No hay mejor manera de guardar un secreto que contárselo a todo el mundo. Aunque parezca una contradicción, miles de empresas confían cada día en una herramienta que comparten más de 500.000 usuarios.
Las personas buscan la comodidad por encima de todo. No hay margen para las dudas: si algo es práctico, triunfará. Así es como Slack se ha hecho un hueco en el inmenso ecosistema de herramientas tecnológicas y apps de productividad. Presentado como el mata-correo electrónico, esta suerte de plataforma de mensajería instantánea que combina su uso de chat y organizador de conversaciones, se está abriendo hueco de manera incontestable.
A toro pasado todos brindan buenas verónicas como Manolete, pero cuando su creador, Stewart Butterfield (cofundador de Flickr), lanzó al mercado Slack, su uso estaba en el aire aunque tuviera clara vocación empresarial. De hecho, se puede decir que ha sido el tiempo quien ha terminado de afinar el producto. Así es como ha llegado a calar entre grandes empresas como Sony, eBay, Yelp o NBC Universal que han dado su razón definitiva: gestor de contenidos corporativos.
Las empresas y organizaciones lo usan en paralelo al correo electrónico, puesto que lo de matar al email de momento es pretencioso. Y aquí ha sido donde muchos están sacando nuevos usos a Slack en su corta vida. Por ejemplo, hay quienes hablan de una magnífica herramienta como buzón de sugerencias abierto al público como canal abierto a través del que te llegan los avisos.
En ese sentido y abriendo el horizonte más allá de esa idea de gestor corporativo, también se empieza a usar con visos al B2B, es decir, la creación de un canal específico para que las empresas se organicen entre sí. Como se trata de una plataforma con uso indeterminado, cada cual puede terminar haciendo lo que quiera.
Sea como sea, estos usos vienen a confirmar una cosa: Slack está causando un impacto en el mercado tecnológico que puede pasar a la historia. De hecho, como se aprecia en la siguiente imagen, se trata de una startup que rápidamente ha alcanzado un magnífico ratio valoración-tiempo en funcionamiento y se ha colado con extrema rapidez entre las compañías que sobrepasan los 1.000 millones.
Ahora bien, el camino de Slack no está siendo precisamente de rosas y con posible adaptación al cine. Nadie puede discutir su gran empuje. Hace apenas unos días levantó 160 millones de dólares en una nueva ronda de financiación, y su valor como empresa está en torno a los 2.800 millones. Pero han surgido los primeros problemas delicados, referentes a seguridad, y parece lógico que ninguna empresa dejará sus secretos más hondos en una herramienta externa, y menos cuando reconocen sus errores y, lo más alarmante, no ha parecido complicado.
La seguridad, ese eterno dilema tecnológico
Ninguna gran multinacional compartiría en un canal de Slack los avances sobre su última patente. Hasta ahí tiene sentido. Pero si no hay una confianza absoluta en que se trata de una herramienta segura, ¿hasta qué punto Slack tendrá una acogida masiva entre grandes corporaciones?
Concretamente hay dos fechas que se formulan como puntos negros en la startup de Stewart Butterfield. El primero de ellos llega en el otoño de 2014 cuando un usuario pone al descubierto un fallo del sistema por el que se accede a los canales de algunos clientes con cuentas concretas. Lo consiguió mediante un registro simulando correos de la empresa y así destapó cómo se organizaban las etiquetas de Apple, Twitter o Amazon.
Dos fallos de seguridad en menos de un año ponen en entredicho la herramienta
De inmediato Slack aseguró que eso no permitía ver los mensajes que había en los canales y que se trataba de una opción que se podía desactivar. Explicaban que, precisamente, la facilidad de encontrar canales era una de las ventajas de la herramienta. Aunque esto ya puso el foco sobre la startup. De hecho, esta filtración disparó la rumorología, ya que se encontraron canales como #BingTV que hicieron pensar, por ejemplo, que Microsoft estaba detrás de un futuro canal de televisión.
El siguiente percance con la seguridad, hace unas semanas, se produjo cuando un equipo de hackers estuvo durante 4 días en el mes de febrero paseando por su base de datos teniendo acceso así a las direcciones de correo y datos de sus 500.000 usuarios.
Como en la anterior ocasión, desde Slack aseguraron que todo estaba bajo control y que, aunque habían notado algunos movimientos sospechosos y los hackers habían podido acceder a las bases de datos, su sistema es tan seguro que no pudieron descifrar los códigos de protección que usan y por lo tanto no podían hacer nada. No obstante, desde que se ha producido este incidente, la empresa ha modificado su sistema de acceso mediante una doble verificación para que todo esté más vigilado.
Las cinco críticas a Slack
Los usuarios que expresan sus opiniones en cualquier foro público sobre Slack coinciden en una serie de condicionantes que, si bien no parecen preocupar a su fundador, dejan entrever ciertas dudas.
Al margen de no ser una herramienta de uso masivo, a pesar de su valor económico, quienes la conocen sin utilizarla creen que no aporta nada realmente nuevo a las herramientas que ya hay, o incluso a WhatsApp o Facebook, si estos últimos pudieran adjuntar archivos.
Esa precisamente es otra crítica: que su único valor es poder adjuntar archivos, pero eso no es disruptivo en el mercado ni crea una nueva tendencia.
Otro factor, quizá de índole socio-cultural, es que las cosas tienen valor cuando ahorran dinero. En el caso de Slack se puede tratar de una herramienta útil, pero como no ahorra dinero, no termina de ser sustitutivo de nada.
También hay quien achaca que se trata de una plataforma de uso cerrado y que no se complementa con otra, pese a que se pueden implementar algunos servicios como Twitter o Google Docs. Es decir, son el mata-correo, pero con un email se puede escribir a quien se quiera y como se quiera, sin embargo con Slack todo queda dentro de Slack.
Por último y ligado con eso, la sociedad impulsa nuevas formas de trabajo freelance, por lo que una herramienta que prioriza el trabajo corporativo sin ampliar su capacidad de comunicación externa, y menos de manera no segura, puede terminar siendo un lastre.
Aunque el principal problema va más allá de gustos, colores o aromas, se trata de que ya ha tenido dos percances de seguridad en el que las conversaciones, charlas e ideas han quedado potencialmente al descubierto. ¿Qué empresa se va a fiar de una herramienta que puede dejar totalmente expuestos sus secretos?