descendientes actuales. En el caso de la nobleza, la cantidad de descendientes actuales sería mucho mayor (prolíficos y polígamos como eran) y, en el del buen Giocangga, si la genética no engaña demasiado, la ratio sería de uno a 1,5 millones.
Tanto los linajes de Gengis Kan como de Giocangga tenían varios elementos en común muy relacionados con su capacidad para multiplicarse y extenderse hacia el resto del mundo, por ejemplo hacia el oeste a lo largo de la Ruta de la Seda. Según Jobling, estas civilizaciones estaban controladas por linajes masculinos dominantes cuyos hijos se fueron trasladando, paulatinamente, hacia las posiciones de avanzada, en las que, a su vez, engendraban nuevos descendientes poderosos que seguían el ciclo.
En todo caso, lo que los investigadores tienen muy claro es que la única forma definitiva de confirmar a los fundadores de los linajes es la recuperación del ADN del candidato (de Gengis Kan, por ejemplo) o de cualquiera de sus descendientes muertos. “La búsqueda de estas relaciones es fascinante”, pero “cuando la llevamos a cabo nos basábamos en líneas de razonamiento más bien indirectas”, ha reconocido Tyler-Smith. «Lo que realmente deseo es que alguien, en algún momento, encuentre la tumba y los restos de Gengis Kan», ha añadido.
Imágenes | http://news.bbc.co.uk/www.sanger.ac.uk http://www.lahistoriaconmapas.com/