Todos en este país pensamos que cuando nos referimos al oscurantismo español nos estamos trasladando a una época del medievo tardío: reyes, monjes, grandes palacios, iglesias y un pueblo oprimido y analfabeto que apenas puede sobrevivir con las penurias de una situación forjada, con honrosas excepciones, por razón de su nacimiento.
Sin embargo, no es esto lo que aquí queremos analizar, es una situación actual, repetitiva y que como entonces afecta únicamente a las altas clases dirigentes de este país.
Cuando un españolito normal, por buena situación económica que tenga, hace de su patrimonio o empresa (propia o ajena) una administración que lleva a la insolvencia o incluso al concurso en caso de empresas, tiene una responsabilidad no sólo patrimonial, puede quedarse en la indigencia; sino además mercantil e incluso penal que incluso le pueden conducir a un futuro carcelario. Todo ello con la destrucción de su prestigio y situaciones personales y familiares difíciles, en fin, un calvario. Y da igual que la situación haya llegado por circunstancias incluso ajenas a sus propias decisiones, prueba de ello hemos tenido a cientos, en la última crisis de nuestro país.
Es paradójico que esto no sea de aplicación para nuestros grandes dirigentes, ya sean políticos, empresarios o administradores de grandes empresas de influencia social y política reconocida.
En un pequeño pero significativo repaso, podemos encontrarnos con verdaderas aberraciones de esta doctrina general aplicable al resto de los ciudadanos. Alberto Ruiz-Gallardón fue presidente de la Comunidad de Madrid y alcalde de la misma cuidad y como premio a una labor no sólo polémica y oscura, con adjudicaciones contradictorias y de difícil explicación, sino que además dejó a Madrid endeudada en los ratios más altos en toda la historia de la ciudad, deuda que todos los ciudadanos pagaran ahora y trasladaran a sus nietos: Premio por tan magnifica gestión minstro de Justicia.
En las grandes indemnizaciones de España hay siempre la paradoja de que los mejores pagados cuando cesan en sus altísimos cargos y sobre todo remuneraciones son además pagados con cifras escalofriantes por sus no servicios, es decir, por dejar de trabajar, sirva esta pequeña referencia:
Y así podíamos seguir un larguísimo ect. que no haría nada más que enfadarles cada vez un poco más, si cabe.
Lo paradójico es que casi todos ellos están en plena actividad profesional y aún no se han jubilado. Es de hacer notar, que algunos mantuvieron sus indemnizaciones pese a situaciones jurídicas complicadas e incluso, como Alfredo Sáenz con un procedimiento de inhabilitación por el Banco de España y que luego fue indultado por el gobierno de Zapatero.
Todo este galimatías de cifras impensables para el común de los mortales, nos deja en otra cuestión de menos rango pero de mucha importancia: las indemnizaciones a políticos y sobre todo su destino inmediato a compañías amigas y paradójicamente dependientes de una forma u otra, en gran manera, de las arcas del Estado. Las puertas giratorias.
Imagen | Efe