Quizá por eso debería asomarme a esta ventana del domingo hablando de Omar Sharif, el hombre con la mirada del desierto que derritió el hielo siberiano y que el pasado viernes nos privó de ella cuando cerró los ojos para siempre, aunque él llevaba años sin recordarla. Debería recordar su voz de arena en Lawrence de Arabia diciendo que “ para ciertos hombres nada está escrito si no lo escriben ellos ”, o rememorar sus melancólicos ojos en Doctor Zhivago cuando piensa que no volverá a ver a su amada Lara: “ Lloraré mis lágrimas en algo que sea digno de ti, algo que quede, celebrando tu recuerdo en una composición que sea toda ternura, tan triste que oprima el corazón ”. No quedaba más remedio que perdonarle todo.
Pero como vaticinó Oscar Wilde , “la pasión te obliga a pensar en círculos”, así que empezaré por el principio para llegar al final, aunque en el círculo tienden a confundirse el principio y el final, algo que ya nos dijo el filósofo Heráclito de Éfeso, pero tendemos a olvidarlo. Y eso que de griegos y de filosofía andamos sobrados últimamente.
Fue un matemático griego , Arquímedes, quien dijo que “una mirada hacia atrás vale más que una hacia delante”. En el año 212 a. C, el matemático griego fue asesinado durante la Segunda Guerra Púnica, cuando las fuerzas romanas del general Marco Claudio Marcelo entraron en Siracusa tras dos años de asedio. Arquímedes se encontraba en el jardín de su casa estudiando un teorema matemático, cuando entró un soldado a quien tan solo pidió que no tocara sus círculos. “Noli turbare círculos meos». Ni siquiera rogó por su vida. Lo único que le importaban eran sus círculos. El soldado, desobedeciendo las órdenes del propio general Marcelo que había mandado no tocar al matemático, le cortó la cabeza. Cuentan que sus últimas palabras fueron esas: “No toques mis círculos”.
El soldado no solo acabó con la vida de Arquímedes sino que decidió pisotear sus círculos, como si con ello borrara cualquier vestigio de existencia que pudiera quedar de su víctima.
Va a ser difícil encontrar mayor metáfora de la vida que la que encerraban los círculos de Arquímedes. Él mismo había pedido a su familia y amigos que cuando muriera, no se olvidaran de inscribir sobre su tumba una esfera dentro de un cilindro. Cuenta la leyenda que fue el propio general Marcelo quien dio orden de esculpir aquellas figuras geométricas.
Las matemáticas comenzaron un declive paralelo al que vivió la sociedad griega y que coincidió con un mayor protagonismo de la sociedad romana
Dicen los que saben que después de Arquímedes, las matemáticas comenzaron un declive paralelo al que vivió la sociedad griega y que coincidió con un mayor protagonismo de la sociedad romana, que no sentía demasiada querencia por la ciencia ni por las matemáticas, y en cambio mucha por los políticos y los militares. Tampoco sentían los romanos mucha simpatía por los libros a juzgar por cómo quemaron la gran biblioteca de Alejandría las tropas de Julio César, si es que no lo hizo el Califa Omar de Damasco ya que la historia no ha sido capaz de descifrar unos de los grandes misterios dando con el verdadero autor de la quema de la mayor biblioteca de la antigüedad . Pero el Califa no ocultó sus ganas: “Si no contiene más que lo que hay en el Corán, es inútil, y es preciso quemarla; si algo más contiene, es mala, y también es preciso quemarla”. Puede resultar curioso, pero Omar Sharif nació en Alejandría. ¿Ven?, un nuevo círculo.
Arquímedes se adelantó a su tiempo casi dos mil años. Y no solo con su teoremas y principios, sino con los círculos que siglos más tarde parecen volver locos a unos cuantos. “Dame un punto de apoyo y cambiaré el mundo”, propugnaba su ley de la palanca. De un tiempo a esta parte, algunos han hecho su particular versión: dame unos círculos y cambiaré el mundo. Parece que han encontrado su particular Big Bang en los círculos aunque no sepan qué meter en ellos. Si se trata de emular a Arquímedes, más que círculos quizá convendría que imitaran su famosa expresión: «Eureka», que en griego quiere decir algo así como “lo encontré”. Pues que lo encuentren.
Deberíamos cultivar más a los griegos. Y a los matemáticos . Y a Arquímedes. Y no por sus círculos sino por sus principios. Gracias al principio de Arquímedes se mantienen a flote los barcos, de la misma manera que cuando nos encontramos en el agua, somos capaces de sostener en brazos a alguien que no seríamos capaces de sostener fuera de ella. Quizá tenga razón el filósofo y matemático alemán G. W Leibniz :“Quien comprenda a Arquímedes y Apolonio admirará menos los logros de hombres posteriores .”
Sin duda, nos iría mejor si escucháramos más a los matemáticos. Siempre tienen cosas que decir que nos pueden cambiar la vida. Arquímedes decía que “el que sabe hablar sabe también cuando hacerlo”. Omar Sharif era matemático. ¿Ven? Ya he vuelto al círculo. Se graduó en Matemáticas por la Universidad Victoria de El Cairo aunque luego decidió perderse en los círculos del cine, que otra clase de círculos aunque resultan igual de viciosos.
Al Doctor Zhivago, al inolvidable Yuri que tan magistralmente esculpió Boris Pasternak en su novela, le ocurrió lo mismo que a Arquímedes con sus círculos, pero a él con la poesía. La guerra y la sinrazón estalinista le impidieron poder escribir y vivir de su pasión. Al doctor Zhivago no le pisaron los círculos pero si sus escritos, que el Partido consideraba individualistas, demasiado personales y contrarios al sentido revolucionario del pueblo. “Si un pueblo ama la poesía, ama a sus poetas, y nadie ama la poesía como un ruso”. Pasternak sabía bien de lo que hablaba. Tanto como su amigo y compatriota el poeta Ossip Mansdelshtam que , antes de ser enviado al gulag y después de ver como morir y desaparecer a muchos de sus compañeros poetas, solía decir : “En Rusia se ama tanto la poesía que se llega a matar por ella”.
Tenía razón el senador e historiador romano Tácito. “En todas las cosas parece existir como ley un círculo”. Curiosamente el mismo que dijo que cuanto mas corrupto es el estado, más leyes tiene. Hubieran formado un buen círculo Tácito, Arquímedes y el Yuri de Pasternak inmortalizado por el genial Omar Sharif. Eso sí que sería un círculo perfecto, que es como deben ser los círculos.
Imagen | Flickr – Kristoferr Trolle