Es un tema que ya hemos tratado aquí al hablar de productos de muy distinta naturaleza: la nostalgia es un animal indomesticable. Despertarla es relativamente sencillo, pero acomodarse a ella, sacarle partido, juguetear con sus tentáculos y, lo más importante, convertirla en un vehículo con su propio lenguaje y virtudes, más allá de un mero escaparate masturbatorio, es complejo. Transformers: Devastation , por suerte, lo hace muy bien.
Para ello, Platinum agarra los códigos de un producto que a los treintañeros largos les va a acariciar la patata, los Transformers de primera generación, los de los tebeos de Marvel, los cromos de Panini y la serie-de-dibujos-animados-de-sábado-por-la-mañana (en España, de-mugrientas-ediciones-en-VHS). Y los pone a combatir en un juego de acción de últimísima generación, en la línea de su mayor obra maestra hasta la fecha, Bayonetta: el profundísimo y exigente sistema de combate del juego de la bruja gafotas le sienta como un guante a este juego de tollinas robóticas, y el valor nostálgico que lo empapa todo funciona como una extraña forma de engrasar la mecánica.
Es deliciosamente extraño ver a los robots moverse de las formas electrizantes e irreales propias de los combates mágicos de Bayonetta, pero al mismo tiempo es extrañamente adecuado para unos personajes en cuya naturaleza está transformarse en segundos en vehículos y objetos cotidianos.
Devastation está lejos de ser un producto redondo. Su acabado se nota forzado y con prisas, y aunque solo dura cinco horas (cinco horas intensísimas y más que suficientes, eso sí), hay momentos en los que se hace repetitivo.
El sistema de mejoras y progresión de personajes que tan bien funciona en otros juegos de Platinum es aquí algo perezoso: hay a disposición del jugador un complejo sistema de mejora de armamento, así como de habilidades de los personajes. Pero el primero no está pulido del todo, y potenciando distintas armas no se llega a un arsenal variado y rico, sino a una serie de armas uniformes e indistinguibles entre sí. En cuanto a las mejoras de los personajes, el juego pretende que se cambie entre distintos robots durante la partida, pero lo que hará el jugador será potenciar uno solo de los Transformers y tirar con él, lo que refuerza la idea de la monotonía, las buenas ideas mal aprovechadas y la oportunidad perdida.
Aún así, y obviamente lo digo como treintañero largo (al que le quedan meses como tal, insertar alarido de horror aquí) traumatizado por los robots gigantes y al que el sonido de chicharra con vocóder de los engendros convirtiéndose es pura magdalena proustiana, Transformers: Devastation es divertidísimo. El sistema de combate es una derivación del de Bayonetta, vale, pero… es que no hay suficientes juegos como Bayonetta. Transformers Devastation es efectivo, directo como un deportivo autoconsciente estrellándose contra la riñonada de un Decepticon maquiavélico. Y para un juego de acción intuitivo, demente, frenético y gamberro como este, vamos sobrados con eso.
Transformers: Devastation
Playstation 4
PlatinumGames
2015