Durante la semana pasada, me preguntaron de diez sitios distintos cuáles fueron las principales tendencias del Mobile World Congress de Barcelona, y mi respuesta predilecta y más repetida fue la siguiente: «La gran tendencia es que los fabricantes han reconocido, abiertamente y por primera vez, que todos los teléfonos son iguales».
Una anécdota curiosa: una marca que no voy a citar se encontró con una sorpresa demoledora al llegar a su stand: La empresa que tenía al lado estaba vendiendo exactamente los mismos terminales que ellos. La misma gama, totalmente idéntica. Es algo que no le puede pasar a los grandes fabricantes o a BQ, que hace tanto volumen que puede permitirse personalizar todo el diseño al máximo. Pero en el caso de marcas más pequeñas es difícil esconder el hecho de que al final muchas de las cosas que se venden en el mundo no dejan de ser reformulaciones made in China levemente tuneadas.
Y ojo, que decimos esto sin desmerecer este modelo. Los móviles que se venden hoy por 200 o 300 euros hubieran sido el teléfono del año hasta hace bien poco y la gran mayoría satisfacen al consumidor medio español que, reconozcámoslo, sólo quiere usar el Whatsapp y grabar vídeos de gatos.
El problema es que los grandes fabricantes pueden diferenciarse por tecnología y por marca, pero en un entorno de bajas subvenciones como el actual, es difícil generar fidelización entre los clientes y conseguir usuarios premium dispuestos a pagar más del doble o el triple por los dispositivos.
«Nos dicen que es difícil innovar». «Vemos la falta de diferenciación como un reto». Todas las declaraciones de los responsables de las grandes compañías iban en el mismo sentido. Saben perfectamente que el mercado empieza a dar por sentado el móvil, lo que en inglés se llama ‘commodification’. ¿De verdad importa la marca del agua del grifo o de la electricidad o das por hecho que la que viene estará buena?
LG, que abrió fuego en la feria, fue la primera en intentar atacar por los dos flancos. En cuanto a la innovación propia del teléfono, presentó un terminal que ataca una de las debilidades de los teléfonos modernos: La incapacidad de llevar baterías de repuesto. Y sobre cómo ampliar la experiencia a otros entornos, lanzó todo un ecosistema de dispositivos nacidos para mejorar la experiencia (y cobrar aparte). El principal problema es que si algunos de ellos, como la LG Ball o la cámara 360 parecen divertidos, otros son un poco raros. ¿Un módulo de cámara que básicamente es una carga para el móvil con un par de botones específicos? ¿Un módulo de alta fidelidad con Bang&Olufsen?
Está por ver el éxito que tienen, la capacidad de llevarlos al mercado minorista y su utilidad misma, cosas que no veremos hasta que no lleguen las primeras unidades de prueba. ¿Mi único temor? La rápida obsolescencia de los dispositivos.
Samsung, por su parte, optó por el continuismo. Hacen bien. Después del desastre de diseño del S5, los coreanos recuperaron comba con el S6, quizá el mejor teléfono que han hecho nunca, y la gama Edge. En esta ocasión se han limitado a mejorar lo que ya funcionaba y cambiar ligeramente los tamaños, pero no hay ninguna decisión que no parezca acertada o una mejora. Tarjetas microSD, resistencia al polvo y al agua, una cámara que promete maravillas. La verdadera estrella del evento es un terminal igual al del año pasado. Y eso es, en sí mismo, revelador.
La inclusión en la preventa de los S7 de las gafas de realidad virtual Gear VR es un bonito detalle, especialmente teniendo en cuenta cómo han ido ganando en ecosistema. La sorpresa que más me llamó la atención al abrir la muestra que entregaron a los periodistas presentes en la sala (y hay que ver qué morro tenían algunos compañeros rebuscando debajo de las pocas sillas vacías para pillar dos o tres máquinas), fue que ya existe una aplicación de Netflix. Sí, puedes ver Daredevil en un refugio de montaña. Esto convierte las Gear VR, en palabras de mi mujer, en «un futuro motivo de divorcio».
Otro motivo de divorcio, aunque en esta ocasión por motivos jugones, serán las Vive de HTC y Valve, que por 899€ se presentan como un capricho caro pero no tremendamente caro. Y uno que espero probar.
Entre los periodistas presentes existe la sensación, no confirmada, de que la realidad virtual va a servir fundamentalmente para recibir fotos animadas de tus cuñados, o de cuñados en general, y para estimular la industria del porno.
Sony nos confundió a todos con el móvil que lanzará al mercado el próximo verano. Finalmente, logré sacar en claro que Xperia X nace para sustituir a la serie Z. Su versión avanzada, Performance, incluye resistencia al polvo y al agua (IP68). En verano veremos también un accesorio peculiar, el auricular Bluetooth Xperia Ear, que parece una versión moderna de Scarlett Johansson en Her. En algún momento del futuro, atisbamos varios conceptos avanzados de posibles productos de la compañía japonesa.
Me gustaría destacar como algunos de mis compañeros el Mi5 que presentó Hugo Barra. Pero no puedo hacerlo. Simplemente, no es un teléfono para España. ¿Puedes tenerlo? Sí, pero no voy a jugar a que es un terminal que me compraría, por barato que pueda salir.
En resumen, en la granja de móviles del Mobile World Congress todos los teléfonos son iguales. Pero unos son más iguales que otros.