Abril se ha convertido en un mes negro para la banca española, hasta cuatro entidades han abordado reestructuraciones internas con una media de más de 700 despidos por semana. La digitalización de los servicios financieros es la principal amenaza para los empleos tradicionales del sector.
Que la banca tradicional tiene los días contados no es algo nuevo, la digitalización de los servicios y el creciente protagonismo de las fintech son la viva imagen de que algo está cambiando. Pero nadie esperaba que la transición fuera a ser tan brusca, y los últimos movimientos hacen prever que la reestructuración del sector financiero sólo acaba de comenzar.
El mes de abril ha sido especialmente ilustrativo respecto a la futura evolución de la banca en España; cuatro entidades han llevado a cabo de forma consecutiva una serie de reestructuraciones internas que han dejado en la calle a un total de 1.245 personas.
Banco Santander fue el primero en abrir la caja de Pandora a principios de abril, con el despido de 1.200 trabajadores de sus oficinas en España. El siguiente en dar el anuncio fue Novo Banco, con una reestructuración que afecta a 125 trabajadores, seguido de Banco CEISS (fruto de la fusión de Caja Duero con Caja España), cuyo ERE deja en el paro a 1.120 personas.
El último en sumarse fue Caixabank, tras anunciar una reducción de plantilla por medio de prejubilaciones voluntarias incentivadas cuyo alcance afectará a 500 empleados.
El cierre de oficinas físicas y unos débiles resultados anules son los puntos en común de todas las entidades implicadas. Los nuevos canales digitales se han convertido en un filtro que ha cambiado tanto el perfil del empleado como las necesidades y hábitos del consumidor.
“Las fintech han venido a desafiar el statu quo de la banca, pero también para crear valor añadido al consumidor. La banca tendrá que hacer un cambio en su ADN para poder encontrar las sinergias que nos lleven a optimizar juntos el mercado”, señalaba Marta Plana, consejera general de Digital Origin, en un foro hace pocas semanas.
Sin embargo, la avalancha de despidos en abril no es algo puntual, ya que casi todas las entidades han admitido que es posible que las cifras aumenten a los largo del año.
Banco Santander
El 1 de abril la entidad presidida por Ana Patricia Botín anunciaba la reducción del 5% de su plantilla en España (1.200 empleados) y el cierre de 450 oficinas físicas.
Los despidos se plantearon una vez más como bajas incentivadas y prejubilaciones, como resultado de la caída en los beneficios de 2015 y los nuevos costes regulatorios impuestos por Europa. La caída de los tipos de interés a niveles negativos también está afectando a la banca española, cuya actividad depende radicalmente de los márgenes de interés.
El cierre de oficinas es una muestra más de que el espacio bancario ya no es físico sino virtual. Banco Santander tiene previsto reducir en un 13% su red de sucursales en el territorio nacional, cerrando aquellas oficinas más pequeñas cuyos servicios están más limitados.
Banco CEISS
Tan sólo cuatro días después, Banco CEISS presentaba un ERE que afecta a 1.120 trabajadores. La reestructuración de la plantilla era uno de los objetivos fijados dentro del plan estratégico de la entidad propiedad de Unicaja para 2016.
La necesidad de enfocarse en sus territorios de referencia (Madrid, Castilla y León y Cáceres), las fuertes pérdidas registradas en los cuatro últimos años y la creciente digitalización son los principales motivos del despido masivo.
Novo Banco
El mismo día, la entidad saneada del portugués Banco Espirito Santo (BES) anunciaba el despido del 34% de su plantilla en España (145 trabajadores) y el cierre de nueve oficinas. La medida vino anunciada tras registrar casi 1.000 millones de euros en pérdidas durante 2015.
Novo Banco también tiene un ERE abierto en Portugal que afecta a más de 1.000 empleados y espera reducir hasta un 7% más su plantilla en el país luso durante 2016.
Caixabank
La entidad presidida por Isidro Fainé planteó el 8 de abril a los sindicatos su intención de prejubilar a 500 trabajadores mayores de 58 años. La iniciativa se encuadra dentro de un programa de desvinculaciones voluntarias incentivadas que pretende llevar a cabo una reducción de plantilla de forma «no traumática».
Caixabank ya realizó un ERE el año pasado que afectó a unas 700 personas y advirtió de que podrían producirse más despidos en 2016.