Otro año pasa y, con su marcha, podemos recapitular no solo las mejores novedades y las series que han sabido mantener o recuperar un buen nivel, también las tendencias de un año que vio multiplicarse los superhéroes, cambiar los late nights, expandirse la ciencia ficción y los programas de sketches , la lucha por la emisión del fútbol o la llegada a España de Netflix entre otras muchas historias para recordar.
Ha sido un año tan completo que es complicado elegir por dónde empezar a comentarlo. Hemos tenido multitud de series y problemas relacionados con ellas, hemos tenido movimiento fuera de la ficción en las fronteras del ‘reality’ y también en las del humor y los programas nocturnos. E incluso en la actualidad nacional.
El año de la ‘Peak TV’
Posiblemente lo más hablado sean los propios programas. No solo por la calidad y las inevitables listas de qué ha sido lo mejor y lo no tan mejor, también por las varias historias y tendencias que han dado color al año. Aunque quizá lo primero de lo que debería hablarse es de un término que se ha estado manejando desde el pasado mes de agosto cuando John Landgraf, el jefazo de la FX, habló de la ‘Peak TV‘, término pensado para intentar explicar cómo hemos pasado de la situación de considerar que vivíamos en una -otra- «Edad de Oro de las Series» a considerar que hay ‘Demasiadas Buenas Series’. Demasiadas para verlas todas, para estar al día, para seguirles la pista. Y es que esa falsa burbuja de superioridad relacionada directamente con el incremento del número de series no solo había servido para que la unión con las modernas técnicas de reproducción televisiva creara una selección de títulos que parecían destacar sobre los demás y sobre esa oscuridad del siempre mal conocido pasado. Pero claro, el incremento de canales emitiendo series y de posibilidades para acceder a estas hacía que la antigua unanimidad se cuestionara.
En tiempos de pocas posibilidades y menos medios los acuerdos son siempre más sencillos, pero en cuanto las voces y las series se multiplican incluso los consensos mínimos empiezan a parecer complicados. Si uno lee las listas de mejores series del año es fácil que se encuentre con un par de ellas, incluso puede que cinco, repetidas. Y eso teniendo en cuenta que alguno de los críticos ha hecho poco menos que trucos de encaje, como el magnífico Todd VanDerWerff que hizo una lista de las 35 mejores series más una honorable mención a otras 25. Y logró ser el que mejor capturara el año. Porque el asunto es que ya no estamos ante una situación que permita reducirlo a una pequeña lista, incluso aunque podamos elegir si no el mejor al menos sí el que más nos gusta. Y es que un repaso televisivo al año –cualquier repaso que se hiciera– no estaría completo sin una extensa cantidad de series. Porque a eso es a lo que hemos llegado con esta ‘Peak TV’.
No es una crítica, claro. O, si queremos verlo así, es una crítica a nuestra situación de ávidos consumidores culturales. La necesidad -la intencionalidad- de estar al tanto de lo último y la capacidad adquirida de convertir un medio fundamentalmente pasivo como era la televisión en uno más activo que permite un acercamiento más cercano al de los libros está llevando a la gente a intentar ver más de lo que puede. Al menos ahora que aún dura esa intención de estar al día en lugar de comprender que, como los libros, la vida solo nos permite leer una diminuta fracción. Y si hay muchos buenos para elegir… bueno, ¿quién puede quejarse realmente?
Pero, claro, los libros llevan muchos siglos dando vueltas por la Tierra mientras que la televisión parecía estar bajo control. Sobre todo si fingías que antes de finales de los noventa no había nada que valiera la pena porque, total, ¿qué se podía haber producido en setenta años y varios continentes? De modo que esa falsa sensación de que se podía estar al día es realmente lo que ha acabado causando esta sensación de que hemos perdido el control. Como si alguna vez lo hubiéramos tenido gracias a reducir el número de años, el número de países de origen, el número de canales que merecían la pena… En cuanto esa ficción ha caído han comenzado los nervios.
Las Series de 2015 y sus alrededores
Es prácticamente imposible estar al día porque, como decimos, ha habido muchas series y pasado muchas cosas. Por ejemplo, ha habido una sensación de dominación superheróica en nuestras pantallas cuando, en realidad, no han sido tantos los estrenos asociados. Sí, en 2014 surgió con éxito durante su otoño The Flash. Pero también apareció con mucha menos suerte Constantine. Algo que podríamos recuperar ahora porque… bueno… En ese proyecto extraño de Sony conocido como PlayStation Network se estrenó Powers, creación de calidad tan limitada como su presupuesto, que ha logrado sin embargo una segunda temporada. Frente a esto o a otra creación para Sony, esta vez para su web de streaming Crackle, llamada SuperMansion y que no dejaba de ser el equipo tras Robot Chicken creando una comedia superheróica con muñecos en un universo propio, el resto de estrenos han tenido más éxito. Puede que Supergirl no haya acabado siendo lo que la CBS esperaba de ella pero es sin duda una serie sólida, igual que Agent Carter es una de las series del año aunque sus audiencias fueran solo aceptables. Así que quizá deberíamos decir que quienes realmente dominaron la conversación fueron las series que sacó Netflix en su acuerdo con Marvel, es decir: DareDevil y Jessica Jones. Ambas series de enorme éxito popular que confirman otra de las tendencias del año: El éxito de las creaciones para visionado online.
Hagamos un pequeño repaso: En los cercanos Globos de Oro, de las seis series candidatas a Mejor Comedia o Musical cuatro son de servicios de ‘streaming‘. Puede que la gran triunfadora de los Emmys fuera la HBO pero fue sin duda un gran año para Amazon y Netflix que lograron algunas victorias importantes. El éxito de Transparent para los primeros ha sido importante, casi tanto como demostrar con su coproducción Catastrophe, la llegada de una vez de la muy variada Mozart in the Jungle o con su adaptación del clásico de ficción especulativa The man in the high castle que era capaz de ofrecer otras alternativas. Pero si eso parecía importante para los de Bezos, son los de Hastings -que acaban de lanzar un Plan de Dominación Mundial del que hablaremos en el futuro- los que han demostrado la capacidad de convertir cada lanzamiento en un éxito. Fuera en comedias como Unbreakable Kimmy Schmidt o Master of None, continuaciones como W/ Bob & David o Wet Hot American Summer: First Day of Camp, fantástico con Sense8, o su acercamiento a tantas cosas a la vez que fue Narcos que ofrecía una producción no-estadounidense, un thriller y una historia real, metiéndose de paso en otro de los géneros del año que explorarían con mayor fortuna aún poco antes de acabar el año con Making a Murderer (USA).
No todo son risas
Por un lado quedaba claro que la falta de datos reales les permitía dirigir la conversación sin que los números se interpusieran en la narrativa de críticos y espectadores. Por el otro, estaba claro que iban marcando la conversación o creando tantos éxitos cercanos que parecía que lo estaba haciendo que daba igual pequeños tropiezos que no explotaban del todo su potencialidad como Grace and Frankie o que, directamente, eran infectas como Real Rob. Las buenas son más y marcan el camino con tanta facilidad que casi pueden hacernos olvidar cosas.
Por ejemplo, que no a todos les está yendo igual de bien. Hulu sigue siendo una gallina sin cabeza capaz de tener un buen producto como The Awesomes y cancelarlo por la falta de visitas, y Yahoo Screen directamente ha cerrado. No sabemos si por el dinero pagado -y nunca recuperado- con la sexta temporada de Community, pero parece que las pérdidas han llevado a su cierre demostrando que quizá no todos los sistemas de visionado online vayan a tener el mismo éxito.
No han sido estas las únicas despedidas del año. También se fueron algunas series que habían estado marcando los últimos años. Unas, como Justified, sin hacer demasiado ruido aunque con gran coherencia. Otras, como Hannibal, demasiado pronto, aún con mucho que contar. Y unas pocas como Mad Men o Parks & Recreation, con tanto tiempo para despedirse que casi se hace raro no verlas aún ahí. No han sido las únicas despedidas difíciles del año, aunque sí las más importantes en lo que a ficción se refiere. Pero ya hablaremos de los ‘lates’ más adelante.
Las nuevas fórmulas
Volviendo a las series, podemos decir que tanto movimiento ha creado una serie de corrientes que se podían seguir. Ya hemos hablado por aquí de esas creaciones que intentan buscar nuevas fórmulas para la comedia televisiva como las ya mencionadas Catastrophe, Unbreakable Kimmy Schmidt o Master of None a las que podríamos unir las excentricidades más revolucionarias en forma que en fondo de Man Seeking Woman o los inesperados acercamientos a la comedia musical que han ofrecido Galavant o la ciertamente magnífica Crazy Ex-Girlfriend. Además -por supuesto- de la inesperada mezcla de géneros de la magistral UnREAL, otra de las grandes series nuevas de 2015. Y digo nuevas porque la cantidad de continuaciones de series y de series que han continuado han dejado también muy alto el nivel.
Entre las recuperaciones, y como mencionábamos antes, dos ejemplos magníficos de comedia con Wet Hot American Summer: First Day of Camp y la escasa W/ Bob & David, magnífica recuperación del clásico Mr. Show que ha demostrado también otra de las tendencias del año, el éxito de las series de ‘sketches‘ que han perdido a Key & Peele pero que mantienen a Inside Amy Schumer, tras un año en el que todas estuvieron a un gran nivel. Otra continuación enorme ha sido la de You’re the Worst que ha sabido reflejar la depresión de manera inmejorable, especialmente para ser una comedia. No es la única que ha tenido una buena continuación, Rick & Morty, Brooklyn Nine-Nine, Broad City o Jane the Virgin también lo han tenido, aunque no hayan logrado las cotas de magnificencia de Review o una de gran Veep que ha logrado que su cuarto año sea el mejor de la serie. Como no todo podía ser bueno el paso de The Mindy Project a HULU ha sido tan complicado como es todo en ese servicio y el regreso de The Muppets ha tenido tantos problemas que a mitad de temporada han decidido cambiar a uno de los responsables.
Aunque si vamos a hablar de continuaciones no podemos dejarnos las dramáticas con The Americans convirtiéndose en una de las mejores evoluciones, Rectify y Halt & Catch Fire como pequeños éxitos ocultos, Person of Interest en un punto inmejorable de su reflexión sobre el género al que no le hace caso suficiente gente, Banshee luchando aún, The Leftovers siendo la favorita de una parte de la crítica, American Horror Story intentado reinventarse con Hotel y un par de recuperaciones más o menos sorpresa, por un lado el ‘spin-off’ y precuela de Breaking Bad, Better call Saul, y más inesperado aún y menos entendible, la resurrección en la NBC de Heroes bajo el nombre de Heroes Reborn.
Aunque podemos entender esto dentro de la tendencia a intentar que los estrenos tengan algún tipo de gancho para el espectador. Y ahora que los grandes nombres no parecen servir de gran cosa visto el poco éxito en 2014 de las dos grandes apuestas centradas en Robin Williams y Michael J. Fox, lo intentan con las propiedades bien cinematográficas (Minority Report, Limitless) o con la resurrección, remake o lo que se tercie de otras obras que han llegado al ridículo en un año en el que se han contado hasta 42 de estos intentos de adaptación incluyendo el ridículo de la NBC con Coach que pasó por encargar el piloto, aceptarlo a serie, contratar actores y, finalmente, decidir cerrarlo sin haber emitido nada. Bien es cierto que parte de las expectativas para 2016 y años subsiguientes venga de resurrecciones como las de Expediente X o Twin Peaks -también hablaremos de esto- pero poco bueno es lo que ha salido de momento.
Aunque si hubiera que resumir las recuperaciones en solo dos series la mejor idea seria irse a True Detective y Fargo. La primera se ha convertido en uno de los grandes desastres de la temporada, amplificando las quejas que el final de la primera pudo tener y llevándose quizá más palos de los merecidos posiblemente para nivelar las alabanzas excesivas que tuvo en su temporada anterior. Hasta el punto de que poco es lo que se sabe de una teórica tercera temporada. Por contra Fargo se ha convertido en otro de esos programas preferidos por la crítica, por una parte al menos, que ha sabido jugar tanto con los tiempos como con las expectativas, incluso para saltar más allá de cualquier recurso esperable. Y aún así mantener el tipo.
Son ejemplos de esa transición a una segunda temporada, y también marcan el camino de otra de las tendencias, las series antológicas en formato de miniserie. Es decir, aquellas que llevando la idea de cambiar cada año procuran mantener bien una ‘troupe’ de actores recurrentes o un tema central. Una forma de acercarse al medio que este año ha dado lugar al éxito crítico -y fracaso de audiencia- American Crime y a Wicked City, la serie capaz de ser cancelada en un año en el que llegó a parecer que no iban a cancelar nada. De nuevo, contrastes.
Aunque está claro que ha sido un buen año en general para el »thriller’ con estrenos tan diferentes como el mencionado de Narcos, ese intento de emular las gestas de Shonda Rhimes que es Quantico, las novedades con espías como la impecable Deustchland 83, el regreso de la mejor variedad inglesa -y de Paul Abbott- en la nunca suficientemente recomendada No Offence o los juegos con el borde de otros géneros que son Fortitude y The Lizzie Borden Chronicles.
Llegan las muertes (en la serie)
Esta última sirviendo casi como punto de conexión con otro de los temas recurrentes del año, los asesinatos. Aunque sean menos misteriosos que los de otros estrenos del año teniendo en cuenta no solo que este es el año en el que se ha conocido la identidad de A, sino que, además, se han intentado cosas nuevas con el poco éxito de Eye candy o con la capacidad para crear pequeños núcleos de seguidores que han demostrado los dos grandes ‘slashers’ del año, Scream y Scream Queens, el primero centrándose en la parte de misterio aunque dejando espacio para algo de humor, el segundo siendo completamente humor aunque dejando algo no solo para Ryan Murphy sino también para el misterio.
Aunque posiblemente lo que esté recalorizándose más dentro de los distintos tonos de Negro es el ‘True Crime’ que comenzó a poner de moda el podcast Serial a finales de 2014 -ganándose un correlato dentro de la mencionada Scream- y que daría lugar tanto al último éxito de Netflix que mencionábamos antes – Making a Murderer – como a su equivalente en la HBO, The Jinx. En ambos casos crímenes reales re-examinados que causan impacto por la mezcla de realidad capaz de remover nuestro interés por algo que realmente ocurrió. Quizá como muestra de un mayor interés por los documentales de los que se aprovecharían dos programas de humor, el especial satírico 7 days in hell y el brillante juego de tonos y estilos que es Documentary Now!. Y es que este año hemos visto mucho juego con la realidad mediante el auge y transformación de los documentales. Algo de lo que también se beneficiaría la miniserie y adaptación de hechos reales que David Simon presentó este verano en la HBO, Show me a hero. Un nuevo estilo de reflejar la realidad frente a la fórmula tradicional de la que hablaremos luego.
Mientras tanto, frente a esta importancia de «Lo Real», otro de los éxitos del año ha sido precisamente lo opuesto, el fantástico, que ha tenido también un año interesante y variado en sus distintas posibilidades, sobre todo durante el verano en el que el final de Under the dome ha pasado sin pena ni gloria sustituyéndose su importancia por los éxitos de Wayward Pines o la más alucinada que fantástica Mr. Robot, además de la ya mencionada Sense8 que es una de las más claras creaciones con estructura de libro y no de serie que hemos tenido este año. Y para los que querían algo más clásico de aventuras espaciales estuvo Killjoys, parte de los intentos de recuperar el género por parte del SyFy que ha visto un éxito mayor a finales de año gracias a la llegada de The Expanse, uno de los estrenos más interesantes del año y un claro intento de recuperar un cierto tipo de serie espacial oscura.
Como decíamos antes con The man in the high castle, es mucho y variado lo que se ha estado intentando con cierto éxito. No es la única adaptación, por supuesto, los ingleses replicaron con Jonathan Strange and Mr. Norrell la novela en la que se basaba con todo lujo de detalles. Frente a estos la nueva versión de Jekyll & Hyde, más cercano al espíritu reunión y juego de espías con personajes extraordinarios de la época ha sido un éxito crítico pero los sucesivos problemas de emisión han acabado costándole el futuro aunque quizá algunos agradezcan que haya sido así.
También el terror ha tenido un buen año gracias a series como Midwinter Of The Spirit o South of Hell, a vueltas con demonios e influencias. Aunque posiblemente la más exitosa haya sido la recuperación de un pequeño clásico de cine -de nuevo, las adaptaciones- que ha permitido a Ash vs Evil Dead una nueva vida televisiva igual de sangrienta y divertida gracias a Starz. Además de un complemento perfecto para ver junto a la serie de la AMC Into the Badlands, historia postapocalíptica con mucho diseño que recuerda gracias al cuidado estético y las peleas coreografiadas a los clásicos de acción del cómic francobelga o el manga.
Aunque la serie que ha polarizado aún este año en el fantástico y fuera de él, con el permiso de la más vista The Walking Dead, ha sido Juego de Tronos que logró arrasar en los Emmys gracias al cambio de reglas, y también ha dominado la conversación con un año más de violencia contra las mujeres de dudosa necesidad y, sobre todo, con el final del material escrito que se ha convertido en uno de los temas recurrentes de discusión más allá de las divergencias y adelantos que ya se estaban produciendo y que ha facilitado uno de los momentos más controvertidos del año al dejar la suerte de un personaje tan en suspenso que los periodistas se han dedicado a perseguir al actor para comprobar si se cambiaba el corte de pelo o no.
Claro que en un año en el que varias series han jugado con el futuro de personajes centrales -de nuevo, también The Walking Dead, pero no solo The Leftovers hizo lo propio y uno de los motivos por los que se quemó la segunda temporada de True Detective fue por no saber manejar esto bien- no debería sorprendernos demasiado. Sin embargo entre unas y otras cosas ha afianzado su importancia popular que ha servido a la HBO para parchear un año de éxito desigual en el que las novedades no acaban de funcionar mientras que sus éxitos van perdiendo fuerza, de modo que tienen que sacar fuerzas aunque sea de que TorrentFreak diga que Juego de Tronos fue la serie más pirateada de 2015.
El éxito se demuestra, por supuesto, por las imitaciones que van apareciendo. La más exitosa puede ser ese híbrido entre esta y Vikings que es The Last Kingdom, aunque no es la única aproximación inglesa ya que Beowulf: Return To The Shieldlands también tiene parte de esto. En cualquier caso mucho más exitosos estos acercamientos que los americanos en los que uno no sabe si compadecerse más por el sucio truco para mantener los derechos de la saga que fue la emisión a traición del indescriptible piloto/telefilme de The Wheel of Time, uno de los momentos del año que con más facilidad pueden definirse como esperpénticos, o el desastre que supuso la muy desganada The Bastard Executioner, en la que nadie parecía muy interesado con ella empezando por actores y creativos, hasta el punto de que la decisión de sacarla de la emisión vino de su propio creador, Kurt Sutter, que prefirió esto a que errase sin interés ni espectadores por el canal.
El «de todo un poco»
El otro gran éxito del año poco tuvo que ver con el fantástico y sí mucho con otra de las tendencias del año: La diversidad. Eso es a lo que se han abrazado las cadenas generalistas para tratar de ganar espectadores, un truco que le funcionó bien a la ABC en 2014 gracias sobre todo a Shonda y que este año ha intentado repetir con Quantico. Pero no solo ahí, ahora tenemos dos series bien asentadas -aunque de calidad discutible- con protagonistas asiáticos: Fresh off the boat y Dr. Ken. Mientras que los personajes de distintas procedencias y opciones siguen multiplicándose siguiendo el camino marcado en ese año anterior que acabaría llevando al gran éxito nuevo de 2015, Empire. Una serie excesiva y temperamental sobre el negocio de la música y las familias desestructuradas que con la excusa de Shakespeare montó un magnífico culebrón que llevó a una situación realmente sorprendente: Que cada capítulo tuviera más espectadores que el anterior. Algo tan poco habitual que podríamos establecer como récord el que hayan sido capaz de aguantarlo durante toda la primera temporada y el primer capítulo de la segunda.
El resto de series destacables del año son también extensiones de algunas de las tendencias anteriores, por ejemplo el buen momento de la animación ha favorecido que la segunda temporada de BoJack Horseman supere con mucho a la primera y además la aparición del curioso acercamiento de Pig Goat Banana Cricket que tiene detrás a Dave Cooper y Johnny Ryan, o Star vs The Forces of Evil, la segunda serie de animación para Disney creada por una mujer -y si tenemos en cuenta que la anterior, Pepper Ann, es de 1997 ya iba siendo hora- que logra ser además divertida y subversiva. Aunque ahora toca ver lo que dura y en qué condiciones se desarrolla teniendo en cuenta la confirmación del final de Gravity Falls por los desacuerdos constantes entre la cadena y su creador. Aunque quizá la mayor sorpresa sea Thunderbirds are go!, una de las recuperaciones de serie antigua que nos ha traído el año y que pese a todo lo que tenía en contra, incluyendo la decisión de usar el 3D, se ha acabado convirtiendo en una épica serie de acción y rescate, una de las más agradables sorpresas del año y un claro ejemplo de como volver a traer lo que ya había terminado, aunque sea fijándose en el estilo británico.
Tampoco es que los británicos puedan hablar de mucho más, claro. Quizá sean esta y la estupenda No Offence sus éxitos del año. Han tenido también otras magníficas recreaciones como la versión en tres partes de Diez negritos que ellos titularon And Then There Were None así como su participación en comproducciones como la también mencionada Catastrophe, pero los grandes intentos como Jekyll & Hyde han acabado cayendo en ninguna parte mientras otros como Dickensian acababan pareciendo más una extravagancia para muy fanáticos. E incluso el regreso de Russell T. Davies a la televisión tras su espantosa experiencia americana ha producido sensaciones contrapuestas. La ambición de lo intentado con Cucumber, Banana, Tofu es indudablemente agradable. No todo el tiempo salen varias series sobre sexualidad centrándose especialmente en la homosexualidad y ofreciendo acercamientos tan diferentes como la serie ‘tradicional’ de Cucumber, los episodios independientes satélites de la anterior de Banana y los extraños documentales on-line de complemento de Tofu. Lamentablemente tanta ambición no se reflejó en la calidad de la misma que parecía más una recuperación de Queer as folk unas décadas después terminando todo el experimento en esta primera temporada.
Un año convulso para la ficción televisiva, como hemos visto. Pero tampoco es que la ‘realidad’ lo haya tenido mucho más claro.
Fuera de la ficción en 2015
Los ‘realities’ están de capa caída y, sin embargo, no dejan de producirse. Solo que parte de ese tiempo que se les dedicaba antes, ahora se dedica a series y, de alguna manera, parece que estas logran más interés o reconocimiento. Pero que no nos engañe esto, hay menos ‘realities’ pero siguen siendo unos 750 solo en USA. Otra cosa es que haga falta el éxito multitudinario de un Duck Dynasty para que la gente haga caso, o la mezcla de éxito y asco que producía Here Comes Honey Boo Boo o que han seguido creando los que sí se mueven que son los ‘realities’ que acaban descarrilando por motivos internos o externos.
Pero si nos paramos a pensar en ellos hay una multitud de canales ahí fuera, muchos ofreciendo distintas versiones de un mismo principio, otros que se conforman con llegar a sus números y no necesitan más, y varios que se retroalimentan con spin-offs que dan lugar a otros. También dentro de ellos hay tendencias y cuando uno se para a mirar se encuentra con concursos de creación de armas de manera tradicional como Forged in fire o con el extraño crecimiento de los programas centrados en mediums que ahora empiezan a fijarse en los adolescentes y que ya han sacado una versión que mezcla, además, a los famosillos de Hollywood. Solo que ya no logra el éxito que en años han tenido.
Incluso uno de los momentos definitivos de la televisión de este año, una entrevista que arrasó en audiencias, vino seguida por una serie de telerrealidad que hizo unos números flojos. Parece que los ‘realities’ están decayendo. Lo hacen los de competición que no han tenido una idea nueva en años y lo hacen los clásicos que tienen unas audiencias estables pero ya algo polvorientas. Lo más moderno, The Voice, ya da muestras de cansancio -y es normal teniendo en cuenta que van por la 9 temporada desde su estreno en abril de 2011-, mientras que antiguos formatos que definieron el formato van cayendo, este mismo 2015 le ha tocado al que lograra ser el programa más visto del año entre 2004 y 2011, se anunció el final de American Idol por lo que podríamos considerar una multitud de pequeños motivos. Cierto es que el final propiamente dicho tendrá lugar en 2016 pero su simple anuncio en 2015 demuestra cómo andan las creaciones al margen de la ficción, algo que también podríamos aplicar al fallido Best Time Ever de Neil Patrick Harris que ha sido cancelado ya por una NBC que no sabía cómo lograr mantener su audiencia.
Parecía que los eventos en directo podrían sustituir a los ‘realities’ pero ni las audiencias de los musicales están siendo tan altas como se esperaba ni está cabando de funcionar realmente nada. O casi nada. Como decía antes, una entrevista si lo ha logrado. Quizá porque abrazaba la idea de variedad y diversidad que teníamos extendiéndose o porque enlazaba con un cierto tipo de famosos. El caso es que la entrevista en la que Caitlyn Jenner se explicaba logró 17 millones de espectadores y un impacto inmediato para la visibilidad de la comunidad trans. Su ‘reality’ posterior no tuvo el mismo éxito pero estaba visto que aún hay espectadores dispuestos a acercarse a la televisión generalista en ocasiones especiales.
La pérdida continuada del espectador generalista, que ahora tiene maneras nuevas y más sencillas de consumo televisivo, quizá se encuentre detrás de esta bajada. Ya no tienes que pasar de canal en cala buscando qué echan, puedes tener guardado lo que quieres ver y decidir cuándo verlo. O puede que todo se reduzca a una falta de viralidad en el contenido televisivo actual pues el gran éxito de la no-ficción del año es Lip Sync Battle, un programa de famosos haciendo playback de canciones cuyo mayor éxito está en la recreación de los vídeos y actuaciones originales tanto como en que son famosos los envueltos en el asunto.
Claro que también es una muestra de la viralidad que ha inundado los Late Night y que ha acabado chocando de frente con los cambios que están teniendo lugar entre ellos. Con la marcha de David Letterman y Jon Stewart pero también con el estreno de The Nightly Show y el cambio de aires de Colbert que está logrando traer esa ‘Nueva Sinceridad’ para combatir ese ansia por Lo Viral. Aún no se ha aposentado el polvo levantado por todos los cambios, posiblemente no lo haga hasta 2016, pero parece que las posiciones han quedado fijadas. Al menos hasta que se decida si hace falta algún tipo de cambios en los actuales presentadores, sobre todo a la espera de lo que pueda ocurrir en febrero con la competencia de Samantha Bee. Pero también de esto hablaremos en otro momento.
Mientras tanto, en España
Una año más el deporte ha copado los primeros puestos entre lo más visto, solo Eurovisión logró colarse entre estos espacios y solo Karate Kid metió algo de ficción en el listado. Pero eso no significa que no haya habido también aquí series de éxito. Allí abajo siguió el éxito de Ocho apellidos vascos para convertirse en todo un éxito de audiencia, mientras que El Príncipe y Velvet lograron mantenerse en sus nuevas temporada. Estos, junto a algún ‘reality’ tradición y los debates políticos fueron las estrellas del año en audiencia. Pero, como siempre, al margen de ellas hubo impactos más interesantes como el producido por el estreno de Ministerio del Tiempo que logró revolucionar la manera de ver televisión logrando más espectadores online que tradicionales. Además de demostrar el buen momento de la ficción fantástica en España en algo que esperemos agarre y fructifique en una larga vida para este y en nuevos proyectos.
Al margen de esto el gran acontecimiento fue la llegada de Netflix a nuestro país que ya había estado montando olas a finales de 2014 y que con su implantación en octubre de 2015 acabó por revolucionar no tanto la manera de consumir televisión como las ofertas al espectador final. Algo en lo que que también influyó los prolegómenos de lo que puede acabar siendo la Tercera Guerra del Fútbol, con Movistar intentando mantener su situación privilegiada mientras las leyes antimonopolio fragmentan los contenidos facilitando que la libre competencia lo lleve a diversos canales con el consiguiente roce que puede acabar prendiendo a la vuelta del verano. Pero, de nuevo, ese es un tema para ver en el futuro.
Igual que lo es la adjudicación final de las licencias de TDT que andaban dando vueltas y que han acabado en un conato de escándalo tras la adjudicación de uno de los canales a Secuoya pese a sus milonarias deudas con Hacienda, quizá la más polémica de las decisiones que incluían también un canal para el Real Madrid y otro para la Conferencia Episcopal, aunque la obligatoria puesta en marcha -suponiendo que el gobierno, sea el que sea, no acabe estirando el plazo- será ya en este 2016.
Así que está claro que a este 2015 que tanto y tan variado nos trajo en televisión puede seguirle con facilidad un 2016 igual de convulso y alborotado con nuevas peripecias. Pero de todo eso hablaremos en breve.