Con cada país proponiendo un modelo de actuación distinto para resolver sus entidades de crédito. Así se encuentra actualmente el proyecto de unión bancaria europea, que en enero de 2016 debería tener un Consejo Único de Resolución, así como un fondo único con el que afrontar estos procesos en cualquier país de la zona euro.
Tiempos convulsos para el proyecto de la conocida como unión bancaria europea. Tras la crisis financiera internacional surgida a raíz de la caída de Lehman Brothers (que tuvo sus últimos coletazos en España y Chipre) los líderes europeos se plantearon como solución de cara a futuras crisis del sector bancario el profundizar en un sistema único que permitiera atajar los problemas particulares de una sola entidad con el poder de fuego de toda la zona euro. De esta forma se trataba de romper de forma definitiva el vínculo entre riesgo bancario y riesgo soberano evidenciado durante la crisis del euro.
El gran problema de sostenibilidad del euro como proyecto común ha sido su fragmentación. Es decir, que mientras que se compartía una moneda común (con deuda emitida por cada país miembro en euros), no era así en el caso de los fondos de garantía de depósitos. Cada país tenía el suyo, por lo que en la medida que la crisis financiera afectó de forma distinta a cada país, esto afectó más a la prima de riesgo de unos países (por ejemplo, Irlanda o España) frente a otros (como Alemania u Holanda).
Así, la unión bancaria se planteó como una forma de romper el vínculo entre bancos con problemas y necesidades de capital público y países individuales cuyas finanzas públicas corrían peligro debido precisamente a los costes potenciales de rescatar a sus sistemas financieros respectivos. En este escenario, la solución europea pasaría por crear un supervisor único, así como un sistema común para resolver las entidades financieras en problemas, otro para etabilizarlas en el corto plazo y un fondo de garantía común para todos los depósitos.
Dicho y hecho, el proceso se impulsó con fuerza en el verano de 2012 (poco después del rescate al sector financiero español), y a día de hoy ya está en funcionamiento el nuevo supervisor bancario único, con sede en el Banco Central Europeo, y en colaboración directa con los supervisores nacionales. «Un millar de empleados han sido contratados, toda una línea de medidas de supervisión han sido aprobadas y una evaluación de los activos y un test de estrés han sido llevados a cabo para eliminar incertezas sobre la salud de los bancos europeos», explican los analistas de BBVA Research en un reciente artículo.
No solo un nuevo supervisor. También han sido creados un mecanismo de estabilidad para la recapitalización directa de los bancos en problemas y una autoridad europea de resolución (el SRB), encargada de llevar a cabo las intervenciones necesarias en las entidades con problemas, y que está funcionando ya desde marzo de 2015 y en teoría «será completamente funcional en enero de 2016». Para completar la potencia de fuego del SRB entrará en pleno funcionamiento en enero de 2016 al asumir las competencias de resolución, y gracias a la entrada en vigor en febrero del Fondo Único de Resolución, equivalente al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancario (FROB) español. Al menos esa es la teoría.
Alemania, España, Reino Unido… cada uno su modelo
La creación y puesta en marcha del SRB y, a su vez, del Fondo Único de Resolución, supone en la práctica mutualizar los riesgos de la banca entre todos los países europeos. Es decir, que si cae un banco griego, por poner un ejemplo, tendrán que ser las aportaciones de todos los bancos de toda la eurozona las que cubran los depósitos garantizados para esta entidad. El problema, precisamente, reside en cómo garantizar esa mutualidad, de forma que unos y otros países confíen en que los sistemas financieros de uno y otro país cumplen unos estándares similares de gestión del riesgo, gobernanza y supervisión. Las directivas europeas ya existen desde junio de 2015, pero a la hora de llevarlas a la legislación de cada país es cuando surgen las diferencias.
«El Fondo Único de Resolución, al ser capitalizado por los propios bancos, supone un elemento significativo de mutualización en la resolución bancaria. Ha de ser visto como un todo junto con las herramientas de bail in incluídas en las directivas europeas comunes de resolución de entidades de crédito (BRRD), que establecen que los acreedores de los bancos (excluídos los depósitos) absorberán la mayoría de las pérdidas en las crisis bancarias, en vez de los contribuyentes», señalan los analistas de BBVA Research. Es decir, que como ocurrió con BFA-Bankia, se impondrán pérdidas a preferentistas, bonistas, accionistas, etc, con tal de minimizar el impacto en el contribuyente.
El problema es que «los países europeos están adoptando caminos divergentes» respecto a la resolución bancaria, tal y como sostienen los analistas de la agencia de calificación Fitch. Países como Alemania o Italia, por ejemplo, «están optando por una diferenciación estatutaria entre obligaciones senior en caso de insolvencia o resolución». En el otro lado se sitúan países como Reino Unido, que apuestan por «una subordinación estructural por medio de estructuras de compañías holding para los bancos más grandes como en el caso de Suiza o Estados Unidos».
Desde Fitch y otras instituciones creen que esta encrucijada no supondrá una parálisis en el proceso de unión bancaria, toda vez que las autoridades europeas aplicarán la máxima flexibilidad posible para no descarrilar el proyecto. «Se mantendrá un alto grado de flexibilidad cuando haya que lidiar con cada caso de resolución y se tenga que decidir qué obligaciones sufrirán un bail in [es decir, pérdidas] o cuáles no serán transferidas a un banco puente bajo el principio de llevar a cabo cualquier opción menos costosa que una liquidación» pura y dura del banco en problemas.
Alemania dice «no así» al Fondo
Como país autoconsiderado pagadero de esta crisis financiera europea (sea o no cierto), es Alemania uno de los países que más obstáculos está poniendo a una mayor mutualización de los bancos. Un reciente documento elaborado por las autoridades alemanas se mostraba contrario a proseguir en una mutualización de los riesgos de la banca por medio de un fondo de garantía de depósitos común. «Es inaceptable», concluían, salvo que otras muchas medidas encaminadas a una mayor integración se tomen antes; todas dirigidas a garantizar que serán los acreedores privados los que en todo caso paguen el coste de resolver las entidades.
Sin el acuerdo de Alemania para proseguir, «la unión bancaria permanecerá incompleta. En consecuencia, el riesgo de los bancos, su capital y su capacidad de sobrevivir dependerán de las políticas nacionales», advierten desde el think tank Bruegel, que consideran imprescindible el tener un fondo de garantía único. Pero son conscientes de que antes es «necesario» reducir el riesgo soberano latente en los balances de la banca europea. Aún así, su propuesta pasa por un Fondo de Garantía de Depósitos Único que cubriría potenciales obligaciones al tiempo que esparciría por toda la zona euro las primas de riesgo de cada entidad. Para actuar como «re-aseguro» de este fondo sería necesario contar, además, con una línea de crédito del Mecanismo de Rescate Europeo (ESM), similar a la que puede aportar el Tesoro estadounidense a su sistema.
Aún faltan muchos pasos hasta que se consiga una verdadera unión bancaria. Es decir, un sistema con el que cualquier ciudadano europeo pueda operar con cualquier entidad sin importarle en qué país está asentada su sede central. Si se consiguieran el fondo de garantía de depósitos europeo y el cortafuegos (con apoyo público) para el sistema de resolución, la unión bancaria en Europea sería «más creíble» y se podría avanzar con más seguridad hacia el nuevo modelo.
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