Influido por la religión, cada vez más ‘infiel’… Así es el electorado español

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, votando en las elecciones de mayo.

El libro Aragón es nuestro Ohio , presentado ayer en Madrid por el equipo de politólogos y sociólogos Piedras de Papel, realiza una ambiciosa radiografía del voto en España. Siempre, de 1977 a 2011, el partido que ganó las generales en la comunidad maña se hizo con las llaves de La Moncloa.

En 1964, los demócratas de Lyndon B. Johnson arrasaron en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Ganaron en Ohio y en otros 43 estados del total de 50 que componen la primera potencia mundial. Desde entonces ha habido doce comicios presidenciales más y en todos ellos se hizo con la llave de la Casa Blanca quien triunfó en ese pequeño territorio del Medio Oeste. Ohio ejerce de heraldo del ganador, como lo hace en España la comunidad de Aragón. En las doce elecciones generales de la democracia se ha llevado el gato al agua el partido que logró imponerse en esa región, una curiosidad que hace de Aragón un sucedáneo de la Grandview inmortalizada en Magic Town.

Efectivamente, Aragón es nuestro Ohio. Y bajo ese título ha recogido el equipo de once sociólogos y politólogos que integra Piedras de Papel las características socioelectorales de los españoles, una obra que ayer presentaron en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En vísperas de los comicios más decisivos desde la Transición, Piedras de Papel arroja luz sobre el componente de irracionalidad que hay en el hecho de ir a votar, radiografía ideológicamente a España y derriba muchos mitos consolidados.

Las conclusiones y curiosidades que se recogen son innumerables, algunas de ellas tan sugerentes como:

-Huesca, Zaragoza y Teruel son “una España en pequeñito”. El hecho de que el ganador en Aragón coincida siempre con el triunfador global parece de todo menos casual. Esa región alterna una gran ciudad con amplios espacios de población rural; tiene una circunscripción grande donde pueden obtener representación tres o más formaciones y dos pequeñas donde está carísimo el escaño; cuenta con un partido regionalista -PAR- y otro nacionalista -ChA- que no tienen la fuerza de los catalanes o vascos pero tampoco son testimoniales como los castellanos. Es “un microcosmos del universo nacional”, “una España en pequeñito”, como describe el libro y apuntó en la presentación uno de sus autores, José Fernández-Albertos.

-Extremadura, comunidad donde siempre ha gobernado el PSOE salvo de 2011 a 2015, es una de las regiones que más a la derecha tiene a su electorado. Solo Castilla y León, Canarias y Murcia son más derechistas. En el lado contrario se sitúan las izquierdistas Navarra, País Vasco y Cataluña, que, paradójicamente, han dado continuas victorias electorales a partidos del centro derecha: UPN, PNV y CiU.

-Los españoles tienen muchos problemas para definir qué administración tiene competencia sobre qué materia. Consecuentemente, los partidos en el poder en ciertas autonomías pueden concurrir con éxito a unos comicios vendiendo que las disfunciones provocadas por su gestión en realidad son culpa de otra administración donde gobierna el rival. Y viceversa.

-El centro es clave, ma non troppo. Que las elecciones se ganan en el centro sociológico es un mantra que de tanto repetirse se ha convertido en axioma. Y la realidad es que los votantes de centro son muchos, el 20%, y si todos se decidieran por el mismo partido a buen seguro ese sería el ganador, pero lo que ha ocurrido es que “no se ha dado el caso de que un partido haya ganado las elecciones fuera del centro y no las haya ganado en el centro; los partidos que ganan también ganan en el centro, pero no ganan porque ganen en el centro”.

-¿Juega la religión algún papel a la hora de decidir el voto? En la España del siglo XXI, con el paro, la corrupción y la economía copando las preocupaciones de los ciudadanos en un estado aconfesional, podría pensarse que la religión no influye a la hora de elegir papeleta electoral. Y sin embargo, los estudios sociológicos demuestran que “es un factor condicionante de las opciones políticas” de los españoles: “La religión continúa separando algunos bloques ideológicos bastante bien delimitados (…) los cambios electorales a corto plazo suceden en un escenario en que la religión importa y es posible que asistamos a una mayor polarización religiosa en el futuro si el electorado de Podemos llega a ser una fuerza mayor”.

“Queremos votantes promiscuos”, dijo ayer en la presentación del libro la politóloga Marta Romero, otra de las autoras. Sería “bueno para la democracia”, añadió, que los partidos no dieran por sentado que tienen aseguradas determinadas bolsas de votantes. Y, en efecto, una de las características de la España contemporánea es que la ‘infidelidad’ del votante se ha disparado. Aragón es nuestro Ohio lo sintetiza así: “Las próximas elecciones serán las elecciones de los promiscuos por excelencia. Podemos y Ciudadanos son los nuevos amantes de los españoles. Que esta relación se consolide y genere nuevas fidelidades ya es otra historia”.

-Los humildes, con Iglesias; los acomodados, con Rivera. Los grandes partidos que han capitalizado el voto en España en las últimas décadas, PP y PSOE, presentaban un electorado no diametralmente opuesto en términos socioeconómicos. Esto es algo que cambia con los partidos emergentes: Ciudadanos está triunfando sobre todo entre las clases acomodadas y Podemos entre los desfavorecidos, los que Fernández-Albertos denominó “excluidos” en su ensayo Los votantes de Podemos.

¿A quién votan los parados? En España una de cada cuatro personas en edad de trabajar está en el paro. Si se unieran, podrían hacer ganador a quien quisieran. El libro de Piedras de Papel dedica un capítulo a este sector de la población, caracterizado por su “mayor predisposición a votar a la izquierda” y “su menor nivel de participación”. Sin embargo, en la España de 2015 algo podría cambiar: “los parados no se muestran esta vez más desmovilizados que el resto y sí particularmente críticos con el partido en el Gobierno”.

-Los jóvenes, ya no tan de izquierdas. Juventud y progresismo son conceptos que parecen ir de la mano, no en vano hizo fortuna la expresión “quien a los 20 años no es de izquierdas, no tiene corazón;quien a los 40 no es de derechas, no tiene cabeza”. Lo que muestra la coyuntura actual es que “la evolución ideológica de los menores de 35 años ha seguido una tendencia de descenso de las posiciones de izquierdas y de los ‘sin ideología’, aumentando los votantes moderados y los conservadores”.

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