El anuncio de que la Universidad de Barcelona iba a dejar de impartir el máster en Homeopatía haciendo caso a la recogida de firmas de un alumno, y el cuestionamiento que llega desde todos los frentes a un máster similar que ofrece la Universidad de Valencia, ha hecho que el debate sobre la legitimidad de la homeopatía y su presencia en universidades y en el sistema de salud llegue al gran público.
Boiron, la mayor empresa dedicada a la venta de productos homeopáticos ha tratado de hacer frente a toda esta presión convocando una rueda de prensa, que fue calificada de «ridícula» por algunos medios. Dando datos sin citar la fuente y argumentos como “los pacientes no necesitan la evidencia científica de un medicamento, solo que funcione” o “¿de qué sirve la confirmación científica de un beneficio que lleva más de 200 años constatándose en la vida real?” no parecen reforzar la credibilidad de la empresa ni de los productos que venden.
La homeopatía se basa en las elucubraciones de Hähnemann que hace 200 años estableció que lo similar cura a lo similar y que cuanto más se diluye algo, más potente es. Ninguno de estos principios tiene base científica, ni la más mínima lógica. Un golpe no se cura con otro golpe y cuanto más se diluye algo queda más aguado, no más fuerte. No obstante esto no ha amedrentado a los homeópatas y se escudan con argumentos del tipo «la gente confía en ella», «a mí me funciona» o «la ciencia todavía no ha llegado».
Recordemos que se han hecho cientos de estudios para tratar de ver la efectividad de los productos homeopáticos, y todos han resultado negativos. Nunca se ha visto, bajo condiciones de control, que un medicamento homeopático funcione mejor que el placebo. De hecho, en Europa se vende aprovechándose de una excepción de la ley, ya que un medicamento debe probar su efectividad, pero un medicamento homeopático solo que es inocuo. Además su regularización se halla en una especie de limbo legal desde hace más de 20 años.
Puede pensarse que al ser inocuos, daño no harán. Pero no es el caso. Existe el daño por omisión. Cuando alguien tiene una enfermedad de verdad y en vez de recurrir a un tratamiento efectivo recurre a la homeopatía, puede estar perdiendo un tiempo necesario y las consecuencias pueden ser fatales. De hecho un estudio del 2013 demostraba que la tasa de supervivencia y calidad de vida en casos de cáncer terminal era más baja entre pacientes que recurrían a terapias complementarias y alternativas, aunque no abandonaran las convencionales.
Por lo tanto, si no tiene base científica y además es tan inocua como nos quieren hacer creer, no tiene sentido que las Universidades repartan títulos de estas especialidades, porque aquí se multiplica el peligro. Estos títulos en muchos casos son títulos propios, no tienen categoría de máster oficial, ni se requiere ser médico para obtenerlo. Tampoco son especialidades médicas reconocidas en las que alguien puede hacer un MIR como la oncología o la pediatría. Pero un título de una Universidad en una consulta privada puede ser útil como gancho para los incautos clientes dando una apariencia de legitimidad que no es tal. Realmente la homeopatía, dentro o fuera de la Universidad, tiene la misma legitimidad y la misma eficacia terapéutica que las gominolas que venden algunas boticas. Dejémoslo claro. Y tratarse una enfermedad con gominolas nunca es inocuo.
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