Lucio Fulci fue uno de los grandes directores de cine de terror en la Italia de los setenta y ochenta. Sus epopeyas zombi, explotaciones demenciales de los éxitos norteamericanos de la época, llenaron de barbaridades las pantallas en películas como Nueva York bajo el terror de los zombies , Aquella casa al lado del cementerio o El más allá .
Su nombre merece estar (aunque no siempre por las mismas razones) entre los de los maestros mediterráneos del género, junto a Mario Bava, Dario Argento y tantos otros. Su estilo aparentemente desastrado, su nunca está del todo claro si voluntario desafío a las leyes más elementales de la lógica y la coherencia narrativa y la absoluta brutalidad de películas como las mencionadas o El destripador de Nueva York, Angustia de silencio y muchas otras, lo convierten en un sujeto peculiar y no siempre bien entendido, ni siquiera entre quienes se han acercado a su obra con la mejor de las intenciones.
Pongo en antecedentes de forma tan prolija para intentar hacer entender que aunque la opinión más extendida es que Fulci era un artesano de la serie Z con cierta tendencia a las escabechinas expresionistas y ya, Fulci es mucho más. Lo que nos lleva a que antes de empezar con la lectura, llámenlo prejuicios si quieren, tenía dos cosas muy claras. Primero, no es imposible analizar y teorizar sobre la obra y la persona de Fulci, pero sí bastante complicado. Segundo, a las películas de Fulci no se puede uno aproximar con las mismas herramientas que a las películas de terror convencionales (o que a las películas convencionales, directamente)
Lucio Fulci – Autopsia de un cineasta es un libro muy completo y bien documentado. Revisa la obra de Fulci (incluso zonas de su filmografía prácticamente desiertas de estudio, como las series de televisión o las comedias tardías) con buen juicio, de forma ordenada y dejando claras algunas cuestiones complicadas, como la condición de artesano multiterreno del autor. Por desgracia, el libro no es tan afortunado a la hora de explicar la grandeza de sus obras mayores: la fascinación por la violencia, la corrupción de las normas narrativas, el hacer pasar paroxismo pesadillesco por torpeza formal… y cae en el error, incluso, de enumerar fallos de raccord y de montaje para justificar que algunas películas no son merecedoras de excesiva estima. ¿Qué es esto, un catálogo de la Academia del Cine o un estudio sobre alguien que demolió sistemáticamente nuestras ideas preconcebidas sobre los géneros?
Autopsia de un cineasta no es un mal libro. A veces, en materia de documentación y visión global del autor, es muy destacable. Pero al final, la impresión que le queda al lector, es que el enigma de Lucio Fulci queda sin resolver. Algo que ya sabíamos que pasaría antes de empezar.
Lucio Fulci – Autopsia de un cineasta
Javier Pueyo
Tyrannosaurus Books
2015