Nadie quiere plantear que Europa se meta en las «aguas nunca surcadas» de las que ha hablado Mario Draghi, presidente del BCE, para referirse a la posibilidad de una salida de Grecia del euro. Todos los analistas y economistas a los que se pregunta ponen el acuerdo como escenario más probable de las negociaciones entre el país heleno, la troika y los líderes de Europa. Los plazos, sin embargo, se han vuelto de nuevo mínimos. El 30 de junio está a días de distancia con un fin de semana de por medio y hace falta un acuerdo que deberán ratificar los parlamentos griego y alemán.
Un experto en finanzas internacionales de un gran banco, aunque insiste en que le costaría creer que se llegue al martes sin que Grecia pueda devolver al FMI los 1.600 millones de euros que le toca pagar y recibir a cambio los 7.200 millones del último tramo del plan de rescate actualmente en vigor, reconoce que «el calendario es ya muy estrecho». Se tiene que alcanzar un acuerdo entre hoy y mañana, el Parlamento griego tendría que dar el visto bueno durante el fin de semana y, si lo consigue, el lunes sería el Parlamento alemán el que tendría que aprobar lo pactado.
¿Qué pasa si no se llega a tiempo, si no hay acuerdo, si Grecia no paga al FMI y entra por tanto en suspensión de pagos (default)? «Al día siguiente del default, el problema es que volvería a dispararse la salida de depósitos», explican las citadas fuentes. El Banco Central Europeo (BCE), que conectó a la máquina de respiración asistida a los bancos griegos mediante una línea extraordinaria de liquidez (ELA) que ha ido ampliando una y otra vez, se vería ante el riesgo de no recuperar lo que ya está comprometido de esa línea extraordinaria (más de 82.000 millones de euros) y es posible que suspendiese la ELA.
«Solo mientras siga habiendo línea de negociación entre Grecia y la troika es probable que el BCE mantenga abierta esta línea, que el Bundesbank ha sido tan reticente a ampliar precisamente por los riesgos que implicaba. En cuanto una mayoría de dos tercios del consejo del BCE considere que ha llegado el momento de cerrar la línea extraordinaria de liquidez, se cerrará y eso significará un corralito inmediato». Incluso el próximo lunes, si no hay acuerdo en lo que resta de semana, «podría haber control de capitales o corralito» en Grecia por precaución.
El problema añadido es que si no paga al FMI no recibe el citado último tramo del rescate, salvo que se vuelva a ampliar el programa, «aunque ahora la fatiga de las instituciones es mucho mayor que en otros momentos del proceso de negociación». ¿Y qué ocurre si no tiene ese dinero? «De momento, como dejaría de pagar la deuda y sus intereses, el sector público podría sobrevivir al menos un tiempo porque Grecia se supone que tiene ahora superávit primario en sus cuentas (ingresa más de lo que gasta antes de incluir los intereses de la deuda). «Eso puede haber cambiado o desde luego empeorado en las últimas semanas. Con la recesión, a la que ha vuelto Grecia, la gente ha dejado de pagar impuestos. En un momento dado, podría tener problemas para pagar salarios públicos y pensiones». Grecia estaría ya a un paso de la salida del euro, de la vuelta al dracma.
Nicolás López, analista de M&G Valores, coincide en el camino dibujado. Si Grecia incurriese en el default, «todos sus acreedores tendrían derecho a reclamarle sus deudas inmediatamente» lo que, teniendo en cuenta que Grecia debe el equivalente al 175% de su PIB, «obviamente no podría pagarlo. Tendría que renegociar con los acreedores o salirse del euro porque un corralito es una situación difícilmente soportable». Ese margen para negociar, explica, se debe «a que los acreedores son instituciones», la deuda griega ya no está en poder de la banca sino que se ha pasado al debe de los europeos y de los 180 países que forman parte del FMI.
Una Grecia fuera del euro
En opinión de Nicolás López, lo que hay al final del camino si Grecia sale del euro ya se conoce. «Somos países que no hemos sido capaces de depender de nosotros mismos» y recuerda la tendencia a solucionar los desequilibrios devaluando moneda.
El ajuste sería más suave pero, a la larga, tendrían que hacerlo, considera Emilio Ontiveros, catedrático de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Analistas Financieros Internacionales (Afi). «El impago podría actuar como un placebo, pero la reacción inmediata sería el aislamiento comercial y financiero de Grecia y al final tendría que hacer guiños a los mercados con ajustes que demostrasen su capacidad de devolver lo que se toma prestado para que volviesen a confiar en el país».
En las antípodas de esa visión, Juan Torres,catedrático de Economía aplicada de la Universidad de Sevilla, «Grecia pasaría un mal tiempo al principio si saliese del euro pero también se vería que no pasa nada y eso podría influir en otros países como España». Lo que se está viendo en las últimas semanas de tiras y aflojas, en su opinión, es que «Grecia está jugando bien» y que es «Alemania quien no quiere que salga del euro».
Una Europa sin Grecia
Para Ontiveros, dejar caer a uno de los socios de la moneda única «equivaldría a dar una señal de lo que pasa con Europa por estar sometida a las imposiciones de los países centrales y sus políticas de ajuste fiscal, con Alemania en cabeza. La interpretación sería que Grecia salió del euro porque su economía no pudo soportar las políticas de ajuste excesivas». Aunque a corto plazo pareciese que se reforzaba el liderazgo alemán, éste «quedaría cuestionado y no solo desde el punto de vista político sino también moral».
El efecto contagio estaría en buena medida amortiguado precisamente porque la deuda griega está ahora en manos de instituciones y países. España, por ejemplo, tiene comprometidos alrededor de 25.000 millones de euros, la mayoría en avales. «Es una cantidad que se puede digerir en el tiempo». El rescate griego, como el de otros países, lo que significó en realidad es que, técnicamente, era posible dejar caer a Grecia porque ya no habría un efecto directo en la banca. ¿Habría efecto indirecto? La mayoría de analistas consultados considera que sí y no de poco calado.
Lo más grave, según Ontiveros, «es que se crearía un precedente. Mañana podría salir Italia o España. Habría un gran impacto financiero, de inestabilidad que afectaría a la deuda de los países periféricos (entre ellos España)».
Nicolás López cree también que habría «contagio sobre los bonos de la periferia por el miedo a la victoria de partidos similares a Syriza en otros países como España. Si la deuda periférica se dispara, el problema vuelve a estar otra vez en los bancos«, que son quienes la tienen en sus balances.
En un sentido similar, Juan Torres ve fuertes consecuencias en la salida de Grecia del euro para la banca, lo que podría suponer un fantástico as en la manga de Tsipras. «Una chispa como la salida griega provocaría una reacción en cadena», asegura. «Toda la banca europea está quebrada y por eso quien fuerce la situación tiene las de ganar».
Otras fuentes consultadas consideran que, para evitar el efecto contagio, Europa y sobre todo el BCE pondrían toda la carne en el asador. Que Draghi dedicaría toda la potencia de su QE (el plan de compra de deuda pública y privada al que se van a destinar 60.000 millones de euros de aquí a septiembre de 2016) a impedir la transmisión a otros países.
IMAGEN: Eugenio en Flickr.