«Nos han faltado una semana», era el diagnóstico de Podemos después de las elecciones. Pues bien, el partido morado está decidido a conseguir ese tiempo extra en una nueva campaña electoral. ¿Gobernar ahora y buscar consensos? Ni en broma. Eso ya vendrá después de mejorar sus resultados…
Mi admirado Gumersindo Lafuente publica hoy en Eldiario.es un artículo de opinión en el que asevera que «la izquierda puede (y debe) gobernar». No tengo tan claro lo que «debe» hacer la izquierda en este país, pero tengo claro que no «puede» gobernar porque, simplemente, Podemos no está dispuesto a permitir algo así. No quiere gobernar, quiere elecciones. Se llama Podemos, no Queremos.
Ha habido dos grandes ganadores en este periodo poselectoral, el Partido Popular y Podemos. Y dos grandes perdedores, el PSOE e Izquierda Unida.
El PP ha ganado por lo mismo que ha perdido el PSOE: ha transmitido sensación de estabilidad, el principal valor del bipartidismo sistémico en nuestro país. Además, se ha presentado como un partido dispuesto a llegar acuerdos con generosidad, e incluso se ha visto beneficiado por las fiestas y la percepción generada de que la nueva política ha atacado las viejas tradiciones, algo que siempre remueve a su electorado.
Los socialistas, en cambio, se han embarcado en una lucha cainita que les penalizará en caso de que se celebren unos nuevos comicios en favor, precisamente, de Ciudadanos y de Podemos.
Izquierda Unida está en las últimas porque pocas veces un millón de votos resultaron más inútiles. O Garzón acomete las próximas elecciones de la mano de Podemos o la histórica formación quedará extinta. Y si no se sube al barco de Iglesias, serán sus votantes quienes lo hagan.
La situación de Ciudadanos es difícil de desentrañar. Si bien no consiguieron el resultado esperado, ha resultado muy sorprendente y alentador el tipo de autocrítica que han realizado estos días, reconociendo que se equivocaron al hacer una campaña demasiado blanda e institucional, con escasos ataques al Gobierno saliente y a las propuestas del resto de partidos, sin guardarse grandes medidas para el periodo de campaña y con cierta incapacidad para explicar algunas de las más complejas. Está por ver que estas reflexiones les sirvan de algo en caso de celebrarse unos nuevos comicios, pero al menos han demostrado que la nueva política es capaz de cosas diferentes y, a la hora de hablar de sentarse a negociar, al menos se han presentado como un partido leal a las instituciones y con vocación de diálogo.
En el extremo opuesto, Podemos sabe que el consenso y la conciliación le perjudican. Afortunadamente para Iglesias, tiene el mejor argumento posible para no gobernar: una línea roja intransigente. Concretamente, la celebración de un referéndum en Cataluña. Es inamovible por dos motivos. El primero, porque los diputados de Podemos no son tales si no se juntan los escaños obtenidos en Cataluña, que necesitan promover una consulta, y aún más si se repiten elecciones autonómicas y no quieren quedar de mentirosos. El segundo, porque el PSOE, en la única decisión verdaderamente sensata que ha tomado tras las elecciones, ha dejado claro que es una línea tan roja para los unos como para los otros.
¿Y por qué Podemos no quiere gobernar? Porque tiene ambiciones mucho mayores. Quiere sustituir al PSOE como gran aglutinador de la izquierda en nuestro país. Cree, y después del lamentable espectáculo postelectoral de los socialistas es perfectamente posible, que puede estar en condiciones de convertirse en el otro gran eje de la política española si se celebran nuevos comicios y absorbe votos de descontentos del PSOE y de los caladeros de la extinta Izquierda Unida. Gobernar junto al PSOE, o dejar gobernar al PSOE siquiera, les situaría en la posición en la que, dialécticamente, están intentando endilgar a Ciudadanos: la de tontos útiles y muleta del bipartidismo. ¿Para qué, si pueden ser ellos los cojos que necesiten muleta?
España necesita dejar al lado los cálculos partidistas y buscar grandes consensos. Es el momento perfecto para hacerlo. Tenía toda la razón al afirmarlo Ignacio Varela en su análisis para El Confidencial. El problema es que nuestros políticos andan sobrados. A Rajoy le sobra el tiempo; a Sánchez, la soberbia y un Bruto que prepara desde Andalucía unos idus de marzo a medida; a Rivera le sobran concejales expulsados de su partido en Gran Hermano VIP y a Iglesias, la ambición. ¿Y Garzón? Sobra él, el pobre.