Los partidos intensifican sus ataques cruzados para acabar de movilizar a sus bases y atraer al mayor número posible de indecisos. En diciembre, casi siete millones de españoles decidieron en los últimos días de campaña o el mismo 20-D a qué formación apoyar. Sánchez se envuelve en la bandera de España, Iglesias profundiza su perfil bajo y Rajoy y Rivera porfían por la «utilidad» del voto de centro derecha.
Albert Rivera pide un último esfuerzo para sumar “un punto más” de apoyo electoral y adjudicarse así otros diez escaños; Mariano Rajoy insiste en que la España “moderada” debe agruparse en torno al PP y pide el voto hasta al propio líder de Ciudadanos; Pedro Sánchez copia la dialéctica de Podemos en 2015 y apela a la “remontada” del PSOE; Pablo Iglesias profundiza en su perfil bajo para no activar el voto del miedo contra él. Los cuatro grandes partidos sacaron este jueves todo su arsenal para disputar el sprint final de campaña, el momento en que una gran parte de los electores se decanta por una u otra opción.
En diciembre, según los datos del postelectoral del CIS, fueron más de nueve millones (el 35’9% del total) los votantes que no eligieron papeleta hasta después de iniciada la campaña. De ellos, 2’3 millones lo hicieron en los primeros días de actividad electoral, pero el resto lo dejó para el final y unos 2’34 millones para el mismo 20-D (el 9’3% de los 25’3 millones de votantes). Unas cifras altísimas, nunca vistas, como correspondía a la época de mayor volatilidad vivida en España desde la Transición. El paso de los meses ha hecho amainar algo esa tormenta sociopolítica, pero todavía se registraba en mayo un 32’4% de españoles que, aunque tenían claro que irían a las urnas, no sabían la papeleta por la que optarían.
El dato es inferior al de la precampaña de 2015 (41’6%), que a su vez cayó un 11’3% desde que se hizo el trabajo de campo del preelectoral del CIS (27 octubre-16 noviembre) hasta que empezó la campaña. Los que se decidieron a partir del 4 de diciembre, como reflejó el estudio postelectoral, fueron el 35’9% del total y no el 41’6%. Considerando que ahora se haya producido un movimiento similar -no hay elementos para pensar lo contrario- estaríamos con un 28’8% de los electores decidiendo su voto entre el 10 de junio y el 26-J. Dos tercios de ellos, además, se decantarían al final de la campaña o el mismo día de los comicios. Es decir, están haciéndolo en estos mismos momentos.
Unos cinco millones de españoles están decidiendo estos días el sentido de su voto
Una bolsa muy amplia que explica los postreros giros estratégicos que están implementándose. Todos los partidos se habían guardado balas para disputar el sprint. Ciudadanos, que en 2015 cometió el error de presentar todo su programa y lanzar todas las ideas fuerza al inicio de la contienda, acabó desfondado y dedicó la segunda semana de campaña exclusivamente a defenderse, atrapado en una estrategia buenista que apostaba por el guante blanco. Tomaron buena nota de ello, realizaron una auditoría interna para poner negro sobre blanco esos errores e incluso trasladaron a la prensa las principales conclusiones del estudio. Ahora, tratan de no reincidir.
El partido naranja ha encontrado estos días un mensaje efectista para neutralizar la estrategia del voto útil del PP: con un punto más de voto para Rivera, Ciudadanos subiría diez diputados; con un punto más para Rajoy, los populares se quedarían prácticamente igual. “Solo con un 1% más de votos, Ciudadanos tendría diez escaños más y seríamos decisivos”, indicó Rivera en Radio Nacional de España este jueves, esgrimiendo el eslogan principal de su partido en la recta final. Junto a él, acompañan la propuesta de que tras los comicios se forme una mesa a tres PP-PSOE-Ciudadanos para negociar un programa y un Gobierno. La cocina naranja considera que pasando del 15% al 16% podrían rondar la cincuentena de diputados, arrebatándoles entre seis y nueve a Unidos Podemos y al PSOE.
Si no quieres un gobierno extremista y radical, no dividamos fuerzas #AlbertVotaPPhttps://t.co/kb2YukA4Xq
— Partido Popular (@PPopular) 23 de junio de 2016
Las cuentas del PP son otras. Hasta en 26 provincias, subrayan, es inútil el voto a Rivera. No tiene posibilidad de sacar escaño en las circunscripciones medianas y pequeñas y, por tanto, elegir su papeleta solo beneficia a la izquierda, que se disputa allí las últimas actas con los populares. Génova lanzó en la mañana del jueves un vídeo donde pide el apoyo directamente al propio Rivera –bajo el título #AlbertVotaPP-. Esos discursos cruzados tienen un público muy claro: los 920.000 electores que hace unas semanas dudaban entre PP y Ciudadanos. Son el 10% de todos los indecisos, ya en 2015 supusieron el 11% y conforman la frontera más porosa del electorado, junto a la zona limítrofe entre PSOE y Unidos Podemos.
PSOE y Podemos, papeles invertidos
Y aquí se han invertido los papeles respecto a diciembre. Con los sondeos situando a Iglesias segundo y Sánchez tercero, la coalición Podemos-IU ha optado por un discurso en positivo, el protagonismo coral y una actitud de buena voluntad hacia los socialistas que Ferraz ve como mera pose. Para darle la vuelta a las encuestas, Sánchez ha apelado al orgullo del socialismo, se ha dirigido más a la España adulta y ha situado una y otra vez a Iglesias en el rincón de la “intransigencia”, explotando su punto más débil. En el sprint final, esos mensajes son coronados con la apelación a la “remontada”. El mismo recurso que utilizó Podemos en diciembre con tanto éxito es ahora blandido por el PSOE, que sin embargo nunca reconoció estar por detrás de Iglesias.
“Hay remontada, sí, hay remontada, porque los votantes del Partido Socialista vamos a ser los protagonistas del cambio, dejando atrás a los del sorpasso y dando una sorpresa y ganando a Rajoy el próximo 26 de junio”, proclamó el candidato del PSOE el jueves desde la plaza del Ayuntamiento de Alicante. Ya por la tarde, ofreció un mitin en Murcia con una enorme bandera de España proyectada a sus espaldas. Un recurso que ya utilizó en la campaña de las catalanas y que pretende conquistar espacios en el centro al mismo tiempo que potencia su perfil presidencialista, en pretendido contraste con el líder de Podemos.
Iglesias no entra al trapo y, como ya hiciera en el debate a cuatro y a lo largo de toda la campaña, rehúye el cuerpo a cuerpo con los socialistas. Su rival es el PP, insiste, y el partido de Sánchez un potencial “aliado” para cambiar de Gobierno. Si Ferraz vuelve a optar por no entenderse con Podemos, aduce como corolario, se estará haciendo el “harakiri político”.
El director de Antifraude de Cataluña muere matando y asegura que Rivera le pidió “alguna cosa” a cambio de su respaldo
Todo ello transcurre en unas horas finales de campaña marcadas por las grabaciones a Jorge Fernández Díaz. El ministro del Interior volvió ayer a poner el foco en el hecho de haber sido espiado, y no en el contenido de sus conversaciones con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso. “Hacer una grabación hace dos años para hacerla pública y difundir por fascículos en los últimos días de una campaña electoral es algo que pertenece al género más negro de la política. (…) Nadie, nadie, nadie ha condenado esa actuación delictiva mafiosa”, resaltó.
De Alfonso, por su parte, compareció ante el Parlamento catalán en una sesión de vivo combate dialéctico con los diputados que hace menos de cinco años le designaron por mayoría cualificada. El todavía director de la Oficina Antifraude tuvo para todos -“no sean hipócritas, me reúno con todos ustedes”- y dejó en mal lugar al líder de Ciudadanos, uno de los más beligerantes en sus críticas a Fernández Díaz. Rivera también se entrevistó con De Alfonso, aseguró el alto cargo, y le ofreció apoyo a cambio “de alguna cosa” que no concreta porque prefiere no divulgar conversaciones personales. “Y la tentación es grande”, dijo a los diputados que le exigían su dimisión y que en cualquier caso le relevarán de su puesto en unos días.
El candidato naranja admitió esos contactos, pero negó haber reclamado nada a su interlocutor.