Reconozco que, nada más leer el polémico tuit de Alberto Garzón en el que pone el acento sobre el heteropatriarcado como el responsable de las muertes en Orlando, no dudé en criticarlo. Obviamente, no de la misma forma que plantea @barbijaputa, con esa colección de titulares de medios de la derecha, la extrema derecha y la ridícula derecha.
Mi apoyo al entorno de las víctimas de Orlando y de las dos mujeres asesinadas en 24 horas. Víctimas de la misma lacra: el heteropatriarcado
— Alberto Garzón (@agarzon) June 12, 2016
No han causado las muertes la homofobia, o un acceso fácil a rifles de asalto. Ha sido «el heteropatriarcado». Ains https://t.co/DtBfPHbuDB
— Miguel Ángel Uriondo (@uriondo) 12 de junio de 2016
Dejadme que os lo explique. Soy un fan del cine de fantasía y ciencia ficción, de los cómics, del rol y de los videojuegos. Lo que, atendiendo a la cobertura mediática de innumerables crímenes, me convierte en un asesino en potencia.
Durante años me ha tocado leer todo tipo de reportajes en los que se apuntaba a que la causa del delito era una u otra de mis aficiones, en vez de comprender que, casi siempre, se trataba de la obra de un enajenado con un acceso demasiado sencillo a las armas. Estoy más que acostumbrado a que, entre todos, banalicemos cualquier crimen con tal de defender cualquier postura de casi cualquier tipo.
Mi problema con la afirmación de Garzón es que es una opinión igual de simplona.
Reconozco que tengo serios problemas con el término ‘heteropatriarcado’. Pero, a diferencia de Herrera, sí sé lo que es y he leído al respecto para formarme una opinión.
¿Por qué no me gusta el uso que muchos le dan? Porque para quienes defienden el término, vivimos en un heteropatriarcado.
Y no, vivimos en una monarquía, en una democracia, en un país capitalista, bajo un gobierno de centro-derechas y con cualquier otra etiqueta que quieras ponerle, siempre que se ajuste a la realidad. Pero no, en España no vivimos en un momento en el que el hombre heterosexual tenga dominio sobre el resto de géneros y orientaciones sexuales.
Podría aceptar el concepto como grado. «Aquel pueblo de Murcia de veinte habitantes es un heteropatriarcado», «la sociedad británica que describe Penny Dreadful tiene todas las trazas de un heteropatriarcado», «las sociedades rurales en EEUU o Dáesh coinciden en una forma de entender el mundo heteropatriarcal», «entrar en un campo de fútbol español es hacer un viaje al heteropatriarcado más rancio».
Todas esas me parecen fórmulas en las que el término tiene una cierta validez.
Pero yo no vivo en el heteropatriarcado, vivo en una sociedad en la que hombres y mujeres son iguales y deben ser tratados como tales.
Carta de los Derechos Fundamentales de la UE
Artículo 21 No discriminación
- Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual.
A eso tenemos que sumarle hechos tan concretos como el reconocimiento pleno del matrimonio homosexual o la libertad para reivindicar cualquier aspecto de interés para el colectivo LGTBI. En España no existe discriminación para la donación de sangre o para la adopción homoparental –si bien es compleja por la dificultad de que los países de origen de los niños acepten la petición–.
En la empresa de mi mujer, una multinacional muy alemana, los empleados LGTBI están agrupados de forma global para mejorar la integración en el seno del grupo. A escala estatal, el comité de igualdad lucha también por dichos colectivos, en cumplimiento de la ley de igualdad de 2007, que mejoraba también la Ley del Estatuto de los Trabajadores para evitar la discriminación por razones de orientación sexual.
Sirva todo lo anterior como reconocimiento tanto del trabajo de los colectivos LGTBI, que con su esfuerzo han ido mejorando las cosas para todos, como para admirar el civismo de unos políticos que han mejorado la situación, por más que el PP y sus votantes se opusiesen de forma vehemente. Nuestra sociedad, en su mayor parte, acepta y abraza la libertad y la igualdad.
Obviamente, queda mucho camino por recorrer. Me doy cuenta cada vez que voy a un campo de fútbol y escucho a gente en apariencia normal gritar «maricón» a un jugador. Pero también les oigo gritar «negro» o «mono» a otros.
¿Es la homofobia una lacra intolerante? Sin discusión, del mismo modo que lo es el racismo. Pero decir que vivo en un heteropatriarcado porque existe homofobia o violencia machista, sería que decir que España es un régimen idéntico al Apartheid porque hay racismo.
Que Garzón hable de heteropatriarcado es de una ligereza absoluta, una forma de granjearse las burlas de los neandertales y los aplausos de los militantes.
Cuanto más se sabe de la historia de Omar Mateen, más claro está que la suya es una tragedia de lo más individual. En las últimas horas se ha hablado de que él mismo era cliente del Pulse y tenía tendencias homosexuales.
¿Qué es ‘heteropatriarcado’? ¿Cientos de personas bailando felices en una sociedad que acepta su forma de ser y amar o un hombre amargado, confundido y triste incapaz de aceptarse a sí mismo y atraido por la propaganda extranjera que alimentaba su neurosis?
En este caso, como en otros muchos, sí creo que hay algo muy concreto a lo que echar la culpa: la venta incontrolada de armas en EEUU. Las mismas de Sandy Hook, las mismas que utilizaba el ejército de EEUU en Vietnam, las mismas que Eddie Murphy utilizó para cazar patos en Su Distinguida Señoría.
La historia de los asesinatos de masas de este tipo nos han demostrado algo a lo largo de los años. Coge cualquier solitario, con sus aficiones, problemas, traumas, afán de protagonismo y locura, dale un arma lo suficientemente potente y espera a la siguiente tragedia.
La locura, el complejo, las aficiones o las víctimas de los asesinos pueden cambiar. Lo que casi siempre permanece inmutable son las armas.
¿Quiere Garzón decir que hay mucha homofobia? La combatiré con él, si hace falta, porque quiero que mis hijos vivan en un entorno libre de odio y donde imperen las libertades y el respeto a sus semajantes.
Pero ni Garzón, ni Barbijaputa, ni la prensa de derechas me van a convencer de que las posturas radicales de homófobos, machistas y racistas variados son el sistema sociopolítico imperante.
Vivo en una democracia y lucharé por ella. Que no le quiten valor a lo que hemos logrado entre todos.