El bloqueo político aplaza las batallas por el liderazgo en los grandes partidos

PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos tienen pendiente desde hace un año la convocatoria de congresos para renovar sus direcciones. Esas citas serán decisivas para todos ellos: Rajoy podría aprovechar para relevar a Cospedal, Sánchez medirá sus fuerzas con el sector crítico, Iglesias probará el nivel de belicosidad del ‘errejonismo’ y Rivera culminará la arquitectura orgánica de su proyecto.

El bloqueo institucional mantiene aplazadas citas clave en el calendario interno de los cuatro grandes partidos. PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos tienen pendiente desde hace un año la convocatoria de sus máximos órganos de gobierno para actualizar postulados, estrategias y cuadros de dirección. Los plazos estatutarios de todos ellos obligaban a que lo hicieran a finales de 2015 o comienzos de 2016, pero la parálisis producida a consecuencia de la atomización parlamentaria y la falta de entendimiento entre los partidos han hecho que esas tareas también estén en el limbo, a la espera de que se dé una salida a la interinidad gubernamental.

18º Congreso del PP

Al día siguiente de las generales del 26-J, Mariano Rajoy anunció su intención de convocar el 18º Congreso Nacional de su partido a la vuelta del verano. El calendario que tenía en mente iba a llevar al PP a celebrar todos los cónclaves pendientes -también los regionales- antes del 31 de diciembre. En sus planes entraba ser investido a finales de julio o principios de agosto, formar Gobierno al momento y llevar al Congreso el proyecto de Presupuestos para 2017 en tiempo y forma para cumplir con los compromisos europeos. Nada de eso será ya posible.

El bloqueo se ha mantenido pese a la crecida en votos y escaños de Rajoy y la bajada de todos los demás. La circunstancia tiene su reflejo en la vida interna de un PP que celebró su última reunión a gran escala en enero de 2012. De allí salieron reelegidos el presidente y la secretaria general, María Dolores de Cospedal, aunque hubo cambios en las vicesecretarías –entró Carlos Floriano y cambió de ocupación Esteban González Pons– y se adecuó la estrategia a la nueva coyuntura, es decir, al retorno al poder casi ocho años después y en el contexto de la mayor crisis económica sufrida por España en décadas.

Alonso, Maíllo y Casado, favoritos para suceder a Cospedal en la secretaría general popular

Las cosas han cambiado mucho desde entonces. La gestión de la crisis y la sucesión de casos de corrupción han desgastado enormemente al partido, que ya buscó un revulsivo tras las elecciones autonómicas y municipales de 2015. Rajoy integró en su equipo de Génova a jóvenes valores -Pablo Casado, Javier Maroto, Fernando Martínez-Maíllo y Andrea Levy- y convocó una conferencia política para encarar en mejores condiciones la recta final hacia las generales. Además, puso a su Jefe de Gabinete, Jorge Moragas, al frente de esa campaña y relegó a Floriano y Pons. El PP implementó también un lavado de imagen que le llevó cambiar logotipo y atrezo y a incorporar nuevas dinámicas comunicativas.

Ahora, debe consolidar esos giros y adaptar la estrategia al escenario de fragmentación política. Para el PP, el principal efecto de ello es que le ha surgido, por primera vez desde el hundimiento del CDS, un rival de ámbito nacional en el centro derecha. Ciudadanos está consolidado por encima del 10%, con una bolsa estructural de tres millones de votos en buena parte procedentes de los graneros populares. Génova tiene que diseñar un plan a largo plazo para recuperar el terreno perdido desde 2012 y también abordar el posible relevo de Cospedal en la secretaría general. Ocho años después de su llegada, con su perfil diluido por la pujanza de los vicesecretarios y abrasado por haber dado innumerables batallas ante los medios, parece llegado el momento de impulsar la sucesión. Alfonso Alonso, Maíllo o Casado son algunos de los nombres que suenan para convertirse en número dos del PP tras ese Congreso aún por convocar.

Otra batalla en la cúpula socialista

A principios de 2016 debió celebrarse el 39º Congreso Federal del PSOE. Así lo mandatan los estatutos: el máximo órgano del partido “se reúne ordinariamente entre el tercer y cuarto año desde la celebración del congreso ordinario anterior”. Fue en febrero de 2012 cuando se celebró el último, en Sevilla, donde Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón se diputaron la secretaría general. Dos años después tuvo lugar uno extraordinario para proclamar al sustituto del dimisionario Rubalcaba. Pedro Sánchez se impuso en primarias a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, pero desde entonces ha perdido el grueso de los apoyos territoriales que le auparon y está permanentemente cuestionado.

Ferraz decidió aplazar «hasta la formación de Gobierno» el cónclave donde Sánchez tratará de revalidar su liderazgo

Se da por hecho que en el próximo cónclave Sánchez tendrá enfrente una candidatura de los críticos, quizá encabezada por Susana Díaz. Es el Comité Federal quien debe convocarlo y así lo hizo en enero, movido por las presiones de los barones más beligerantes con la actual Ejecutiva. Tras la prórroga concedida en diciembre, Ferraz fijó el fin de semana del 21 y 22 de mayo como fecha para la reválida de Sánchez. Nunca llegó a celebrarse porque el bloqueo persistió y obligó a aplazar el congreso “hasta la formación de Gobierno”. Es decir, aparece aparcado sine die mientras las Cortes sean incapaces de investir a un presidente.

Esa circunstancia lleva a muchos a pensar que Sánchez mantiene su negativa a negociar un desbloqueo con el PP por mero tacticismo. En cuanto se resuelva la incógnita de La Moncloa, le tocará batirse el cobre federación a federación para mantener el liderazgo del PSOE. Una batalla a la que llegaría desacreditado ante las bases -la elección se hace por voto directo y secreto de toda la militancia- quien hubiera promovido la abstención ante Rajoy u otro candidato popular. O eso piensan los socialistas, puesto que unos defienden a ultranza el ‘no’ y otros no se atreven a pedir abiertamente un viraje. Todos con las miras puestas en mayor o menor medida en ese Congreso que no llega a convocarse por lo diabólico del círculo vicioso en que se haya el socialismo y la política española en general.

Podemos, hacia Vistalegre II

Podemos es el partido que más tareas pendientes acumula. La celebración de su asamblea fundacional, en el madrileño Palacio de Vistalegre (otoño de 2014), alumbró la primera dirección, los estatutos y la confección de una estrategia pensada para convertir a la formación en una “maquinaria de guerra electoral”. La horizontalidad y la apertura del partido a la sociedad quedaba supeditada a la prioridad de dar el callo en el maratón de procesos electorales que se avecinaba. Sería después de las generales cuando se abordaría un regreso a las esencias, el impulso de un proyecto más participativo y la atención a cuestiones relegadas por la urgencia de los acontecimientos. Hay quien, como Juan Carlos Monedero o la corriente Anticapitalistas, ve ese horizonte como una oportunidad de refundación. Íñigo Errejón y los suyos pretenden impulsar una descentralización del partido para pegarlo más a la calle. Pablo Iglesias y su núcleo tratarían de consagrar como definitiva la alianza con Izquierda Unida.

El partido morado debatirá sobre su futuro en la próxima Asamblea, que muchos ven como una oportunidad de refundación

Al margen de ese debate organizativo y de ideas, ya de por sí complejo y crucial, Podemos debe abordar la renovación de su consejo ciudadano estatal. Empezando por el secretario general, todos los cargos internos serán sometidos a votación en primarias. En 2014, el clan de la Complutense -Iglesias, Errejón, Bescansa, Monedero y Alegre- se impuso a la alternativa que lideró Pablo Echenique. Ahora, la duda sería si las tensiones internas desatadas por toda España a consecuencia de la rápida expansión del partido y de las múltiples alianzas territoriales tejidas en este tiempo acaban en una batalla directa por el liderazgo nacional. Incluso se especula con una candidatura de Errejón frente a la de Iglesias, algo que sería espejo de lo que se está viviendo en el proceso asambleario de Podemos Madrid.

El sector próximo al número dos se ha aliado al de Tania Sánchez para medirse en las primarias de noviembre al aspirante pablista, Ramón Espinar, y a los Anticapitalistas que en Madrid lidera el eurodiputado Miguel Urbán. ¿Un ensayo de lo que ocurrirá en la asamblea prevista para 2017? Se hace difícil imaginar a Iglesias y Errejón batallando directamente por el liderazgo del partido que crearon juntos, pero no puede ni mucho menos descartarse que los múltiples encontronazos que han tenido estos meses y la divergencia de pareceres sobre qué debe ser Podemos en el futuro acaben en una batalla personal. En cualquier caso, las facciones del partido medirán sus fuerzas, si no al máximo nivel sí en la pugna por los puestos de dirección y la defensa de estrategias diferentes, cuando no opuestas.

C’s, cinco años sin Asamblea

El partido de Albert Rivera es el que más tiempo lleva sin convocar a su mayor órgano. La Asamblea General no se reúne desde el otoño de 2011 y por estatutos debe hacerlo cada cuatro años. No obstante, las normas internas también establecen que no puede celebrarse en medio de un proceso electoral: ni en los cuatro meses anteriores a una cita con las urnas ni durante los dos siguientes. La sucesión de comicios producida desde 2014 ha impedido que la formación naranja convoque en tiempo y forma la que sería su cuarta Asamblea General. Pero C’s ha decidido no esperar más y dejar de supeditar su actividad interna a la coyuntura nacional. Tal y como publicaba eldiario.es este viernes, Rivera convocará a su máximo órgano en las próximas semanas para abordar asuntos que ya no pueden aplazarse más. Y es que su proyecto no tiene hoy nada que ver con lo que era en 2011, cuando celebró su último cónclave.

El máximo órgano del partido de Rivera lleva sin reunirse desde el otoño de 2011

Ciudadanos debe revisar el ideario para actualizarlo plenamente a su condición de partido nacional, algo que también ha de aplicar a la organización. Por ejemplo, tiene pendiente la creación de la rama juvenil del partido, un trabajo que lidera la diputada Melisa Rodríguez y que deberá refrendarse en ese congreso para el que todavía no hay fecha. Además, ejecutarán una mayor descentralización y ampliarán el Consejo General -máximo órgano del partido entre asambleas-, actualmente formado por 70 miembros.

La formación naranja ya resolvió en el verano de 2015 asuntos como la adecuación de la Ejecutiva a las nuevas circunstancias -hasta entonces la formaban solo políticos catalanes- y también el año pasado inauguró nueva sede en Madrid. Otras tareas están pendientes, pero, al contrario de lo que sucede con otros partidos, ninguna relativa al liderazgo. Rivera no tiene contestación, ni tampoco existen corrientes críticas de importancia a ningún nivel, ni siquiera baronías de perfil propio. El partido se cuidó mucho de que esas disfunciones presentes en otras organizaciones difícilmente pudieran darse en la suya. El actual líder acumula diez años en lo más alto del proyecto (fue elegido en 2006 y renovado en 2007 y 2011) y ahí seguirá tras la próxima Asamblea General, que tendrá lugar este otoño haya o no nuevas generales en diciembre.

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