Podemos no respalda a España en la escalada de tensión diplomática producida en las últimas horas entre Madrid y Caracas. El partido de Pablo Iglesias se pone de perfil y se queda solo en su postura, pues hasta la coalición Izquierda Unida -habitualmente alineada con el régimen bolivariano- apoya en esta ocasión al Ejecutivo de Mariano Rajoy en la llamada a consultas al embajador. Tras la proposición no de ley aprobada ayer en el Congreso por PP, PSOE, UPyD, CiU y PNV, en la que se reprueba al sucesor de Hugo Chávez por el encarcelamiento de disidentes políticos, Nicolás Maduro calificó de “racista” al Jefe del Ejecutivo español.
Este diario se ha puesto en contacto con Podemos para conocer su postura, pero ha eludido hacer valoración alguna y se ha remitido a declaraciones pretéritas, hechas antes de la crisis diplomática abierta por las palabras de Maduro.
«Que las Cortes vayan a opinar de su madre, pero que no opinen de Venezuela», proclamó el dirigente bolivariano en el programa de televisión que tiene en la cadena pública de su país. Moncloa reaccionó a esas furibundas diatribas –también acusó a Rajoy de estar «detrás de todas las maniobras contra Venezuela” y amenazó con tomar medidas contra España- llamando a consultas al embajador venezolano, Mario Isea.
El diplomático acudió en la mañana de ayer al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación para escuchar la queja formal del Gobierno español, que ha sido realizada por boca del director general para Ibeoramérica, Pablo Gómez de Olea, toda vez que el ministro Margallo y el secretario de Estado Jesús Gracia se encuentran de viaje en el extranjero. Isea abandonó la sede apenas cinco minutos después de entrar.
Este tipo de convocatorias para protestar formalmente ante un diplomático extranjero no suelen prolongarse más allá de 20 o 30 minutos, pues el funcionario en cuestión se limita a escuchar y tomar nota de la protesta del Gobierno que le ha convocado. No obstante, es inusual que la reunión dure sólo unos pocos minutos como ha sido este caso, algo que demuestra lo poco fluidas que son las la relaciones entre nuestra diplomacia y la del régimen bolivariano.
Tras el encuentro, se han sucedido las muestras de apoyo al Gobierno español, por parte de todos los partidos salvo Podemos. La portavoz en materia de asuntos exteriores del Grupo Socialista en el Congreso, Trinidad Jiménez, tachó de «completamente inaceptables y fuera de lugar» las declaraciones realizadas por el presidente venezolano contra Rajoy, por lo que apoyó incondicionalmente al Gobierno en su protesta ante el embajador de Caracas. Por su parte, el PP, además de respaldar al Ministerio de Exteriores, replicó a Maduro que lo que debe hacer es respetar los derechos humanos en su país. Izquierda Unida, que suele poner una vela a Dios y otra al diablo, vio normal el enfado de Venezuela, aunque consideró excesiva la acusación de racismo lanzada por Maduro contra el presidente del Gobierno español.
Por su parte, el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, considera que las críticas del presidente venezolano están «absolutamente fuera de lugar», máxime cuando lo único que ha hecho el Parlamento español ha sido «defender la libertad y que haya pluralidad en las democracias».
Los antecedentes
Las relaciones entre España y Venezuela han pasado por una serie de desencuentros desde que el pasado mes de octubre Lilian Tintori, esposa del opositor Leopoldo López, preso por su supuesta responsabilidad en hechos violentos durante las manifestaciones antigubernamentales de 2014, fue recibida por el presidente del Gobierno en su calidad de líder del PP.
Este encuentro provocó el malestar de Maduro, quien, dos días después, anunció que había ordenado revisar todas las relaciones de Venezuela con España por la actitud de Rajoy ante el caso de López. El embajador venezolano en España fue entonces llamado a consultas por su Gobierno como muestra de malestar de Caracas por esa reunión de Rajoy con Tintori y «en el marco del proceso de revisión integral» de las relaciones diplomáticas. Mario Isea volvió a Madrid a finales de febrero.