Podemos e IU han tomado como base los resultados electorales del 20 de diciembre para acabar de fraguar su alianza. El reparto de los puestos de salida en las listas, último escollo a salvar en las negociaciones, se ha hecho a partir de la hipótesis de que la coalición sume los mismos votos que Pablo Iglesias y Alberto Garzón obtuvieron por separado en 2015. Un escenario que les reportaría 58 escaños, además de los 27 de las confluencias gallega, catalana y valenciana. Nueve de los 58 puestos de salida serán designados por IU, que también encabezará las listas al Senado en “al menos” cuatro circunscripciones.
Si la hipótesis de estos partidos se cumple, las fuerzas a la izquierda del PSOE sumarían 85 diputados, 14 más de lo logrado el 20-D. Podemos e IU confían en un último empujón que les sitúe por encima de los socialistas (90 escaños en diciembre), aunque ese resultado de en torno al 24% del voto ya les permitiría ser segunda fuerza en número de sufragios, no muy lejos del PP. Además, siete de los 14 escaños adicionales los lograrían a costa de los populares. Otros cuatro se los arrebatarían a Ciudadanos, mientras el PSOE cedería dos y el PNV otro. La correlación de fuerzas en los bloques de centro derecha e izquierda oscilaría, pues, del actual 163-161 a 152-173.
Iglesias y Garzón sumarían un total de 85 escaños, 14 más que cuando se presentaron por separado
La formación de Mariano Rajoy se llevó por la mínima el último diputado de Murcia, Las Palmas de Gran Canaria, Ciudad Real, Zaragoza, Granada, Málaga y Teruel. Sumando las papeletas de Podemos y de Izquierda Unida-Unidad Popular, esa última acta hubiera ido a parar a la coalición de izquierdas. En alguna de estas provincias, como Ciudad Real, a Podemos le hubiera bastado con llevarse la décima parte de los votos de IU para sumar un acta adicional.
Iglesias y Garzón harían también retroceder al partido de Albert Rivera, que perdería uno de sus dos diputados en Sevilla y los únicos que obtuvo por Albacete, Guadalajara y Santa Cruz de Tenerife. La coalición de izquierdas sería tercera fuerza en las tres primeras circunscripciones, a muy escasa distancia del PP en Sevilla y de los socialistas en Albacete y Guadalajara. En Santa Cruz, sobrepasaría al PSOE para hacerse con el segundo puesto.
El bloque de izquierdas sumaría 173 diputados, mientras PP-Ciudadanos bajarían hasta los 152
La formación de Pedro Sánchez, que corre el riesgo de ser superada por esta candidatura a nivel nacional, sufriría directamente los costes en Álava y Jaén. El único diputado socialista alavés perdería su escaño, mientras Podemos pondría más tierra de por medio con sus rivales en un territorio donde ya ganó las elecciones. Ahora ampliaría el botín obteniendo dos diputados, en lugar de uno. En Jáen, Iglesias y Garzón lograrían un representante adicional a costa del PSOE, aunque se quedarían aún a mucha distancia de esta formación y del PP.
El PNV sería otro de los damnificados por la articulación de esta candidatura, al ceder en su favor uno de sus tres escaños vizcaínos. Podemos e IU sacarían más votos que los nacionalistas en su gran feudo, aunque empatarían en escaños (dos). En el conjunto del País Vasco, la confluencia vencería al PNV en sufragios (29%-25%) y en escaños (7-5). Todo ello a menos de medio año de las elecciones autonómicas donde Íñigo Urkullu se juega la lehendakaritza.
Una auténtica “patada al tablero”, como gustan decir los dirigentes morados, cuyas repercusiones totales aún son difícilmente predecibles. Porque puede que ‘espante’ a los electores más moderados de Podemos y a los sectores más esencialistas de IU , que haga subir al PP por el voto útil contra la «alternativa extremista» de la que ya advierte Rajoy o, en sentido contrario, que seduzca a bolsas de votantes socialistas. Podemos e IU harán una campaña con “actos juntos” de la que esperan sacar importantes réditos. “Salimos a ganar las elecciones al Partido Popular”, declaró ayer Iglesias nada más conocerse el pacto. Garzón siguió la misma línea, argumentando que los simpatizantes que estos días le paraban por la calle no le preguntaban por puestos en las listas ni cuestiones orgánicas, sino que expresaban el deseo por él compartido de “echar al Partido Popular y a Ciudadanos”. Tienen siete semanas para conseguirlo.