Turismo, terrorismo y Turquía

Caminos de ida y vuelta

Los recientes atentados de ISIS en Turquía pueden venir a desbaratar todas las predicciones sobre turismo en 2016 que se habían realizado hasta ahora. Recordemos que Turquía es uno de los destinos que más ha crecido en número de visitantes en los últimos años. Recientemente y, en esta misma sección, escribía que su capital, Estambul, había experimentado un crecimiento del 13,2% en el número de visitantes durante 2014, lo que llevó a esta histórica e interesante ciudad a situarse en la novena posición en el ranking de ciudades más visitadas del mundo.

Numerosos destinos han sufrido las consecuencias del terrorismo, no solo las más obvias y dolorosas: víctimas mortales, heridos, familias rotas, además del miedo y la conmoción generalizados; otro aspecto al que otorgaré menos importancia también por motivos obvios, son los cuantiosos daños que en ocasiones hay que reparar. Sin embargo, cualquier acción terrorista tiene otras consecuencias menos visibles o de las que, generalmente, somos menos conscientes y que son igualmente perniciosas a corto y medio plazo para la economía del país o ciudad que sufre un atentado. Se trata del turismo, uno de los factores económicos que más se resienten tras cualquier acción terrorista. El turismo es muy sensible a las cuestiones de seguridad, nadie quiere irse de vacaciones y no volver, o volver en un féretro.

Sin embargo, siendo cínicos… u objetivos, lo que ustedes prefieran, todo ataque terrorista a un destino turístico tiene también unos beneficiarios colaterales: los destinos competidores. Y en el caso de Turquía, los países que más tienen que ganar, siempre desde el punto de vista turístico, son España y Croacia, porque al fin y al cabo, a algún sitio tendrán que viajar este verano los ilustres habitantes de Alemania, Rusia y Reino Unido, que representan el 30% de la demanda internacional a Turquía, y quienes es muy posible, incluso probable, estén tachando las preciosas playas y ciudades turcas de su lista de destinos vacacionales; porque si hay algo que tiene el miedo, es que es libre… y gratuito.

Sigamos siendo cínicos, u objetivos, elijan ustedes, y afirmemos que este es el mejor momento para que tanto España como Croacia pongan toda la carne en el asador en cuanto a acciones de marketing se refiere y empiecen a vender y pregonar a los cuatro vientos sus magníficas bondades en estos tres países emisores; pero a lo bestia, sin dejarse ninguna chuletita para más tarde.  Tampoco estaría de más que destinasen una pequeña parte de sus presupuestos a la promoción en los países de la zona Asia-Pacífico, ya que su puerta de entrada a Europa es, precisamente, Turquía y según datos de la OMT, en la próxima década esa región va a liderar la demanda turística a nivel global, por lo que sería bastante inteligente empezar a sembrar semillitas para el medio-largo plazo. 

En un mundo ideal no existiría el terrorismo. En un mundo ideal la ley de la oferta y la demanda no sería tan importante para la economía de los países y por ende, para el bienestar de las personas. En un mundo ideal la riqueza estaría distribuida de manera igualitaria por todos los continentes y todos seríamos felices y existirían los unicornios blancos y podríamos encontrar una olla rebosante de oro al final del arcoíris. En un mundo ideal,  nadie sacaría tajada de un hecho tan repugnante y deleznable como es cualquier acción terrorista.

Pero de nuevo me toca ser cínica, u objetiva, da igual cómo lo llamen porque, en ocasiones, viene a ser lo mismo, este no es un mundo ideal, no hay felicidad generalizada, ni bienestar generalizado y desde luego, no hay ni asomo de una distribución equitativa de la riqueza. Y cuanto antes nos demos cuenta y lo asumamos; cuanto antes aceptemos el mundo que nos ha tocado vivir, antes podremos poner en marcha estrategias que nos hagan aprovechar las oportunidades que este mundo, no tan bonito, nos pone delante de las narices y podremos procurar un mayor bienestar a aquellos españoles que viven del sector terciario. Seguirán sin existir los unicornios blancos, ni las ollas de oro al final del arcoíris, pero tal vez, si incrementamos el número de visitantes internacionales, no solo en el corto plazo, si no también en el medio y largo plazo, se pueda crear un poquito más de empleo estable en este país que tanto lo necesita.

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