Apple vive de convencer a su parroquia de renovar sus dispositivos cada poco tiempo y de hacer que paguen enormes cantidades de dinero por ellos. No sólo es legítimo, sino también es loable que lo consigan y que millones de personas en todo el mundo sientan la necesidad de hacer exactamente eso mismo.
Pero eso difícilmente justifica que Phil Schiller, vicepresidente de márketing global de la firma, haya considerado «realmente triste» que 600 millones de personas en todo el mundo utilicen un PC con más de cinco años.
Especialmente si pienso en José María, el abuelo de mi señora esposa, que ha pasado varios años con un Toshiba Satellite de principios de siglo y que, sólo ahora, acaba de comprarse un ordenador nuevecito.
Me resulta un insulto complicado porque, admitámoslo, mucha gente no puede o no quiere comprarse un ordenador nuevo. O, incluso peor, puede que mucha gente no necesite comprar un ordenador nuevo. Y, si lo hace, se comprará un PC porque la diferencia de precio con Apple es insalvable.
Lo realmente triste no es que haya gente con un ordenador viejo, es que haya gente sin ordenador, sin acceso a una buena conectividad o sin posibilidades de conseguir una vida mejor porque en tu ciudad natal, donde tenías tu vieja computadora, han empezado a caer bombas.
En España, el precio medio para la compra de un ordenador es de 550 euros. El Apple más barato, el Mac Mini, cuesta exactamente eso. Pero a partir de ahí los precios se disparan hasta la estratosfera. La cuota de mercado de la manzana en ordenadores en España ronda el 8% y, no me cabe ninguna duda, hace que el precio medio suba considerablemente, ya que es capaz de conseguir mucho más margen que sus rivales.
Está bien que Apple venda buenos productos, que los venda con grandes márgenes y que sus parroquianos estén encantados con ellos. Mi mujer tiene un iMac de hace seis años y, una vez aumentada la RAM, sigue encantada.
Pero es de un elitismo insoportable que un vendedor de joyas lamente la bisutería que llevan los pobres. A fin de cuentas, son todo piedras, metal y cristales.