Un hospital es ese lugar mágico donde a veces ocurren milagros. Más en estos tiempos de recortes y precarización, donde los profesionales de la salud deben conjugar su actividad sanitaria con malabarismos económicos.
En este contexto hostil, precario y con la atmósfera viciada llega a las carteleras Hipócrates, una película francesa que nos coge del pescuezo para mostrar la precariedad instaurada que existe en la sanidad pública (de demasiados países).
102 minutos que recorren los pasillos mugrientos de un hospital que está en su propia Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Sin medios económicos, con los recortes como senda y unos profesionales saturados que siguen ejerciendo el noble arte de la medicina a caballo con la nigromancia ante semejante ruina.
La película, que se desarrolla casi al completo en los pasillos y habitaciones de un hospital, juega constantemente con el espectador planteando cuestiones éticas sobre la medicina, y económicas sobre la precariedad laboral. Refleja la angustia vital (y dolorosa) que supone ver morir a alguien, o lo que es peor, saber que alguien debe morir para salvar a otro.
Quema el estómago cuando los diálogos conducen a la discusión sobre la falta de camas y por qué un paciente debe morir o vivir, pero no ocupar una habitación. Dinero, ¡maldito dinero! Cuando la medicina sucumbe ante la rentabilidad hemos perdido la batalla; cuando alguien muere por falta de recursos, la vergüenza es la única receta válida.
‘Hipócrates’ transmite la frustración de médicos y enfermeras que no pueden hacer bien su trabajo
Hipócrates no juega con los sentimientos. Simplemente es gris porque no puede ser de otro color. No hay médicos que se enamoran de enfermeras, ni milagros sobre un cardiograma plano. Sólo hay muerte cuando no se puede hacer más y frustración por saber que se podía haber hecho algo. El Hipócrates griego sentiría el horror como castigo.
En lo cinematográfico, la película tiene peso en su propio argumento: la llegada de un interno al hospital en que su padre es director. Aun así, escapa a todo efecto comercial para cursar la historia. Sólo importa la atmósfera residual de una sociedad que no puede cuidar de quienes lo necesitan.
No obstante, quizá falte algo de eco a sus escenas. No hablamos de una música tenue y apagada para dramatizar una muerte, pero quizá algo más de fondo para hacer llegar el dolor. Hipócrates transmite la frustración de médicos y enfermeras que no pueden hacer bien su trabajo, pero falta dolor, un dolor cansino, abrumado por el miedo y la desesperación.
Título original | Hippocrate
Año | 2014
Duración | 102 min.
País | Francia
Director | Thomas Lilti
Guión | Pierre Chosson, Baya Kasmi, Julien Lilti, Thomas Lilti
Música | Jérôme Bensoussan, Nicolas Weil
Fotografía | Nicolas Gaurin
Reparto | Vincent Lacoste, Reda Kateb, Félix Moati, Jacques Gamblin, Marianne Denicourt, Carole Franck, Philippe Rebbot
Productora | 31 Juin Films
Premios
2014: Premios César: Mejor actor secundario (Kateb). 7 nominaciones
2014: Festival de Gijón: Sección oficial largometrajes a concurso