A pesar del triunfalismo que suele mostrar el sector de la producción ecológica y el gran número de ayudas públicas que recibe, los números siguen siendo los que son y demostrando que su aportación al sector alimentario es bastante discreta.
Esto se explica en gran parte por el elevado precio y escasa producción que deja fuera a gran parte de los potenciales consumidores que simplemente no se lo pueden permitir o no tienen acceso a la producción.
Si esta producción es pequeña y cara, es en gran parte por culpa de problemas técnicos. Recordemos que la producción ecológica no es más que aquella que se ajusta al reglamento europeo de producción ecológica, y que este reglamento se basa en la falacia de que algo, por el simple hecho de ser natural, es mejor, es decir, que todo lo que se utilice en el cultivo sea natural. El reglamento contiene aberraciones como aconsejar explícitamente el uso de homeopatía, lo que deja al descubierto su absoluta falta de base científica.
El problema es que con las cosas de comer no se juega, y cuando uno antepone la ideología a la ciencia agronómica el resultado no puede ser bueno. Y los resultados cantan.
Recientemente, dos informes oficiales de la Unión Europea han vuelto a sacar los colores a la producción ecológica. El primero es el resultado de las auditorías llevadas a cabo en 14 países de la Unión Europea sobre el proceso de certificación ecológica que ha puesto de manifiesto graves deficiencias en el proceso. Aunque hay países que cumplen más que otros, la auditoría ha detectado fallos en la comunicación de las irregularidades y en la solución de estas irregularidades, así como importantes diferencias en los controles y que los niveles de riesgo no se consideraban suficientemente. Y claro, si los temas de seguridad alimentaria no se toman con la suficiente consideración, pasa lo que pasa.
Sobre el descontrol que ha puesto de manifiesto la auditoría ya hablé en esta misma columna cuando descubría que un producto no autorizado para uso alimentario había sido certificado como ecológico… que es una certificación de alimentos.
De oca a oca saltamos a otro documento oficial que vuelve a dejar en evidencia a la producción ecológica. La EFSA tiene un sistema de alerta rápida que notifica todas las alertas alimentarias y todas las retiradas de productos alimentarios por problemas de contaminación. Anualmente publica un informe haciendo balance de los problemas de seguridad alimentaria. Y curiosamente la producción ecológica, con menos de un 10% de la producción total, siempre sale en la foto. Este año el informe habla de contaminación por datura (una hierba venenosa por su contenido en alcaloides tóxicos) de cereales para bebé. Suerte que el sistema de alerta rápida es muy eficiente y no tenemos que lamentar desgracias, aunque en Francia la contaminación de productos ecológicos con datura ya provocó 6 hospitalizaciones en el 2013. Además de esto, y para no perder la costumbre, también se alerta de una partida contaminada por salmonella de germinados, en esta ocasión, chía.
Por lo tanto, hasta ahora ya sabíamos que ningún estudio ha demostrado que comer ecológico sea más sano. Ahora las auditorías europeas demuestran que tampoco es más seguro.