Esta histórica marca de chocolates y galletas lleva inmersa en una crisis permanente desde hace mas de una dedada . Sus sufridos trabajadores son la parroquia que arrastra su trabajo como una vocación de fe y perseverancia hacia su empresa mas que ninguno otro. Socios , proveedores , sindicatos , políticos y supuestos empresarios pasan por encima de ellos como si fuese un juego de tablero, haciendo movimientos en función de sus intereses sin reparar en el valor de una marca centenaria y de unos trabajadores ejemplares.
Lo cierto es que su andadura en los últimos años ha sido toda una epopeya de sin razones y locuras de aprovechados que, bajo el paraguas de esforzados empresarios, no han hecho otra cosa que aprovecharse de subvenciones, créditos blandos y otras trágalas mas o menos interesadas bajo la mirada esquiva de los políticos de turno. Lo cierto es que entró en crisis y fue de mano en mano, deteriorandose con cada traspaso mas. Sólo se mantiene con el esfuerzo trabajadores, señores incluso a su costa.
Con la llegada de los Ruiz Mateos parecía que la época mas convulsa había terminado. El tiempo demostró el error y tras ellos llego un empresario de Vitoria que no sólo se despreocupó, sino que endeudó la compañía hasta limites insostenibles, desapareciendo después con el dinero. Esto obligó a la intervención judicial de la compañía: se inició un tiempo de extraños sucesos encabezados por un administrador nombrado por el juez que terminó vendiendo la compañía por un euro a la directora financiera y al hombre de confianza del anterior dueño. Una situación dudosa, ya queos dos testigos principales del encausamiento contra el anterior propietario eran, precisamente, estas personas.
Pese a estos antecedentes, la Junta de Castilla y León, a través de su nueva consejera de Agricultura, admitió a estos dos secuaces una nueva treta: aportarían un supuesto socio que contaría con la mayoría, pero ellos mantendrían una participación y conservarían su puesto de trabajo. Todo ello sin ofrecer detalle sobre sus inversiones ni avales de ningún tipo queacreditaran la posibilidad de reflotar la empresa y pagar las deudas y los salarios de sus trabajadores. Una locura. Y se ha llegado al momento actual con las deudas sociales vencidas, incrementadas en sus intereses correspondientes, con problemas con los proveedores y con los trabajadores sin cobrar los atrasos y tres pagas y medias pendientes desde aquella salomónica decisión que sólo buscaba apaciguar los ánimos porunas elecciones próximas y ya pasadas. Señores políticos, basta ya chapuzas y acuerdos torticeros: den una solución real a unos trabajadores honrados y hastiados de tanto golfería y de tanto aprovechado.