La situación les ha generado una multiplicación de tramas que para si las quisiera un guionista de sitcoms . Todas las hipótesis son posibles, aunque algunas más probables. Y tienen la suerte de poder repasarle la lección a antiguos amigos y nuevos enemigos. Pero si uno quiere elaborar el coktail perfecto, la combinación de tertulianos que nos hagan dueños del share y arrastren ríos de tweets, aconsejo los siguientes ingredientes:
1- Alfonso Rojo. Sus boutades son siempre creativas y sorprendentes. Provoca una esquizofrenia a sus adversarios propia de un ilusionista. Mientras lanza un insulto vintage, pone cara de querubín y dulcifica con su aplomo el calificativo. Renueva el lenguaje, rescata expresiones populares y esconde bastante cinismo como si la vida aún le sorprendiese.
2- Hermann Tertsch. Su indignación congénita nos mantiene con el aliento contenido. Te quedas esperando el remate final ya que cuando inicia un bucle de increpaciones es como un juego de cuchillas de ninja. Sabe descolocar al oponente haciéndole sentir que conoce bien su historia. Y se entrega al juego como si no hubiera mañana en una actitud de suicida catódico.
3- Graciano Palomo. El casticismo elevado a ponente. Traduce el análisis a sentencias de barra de bar y consigue que la mecha prenda al instante. Lanza un triple desafío para que un semiólogo lo desestructure: frente al polemista, ante la audiencia y para el personaje político al que está avisando. Efectista y gran constructor de titulares. Indispensable.
4- Ricardo Martín. Omnipresente en la vida pública. Crea desconcierto por si está clonado. Atento a todas las tendencias y frentes, reparte juego y equilibra en función de los ingredientes que se encuentra. Burlón y despiadado, consigue enmascarar la gravedad de lo que dice. El Dorian Gray de las tertulias dosifica bien los secretos que conoce.
5- Paco Marhuenda. Sin complejos. El tipo que se aceptó a si mismo en la madurez y acepta el papel asignado. Tiene la flexibilidad de un tertuliano de «Sálvame». Se ofrece de sparring con absoluta deportividad. Acerca sus postulados con confesiones personales. Consigue convertirse en alguien cercano pese a su singularidad. Sus metáforas y los paralelismos que establece cuando se pone didáctico lo convierten en un provocador desequilibrante.
Con estos cinco ingredientes, que combinan lo salado con lo dulce y el toque agrio, se consigue el cocktail perfecto del tertulianismo patrio. ¿En qué se diferencian los analistas de los tertulianos?. Pese a que en ambos casos, el colaborador televisivo debe tener recorrido y fuentes, el tertuliano debe tener sentido del espectáculo. Arriesgar a que te bombardeen desde lo personal, no tener miedo a la exhibición y comprender que un buen zarpazo es lo que consigue un efecto dominó que te sube al carro de la fama catódica. Ellos serán nuestros gurúes en un tiempo de incertidumbres. Tertulianos: Una profesión sin EREs.
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