Hace apenas cincuenta años España recibía unas decenas de miles de turistas extranjeros. En 2015 recibirá unos 68 millones de visitantes, lo que le confirmará en el podio de los países que más turistas atraen de todo el mundo.
A mediados de los cincuenta la economía de España seguía siendo opaca y cerrada, seguía castrada por el ciego intento de autarquía, las arcas públicas se vaciaban sin remedio, la inflación estaba disparada… Y todo mientras en buena parte de Europa llovían los millones del Plan Marshall, del que España quedó fuera.
A partir de 1959, tras el famoso Plan de Estabilización –un conjunto de medidas monetarias, fiscales, de comercio exterior… que buscaban un poco de apertura económica, que es lo único en que se abrió la dictadura-, el escenario empezó a cambiar. Y es en los siguientes años cuando se produce el esperado salto de la alpargata al 600. Y el país se encontró con que el turismo se convirtió en una de las vías que más ayudaron a conseguirlo.
Fuente: Anuario de Estadísticas de Turismo y Ministerio de Industria.
Los europeos (los otros, los que así se sentían, los del otro lado de los Pirineos, vaya) acababan de estrenar su derecho a tener un mes de vacaciones pagadas y los touroperadores alemanes y franceses alentaron que empezaran a pasar ese mes aquí, en España, en la playa. Un mes de turismo barato con el que, dada la brecha de precios entre Europa y España, los viajeros incluso ahorraban. Y vinieron las suecas, proliferaron hoteles en primera línea de playa en la costa y en las islas, y España empezó a dar sus primeros pasos para convertirse, mucho después, en un referente global en el sector.
Y es que en los cincuenta (no digamos antes) el turismo internacional en España era… nada. La nada. Apenas unas decenas de miles de turistas venían a España hasta entonces cada año. Pero desde entonces el crecimiento ha sido imparable. Se apostó por un turismo de sol y playa, barato y masivo. El turismo de España desde hace décadas necesita atraer a millones y millones de turistas para mantener la marcha.
Y se ha conseguido, véanlo en el gráfico. De los menos de 400.000 turistas extranjeros que eligieron la España (aún de posguerra) como destino de su viaje en 1945, se escaló a más de 5 millones de viajeros en 1960, hasta los 21 millones en 1970, hasta casi 34 millones en 1990, hasta los 48 millones en 2000, hasta 52 millones en un 2010 malo… Y tras un par de años de auténtico boom (gracias también al desvío de turistas que han dejado de ir al norte de África por la inestabilidad política y por el terrorismo), España marcó el año pasado un nuevo máximo histórico, con 64,99 millones de viajeros internacionales. Y en 2015 muy probablemente se volverá a crecer y se marcará un nuevo récord que muy probablemente superará los 68 millones de llegadas. Catorce veces más que esos 5 millones de 1960.
España está hoy en el podio de las grandes potencias del turismo global por número de llegadas (sólo por detrás de Francia y Estados Unidos). De 2001 a 2008 incluso se mantuvo con holgura en la segunda posición a escala mundial, por el bajón de Estados Unidos tras el 11S. Y aunque entre 2011 y 2012 China le robó la tercera plaza, desde hace un par de años España ha recuperado su puesto en el podio. Y parece que allí se va a quedar al menos durante un tiempo más, con permiso del gigante asiático.
Fuente: Banco de España.
Vienen más, lo que aparentemente (superficialmente) está muy bien, pero lo importante es que gasten más. España también se encuentra entre las potencias mundiales en ingresos por turismo, ocupando la segunda posición, sólo por detrás de Estados Unidos. El año pasado, según los datos del Banco de España, el país acumuló unos ingresos por turismo –lo que los viajeros extranjeros realmente gastaron aquí- de 49.100 millones de euros, marcando un nuevo máximo histórico.
La evolución en este sentido, obviamente, también ha sido espectacular. En 1960, cuando las llegadas de turismo internacional ya había empezado a despuntar en España, los ingresos por turismo fueron de 23.100 millones de pesetas, equivalentes a unos 138 millones de euros (con todos los matices a los que obliga este tipo de conversiones al no tener en cuenta el impacto de la infalción). Pero las magnitudes dan fe de la potentísima evolución de España también en este campo.