Lo llaman ya con sorna el pacto ‘Massimo Dutti’. Jóvenes, apuestos, bien plantados y sin muchas posibilidades de sacar adelante la investidura. Un buen amigo no está de acuerdo con la elección de diseñador: «Deberían llamarlo el pacto Emidio Tucci, que al menos es una marca española». Pero ambos coincidimos en una cosa: el acuerdo, por mucho postureo que contenga y difícil que sea de cerrar, ha beneficiado a sus protagonistas, que ahora deben trabajar por su credibilidad.
Por supuesto, Podemos y PP sabotearán la alianza. ¿Alguien puede dudar de eso? Es imposible que en una primera votación de investidura salga adelante. Pero ¿saben qué? En una segunda votación ‘Pedrivera’ será de nuevo el candidato con más apoyos, y probablemente aquel al que el Rey dará otra oportunidad para recabar aún más. ¿Y si falla? Elecciones generales.
El escenario electoral era terrible para PSOE y Ciudadanos hace sólo un mes. El primero, devastado por las luchas internas en el seno del partido. El segundo, desangrado por una buena campaña popular y notables meteduras de pata de Marta Rivera en momentos clave. Hoy, se han apropiado de las etiquetas de centro-izquierda y centro-derecha y se presentan como un cartel electoral moderno y que mejoraría drásticamente la imagen de España.
El dilema del PP
El PP no sólo está humillado por la corrupción en el partido, sino que sigue teniendo como líder a Mariano Rajoy, el boxeador medio noqueado que dijo que los sentimientos tienen personas. Una reflexión que sólo sirve como reseña de la película de animación Del Revés y que prueba cómo las capacidades del líder están mermadas.
«Si Rajoy sintiese que él es el problema del partido y que no está haciendo lo mejor para España, lo dejaría», me comenta uno de sus fieles. Pero también reconoce que el gallego aún se ve fuerte, como el nonagenario que no quiere dejar de conducir pese a suponer una amenaza para él mismo, otros conductores y los viandantes. Las anclas pueden servir para proporcionar estabilidad, el problema es que no seas capaz de levarlas y quieras volver a navegar porque te atosigan los piratas.
En unas hipotéticas nuevas elecciones los populares pueden volver a sacar un número parejo de escaños basándose en el miedo y la tradición de sus votantes, aunque muchos de los que les votaron el pasado 20-D quizá no hayan sobrevivido al invierno. Pero están necesitados de una refundación urgente. Si hay un Congreso en 2016 y Rajoy lo gana, el partido estará sentenciado a aplazarla hasta 2019. Un escenario realmente desastroso para las aspiraciones populares. En el partido existe la tentación de la rebelión, pero también la cultura de la disciplina. Está por ver cuál pesará más al final.
Podemos ni siquiera sabe cuáles son los altos cargos del Estado
El partido de Pablo Iglesias ha vivido rodeado de ruido. Los medios enemigos han aprovechado cada flaqueza, real o percibida, para echársele encima. El problema es que han sido, en su mayor parte, tonterías que no afectan a temas sensibles. Las togas de los Reyes Magos, la juventud de Rita Maestre, las novias de Pablo Iglesias, las poesías profanas. Obviamente, han generado desazón entre una parte de la ciudadanía, pero creo que ha sido, precisamente, entre aquellos estratos de la población que no votarían a Podemos ni aunque el mismísimo Hugo Chávez redivivo les obligase a punta de pistola.
Pero Podemos ha tenido suerte porque tanto ruido mediático ha tapado, como en el cuento de Pedro y el Lobo, los peores tics de Podemos, que deberían preocupar a la parte más sensata de su electorado, aquella que el 20-D se creyó su discurso de acercamiento a la socialdemocracia.
El primero es el problema del referéndum catalán. Podemos no llegó donde está poniéndolo como eje central de su discurso pero lo ha convertido en eso mismo durante las negociaciones, forzado por las convergencias. Da igual si crees o no que un referéndum ayudaría a remendar la relación del Estado con Cataluña, lo que es evidente es que Podemos intentó esquivar lo importante que era para ellos y para sus socios durante la campaña. Y de haber nuevas elecciones, le penalizará.
El segundo, incluso peor, es el borrador de propuestas presentado al PSOE. En este texto, después enmendado hasta en dos ocasiones, la formación morada dejaba clara su voluntad expresa de terminar con la separación de poderes. Quizá no formalmente, pero sí a través de nombramiento de sus afectos en puestos destinados a personas independientes. Eso no quiere decir que el PSOE y el PP no hayan sido dramáticamente ineficientes a la hora de preservar dicha independencia, que lo han sido. El problema es que a Podemos no le daría ni siquiera vergüenza poner a todas las estructuras del Estado a favor de su movimiento.
Lo curioso es que Podemos no sólo exigía la sumisión en organismos judiciales, sino también en reguladores supuestamente independientes (que tampoco lo son tanto como deberían). En la lista de altos cargos propuesta por Podemos no sólo se deja algunos esenciales, sino que enumera otros ni siquiera sabe que han desaparecido. Habla del presidente de la CMT o de la CNE, cuando ambas están hoy integradas en el seno de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC). Aunque, al menos, ésta también aparece.
¿Nuevas elecciones?
En los próximos días, la clave va a estar en la ratio riesgo/oportunidad de cada partido, especialmente de los que tienen que decidir si sumarse al Pacto Massimo Dutti o buscar nuevas elecciones. Si PP y Podemos se ven fuertes ante una nueva convocatoria electoral, volveremos a ver elecciones. Pero serán unos comicios en los que dos partidos se habrán mostrado dispuestos a negociar y hacer política y otros dos se han reflejado, respectivamente, como atrapados por la esclerosis u obsesionados por las poltronas con serios problemas para entender cómo funciona la democracia.