Entre lo divino y lo humano, 15 años después del gran crack tecnológico de principios de siglo, muchos fantasean con otra burbuja ‘puntocom’. Así, las empresas cuyo producto son sus propios usuarios, como las redes sociales, empiezan a dar esperanzas a estos amigos de la catástrofe.
No son buenos tiempos para las redes sociales en general y para Linkedin en particular. Aunque periódicamente se afanan en susurrar a los cuatros vientos que tienen miles de millones de trillones de nuevos usuarios, generalmente los que pasan por caja son muchos menos. Eso quienes tienen caja.
Condicionadas por modelos de negocio muy inestables, las redes sociales no encuentran en los mercados bursátiles el respaldo que parecen tener a pie de calle entre sus avatares (usuarios). Este ejemplo lo representa a la perfección Linkedin, que en estos momentos vive entre la tentación de seguir creciendo sobre una cuerda sin arnés y sus vaivenes en Bolsa que dejan un poso de intranquilidad (siendo sutiles) a sus accionistas.
Lo divino
Un espacio verde con forma de campus universitario. Así ve su futuro Linkedin en Mountain View. Tras una disputa con Google (cómo no) sobre los terrenos a los que podía acceder la red social, finalmente ha conseguido un buen puñado de metros cuadrados en los que prevé una serie de formas y elementos futuristas para sus nuevas oficinas.
Entre las cosas, totalmente innecesarias, que Linkedin tiene previsto para su nuevo parque empresarial están una especie de complejo deportivo para hacer atletismo, un pabellón de baloncesto, sistemas de calor geotérmico para controlar la vegetación que cultiven y una piscina. Este tema debe poner los morros del revés a los accionistas que están perdiendo dinero, pero no todo es tan “curioso”.
También habrá cosas necesarias como un carril bici o 15 auditorios. Se trata de un ecosistema propio en toda regla para empleados y gente externa que podrá disfrutar de una irrealidad que de momento está en el aire pero que Linkedin quiere pelear.
Estas canchas de baloncesto al estilo NBA chocan frontalmente con su dura y futurible agonía. Perseguidos por señores invisibles que pretenden tumbar los entornos ‘puntocom’ como ya sucediese hace 15 años, Linkedin sólo es una más de esas peras en dulce a las que lamer mediante especulaciones bursátiles.
Lo humano
Números, números, números… El maridaje entre cifras y empresas resulta inseparable. El éxito y el fracaso se asocian a porcentajes unidos a una flecha verde que tienen como archienemigo las flechas rojas. De este modo, las de Linkedin en el primer trimestre de 2015 no invitan a la esperanza.
Se ha dejado unas pérdidas de 42 millones de dólares, frente a los 13 del año anterior en el mismo periodo. Ahora se ríen del que dijo en las oficinas de Linkedin (no en las nuevas todavía) lo de “¿qué puede ir peor?”. Además, el resbalón bursátil está siendo bastante profundo, y en estos momentos ya está raseando de forma peligrosa con bajar de los 200 euros por acción.
En estas condiciones, ¿quién va a validar las aptitudes de Linkedin? Se podría decir que el crecimiento y la “utilidad social” de esta red parece más sólido que el de compañeras como Facebook o Twitter. No obstante, que parte de su negocio haya ido hacia lo premium, y que eso apenas reporte un 20% de los beneficios, siembra igualmente la duda de su capacidad como compañía.
Además, se enfrenta a múltiples condicionantes que zancadillean su camino. El primero es que nunca ha entusiasmado a nadie. Ni hace cuatro años cuando salió a bolsa y todo eran odas (y desconfianza), ni hace dos cuando crecía. La rutina en el ejercicio de la crítica es siempre parecida: no ha desbancado a los portales de empleo en la búsqueda de trabajo, tecnológicamente no es de las redes sociales más desarrolladas y su nicho de mercado al final es de gente con menos recursos económicos, pese a su idea inicial.
Todos estos condicionantes invitan a «mirar y no tocar» a Linkedin. Los del mazo ya están preparados y, si los números no remontan, la situación sólo puede ir a peor. Aunque tendrán una cancha de baloncesto para pasar el rato. Algo es algo.
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