El gigante low cost pone en cuarentena su objetivo de beneficio anual y avisa de que si en los próximos meses tiene que rebajar sus tarifas por encima de lo previsto tendrá que revisar su previsión de resultados.
Ryanair no ha dejado de crecer desde que decidió reinventar su modelo comercial. Hace tres años la aerolínea decidió sacudirse la imagen de empresa antipática y empezó a tratar mejor a sus clientes, y con ello ha disparado sus cifras de pasajeros (106 millones de viajeros el año pasado) y también sus beneficios (1.242 millones de euros en el último año fiscal, un 43% más).
Las previsiones para el actual ejercicio fiscal –que termina en marzo- reflejan todo el optimismo que la buena marcha del gigante de bajo coste permite… o permitía. La estimación de la aerolínea irlandesa pasa por alcanzar los 117 millones de pasajeros y el objetivo es el de situar el beneficio neto entre los 1.375 millones y los 1.425 millones de euros al cierre del año. Pero la dirección del grupo empieza a ver amenazada la consecución de este beneficio récord.
Y es que la guerra de precios en que se ha embarcado el sector, junto a la incertidumbre por el Brexit y el golpe a la demanda de viajes por los ataques terroristas, pueden acabar teniendo un impacto directo en las cuentas de la compañía.
Ryanair ha visto cómo esta temporada estival ha tenido que bajar más de lo previsto sus precios para mantener su cuota de mercado en algunos destinos y para impulsar una demanda que amenazaba con zozobrar. Entre abril y septiembre, la compañía preveía rebajar el precio de sus billetes entre un 6 y un 8%, que podría compensar con ajustes de costes y con una mayor ocupación de sus aviones. Sin embargo, las tarifas de la compañía finalmente han caído un 9% durante la temporada alta.
El escenario que contempla(ba) la compañía para la temporada de invierno que arranca en octubre incluye un recorte de los precios de los billetes del 9%. Pero la guerra de precios del sector aéreo, en plena caída del coste de combustible y con una oferta de vuelos creciente, hace temer a la compañía irlandesa que esa rebaja será finalmente mayor. Y en función de cómo de intensa sea la bajada de los precios, la aerolínea puede acabar revisando su objetivo de beneficio anual.
“No estamos revisando nuestro objetivo de beneficio aún”, ha dicho el consejero delegado de Ryanair, Michael O’Leary. “Pero somos muy cautelosos con la previsión para el conjunto del año. Si las tarifas caen en la temporada de invierno más de un 10 o un 12%, tendremos que revisarla”, ha sentenciado.
La reinvención de Ryanair
Hace apenas tres años, Ryanair se encontraba en un peligroso estado de zozobra. Asediada por su potente mala imagen de aerolínea antipática, sus rivales habían empezado a comerle la tostada en varios de sus mercados clave (en el caso de España, Vueling era/es su quebradero de cabeza) y el grupo veía peligrar la sostenibilidad del negocio a largo plazo. No había urgencias, el peligro no era inminente, pero el futuro, de continuar así, era más que incierto.
El gigante low cost crecía a una velocidad mucho menor que sus competidores, la cuota de mercado menguaba o se estancaba según los casos, y Ryanair recurría de nuevo a agresivas rebajas de precios como única vía para defender su posición, aún a costa de castigar su cuenta de resultados. La compañía llegó a anunciar en 2013 dos recortes de sus previsiones de beneficio (profit warning) en apenas dos meses e incluso llegó apuntarse pérdidas parciales en su peor trimestre de toda la crisis (el último de ese mal 2013).
Pero Ryanair optó entonces por reinventarse. La compañía eligió convertirse en una nueva Ryanair para que hubiera una Ryanair en el futuro, y reformuló de arriba abajo su archiconocido modelo ultralowcost para empezar a caer simpática. La aerolínea empezó a atender las grandes quejas de sus clientes, todas ésas que hasta entonces había desoído en pos de un servicio espartano.
Rebajó los recargos/castigos que cobra por facturar maleta en el aeropuerto o por olvidar imprimir la tarjeta de embarque, permitió a los pasajeros llevar un segundo bulto pequeño en cabina, eliminó la estruendosa megafonía en los vuelos de primera y última hora del día, eliminó algunas de las trampas que había que sortear para comprar billetes en su web…
Una nueva política de relación con el cliente (a la que se ha sumado la venta a través de agencias de viajes y su apuesta por el viajero de negocios con servicios específicos) que ha hecho que los datos de ocupación de sus aviones se recuperen mientras relanza un ambiciosa política de expansión con nuevos destinos, más vuelos, más bases y ampliación de flota. ¿El resultado? El beneficio de 523 millones de euros con que cerró el ejercicio 2014, se convirtieron en 867 millones en 2015, y en 1.242 millones en 2016. Y para el presente ejercicio las ganancias seguirán creciendo, sí, pero está por ver cuánto.
En mi caso, el cambio de Rynair ha llegado tarde. Me harte de su trato y su calidad de servicio, y no pienso volver a coger un avión de esa compañía ha menos que la diferencia de precio sea muy grande o no haya otra opción.
Por supuesto en la empresa no cogemos un avión Rynair en ningún caso. Jamas.
Y es una pena, porque el negocio era muy bueno y ha representado el popularizar los viajes de avión. Pero la necesidad de hacer sentir «low cost» a sus pasajeros, al final ha demostrados ser una política empresarial erronea.