En sólo un par de semanas, Pablo Iglesias (el de ahora, el de Podemos, y no el prehistórico , para los tuiteros más activos, que fundó el paquidérmico PSOE) se ha contradicho tal cantidad de veces, pronunciado tales paridas antípodas unas de otras, que el empecinamiento de los seguidores en respaldar su disparate de turno me tiene sumido en un asombro que va camino de volverse irreversible.
¿Será posible (me pregunto) que la varicela podemita provoque de verdad un deterioro neuronal, o se tratará de otra cosa? Por ejemplo: que el deseo de jubilar a La Casta anterior para incorporarse a toda leche a La Casta nueva sea un hilo argumental más que suficiente para aplaudir lo que, por puro raciocinio, no tragaría ni un niño de siete años. En ese caso, me pasaría como a aquél genio publicitario de Tarso, el tal Saulo.
De veras, se me caerían las escamillas de los ojos: ¡Eyyayáaaaa…, (me diría), acabáramos! Están llevando a la anterior raza dirigente (incluyo a Sánchez y su PSOE, y a IU, porque también son de la profesión política, y les resulta imprescindible cargársela entera) hacia unos simbólicos hornos crematorios con el fin de ocupar las vacantes que dejarían. ¡Después, ya harán entre ellos los inevitables ajustes de cuentas en materia de dogmas! Pero pisando moqueta, no como okupas o en la cola del INEM.
A esa gran peña cabreada y decidida a llegar a la solución final se diga lo que se diga, se escriba lo que se escriba, cualquiera que sea el calibre de las animaladas que sus gurús pronuncien en esta primera fase, los argumentos que opongan aquellos a los que tienen sentenciados se la sudan; aún en el caso de que sean verdades como puños. Salvando las distancias, es como querer frenar a los muyahidines del Estado Islámico invocando los Derechos Humanos: les da la risa, porque quieren degollar y usar el cinturón-bomba.
Para llegar a la segunda fase (el relevo de una Casta por otra), sólo necesitaban las siguientes premisas: encontrar un acontecimiento aglutinador (lo fue el Movimiento de los Indignados); laminar a la Transición; un embrión de organización con vitola de seria y culta (perfectos los profes de Políticas de la Complutense); su presentación oficial como entidad política activa; un apoyo mediático centrado en periodistas proclives a servir a un poder político de estilo venezolano; su inscripción oficial…
La Casta Nueva necesita, entre otras cosas, de apoyo mediático y un acontecimiento aglutinador
…Y, finalmente, un Caudillo (generacional, carismático, comunicador y, durante la primera fase, hasta divertido y jaranero) dispuesto a encuadrar y disciplinar las filas, junto con su núcleo duro de poder. Por supuesto, desde unas reglas democráticas que irán adaptándole a medida. Lo han encontrado: es Pablo Iglesias (en adelante, P.I.)
El Podemismo ya ha reunido los ingredientes necesarios. Su predicamento entre ese 50% de jóvenes en paro o destinados a la emigración, que hace tiempo dejaron de creerse lo de la recuperación y el venturoso futuro, es casi absoluto. Valoran, en cambio, como puro blablablá el liberalismo o la socialdemocracia. Están curtidos por la frustración y, si algo asumen de la Historia, es el principio maquiaveliano de que “El fin justifica los medios”. Y el fin es el poder. De justicia es reconocer que en las generaciones anteriores han tenido excelentes maestros.
Eso despeja, desde mi punto de vista, la dicotomía que planteé al principio del artículo: la actitud de los podemitas irreductibles. ¿Obedecerá a que se tragan las ruedas de molino casi diarias que pronuncian P.I. y sus lugartenientes (lo que les clasificaría como un colectivo de tontos útiles), o será cierta mi tesis de que no quieren que nadie de la clase política anterior sobreviva, por mucho que sus miembros prueben hasta qué punto desbarran sus líderes y arguyan que no todo lo suyo ha sido malo?
No me cuadra que tanto licenciado y superviviente de una clase media de respetable nivel cultural (buena parte de las bases podemitas) hayan decidido ser imbéciles y demostrarlo. Creo más bien que pervive en ellos la resolución de castigar, pasar factura por tanto menosprecio, corrupción, burla, latrocinio, impuestos y multas cuidadosamente discriminados, nepotismo flagrante a base de oposiciones amañadas (cuando se hacen, que ya es raro) y designaciones a dedo, chorizos que las raras veces que entran en la cárcel salen en cosa de nada, promesas incumplidas… ¡Fiúuuuu…!
Así que su revancha es ignorar el ídem de ídem vosotros que invoca la Casta que se defiende. Y eso que P.I., su Estado Mayor y los elegidos para las satrapías apenas pisan aún moqueta. Cierto es que las granujerías en que ya han incurrido son minucias al lado de lo que ha quedado y está quedando atrás, pero me alarman porque son síntomas.
Desde que manejan presupuesto oficial en municipios y comunidades, un entusiasta chorreo de primos, hermanos, cuñados, esposas (además de amiguetes, camaradas de estudios y colegas de trabajo) han empezado a ocupar concejalías, asesorías, consejerías, conserjerías incluso. Y si hay que echar a algún currante anterior, se hace.
Se trata del eterno esquema de mamandurria que impregna la historia de España
Se trata del eterno esquema de mamandurria que impregna la historia de España (e incluyo, y especialmente, a Cataluña), pero en edición nueva. Es el síndrome que nos avisa de que, por este camino, sólo fomentaremos una renovación de la golfería de siempre; pero más dispersa, con nuevas necesidades y al precio de una desestabilización general que puede enviarnos al mismo carajo que a los griegos.
Ese apunte me recuerda que (asumiendo lo de llevar al carajo a su país cómo prueba del 9 de Syriza) P.I. se apresuró a anunciar que Podemos nunca haría nada que dañe a España. ¿Qué quiso decir, que él jamás ejecutaría la política de Tsiripas, propuesta tantas veces como modélica, o sólo le traicionó el subconsciente, haciéndole admitir que esa estrategia de Gobierno es un puro disparate?
Otro dato sobre P.I. es la manera en que ha dispuesto el montaje de las Primarias en Podemos: laminando a cualquier grupo que remotamente pretenda escapar a su control. Su visión parece ser que una Casta nueva necesita un Caudillo que la embride.
Y a pesar de todo, concluyo como empecé: Podemos e Iglesias son (de momento) im-pres-cin-di-bles para España. Constituyen la última posibilidad de recuperar lo más sano de la Casta anterior (que lo hay, y mucho) y arrojar a la cochiquera a tantas manzanas podridas. Los veo como el aliento que la dirigencia actual debe sentir en la nuca para asustarse y hacerle abordar una regeneración hasta sus últimas consecuencias.
Pero, háganse también ustedes un favor, no busquen empezar de cero poniendo el futuro en sus manos. Como cierta vez dijo Alfonso Guerra (creo), no creo que entonces reconozca a España ni la madre que la parió. Pero para mal.
PD.- Mi cordial felicitación a mi compañera de columna en SABEMOS Reyes Monforte, por su premio literario de la Editorial Espasa, por ser tan excelente escritora, magnífica persona y la mujer que hizo feliz a mi amigo Pepe Sancho en sus últimos años. Que conste.